lunes, 13 de julio de 2020

Estoy a tu puerta y llamo: Segura de su inmenso Amor

Es como si conversara contigo...                                                                        

Estoy a tu puerta y llamo

Gabriela Bossis, Diario 'Él y yo'



1432. 5 de abril. Hora Santa. 
En mi aposento de Fresne. Le dije; Gracias, Señor, por la Gracia de creer un poco más en Tu Amor.
Me contestó: Es lo único que importa. . . Confía pues. Tu ardor y tu celo se multiplican si te sientes amada y se multiplican también tus sonrisas interiores.
Responderás mucho mejor a Mis Atenciones delicadas, que finalmente habrás sabido reconocer y dirás, en tal o tal circunstancia, ‘¡Es El!’ Y no lo habías adivinado. ¿No es verdad que este pensamiento te anima al sacrificio y al agradecimiento? Podrá suceder que te sientas abandonada, pero siempre te dirás: 'Estoy segura de su inmenso Amor'.
1433. 12 de abril. En la estación de Angers.
A mi regreso de París pude conseguir un asiento, no obstante la multitud de los pasajeros.
El: Como ves, Yo Me preocupo de los Míos. Y aun en medio de la multitud los atraigo a una dichosa soledad en que el corazón se mantiene despierto para escuchar al Amado. A Mis discípulos les dije una vez: 'Cuando os he enviado sin bolsa y sin bastón, ¿os llegó a faltar algo?' Y ellos Me contestaron: 'No nos faltó nada, Señor'. ¡Tú puedes ahora decir otro tanto!
Yo: Muchas veces, Señor, soy yo la que les ha faltado a las cosas.
El: Humíllate por esas omisiones y no te asombres. Desea reparar esa falta de cuidados en Mi Servicio y examina con frecuencia, no solamente el valor de las acciones en sí, sino más bien el valor de tu intención al hacerlas. La rectitud de tu voluntad de glorificarme.
Posiblemente, si miraras con más frecuencia lo que haces por Mí, aumentaría tu celo y tu amor; serías más fiel en los detalles, esos detalles felices que pueden merecer tantos bienes. Polvillos de virtud que llenan la vida. Piensa en los invisibles granitos de arena que forman la inmensidad del desierto del Sahara y concede importancia a las cosas pequeñas. Piensa, Mi Gabriela, que están a la medida de tu pequeñez y te mantendrás en la humildad. Ya sabes con qué frecuencia hay que recomenzar el trabajo de los humildes. Pon en ello todo tu corazón, sabiendo que Me agradas.
Y puesto que quieres vivir para Mí y verlo todo en relación a Mí para alcanzar Mi Tamaño, considera lo poco que te falta ya por recorrer del camino. No Me regatees la Gloria que todavía Me puedes dar.
ReL

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