¿La ciencia explica fenómenos que antes se atribuían a la acción divina?
La pregunta es doble. En primer lugar, si hay ahora menos milagros que “antes”. Es una pregunta imposible de contestar, porque nadie los ha contado de modo global, ni antes ni ahora.
Además, “siglos atrás”, como se formula la pregunta, son muchos siglos, y no parece que haya uniformidad en ellos.
Lo que sí se puede decir es que ahora hay milagros, bastantes más de lo que pudiera parecer a primera vista.
Pondré dos ejemplos.
El primero son las beatificaciones y canonizaciones, de las cuales ha habido bastantes de un siglo a esta parte. En las que no son de mártires, se exige un milagro, bien documentado y evaluado, en cada beatificación y en cada canonización (en este último caso, posterior a la beatificación).
El otro es de un lugar, donde sí ha hecho lo mismo –documentar e investigar milagros-: Lourdes. En siglo y medio, se han certificado ya 70, el último el año pasado
Y, evidentemente, hay más milagros en otros lugares, y sin relación con la elevación a los altares de alguien.
¿Hay quizás menos sensibilidad para verlos? Hoy como ayer, depende de la actitud con que se miren. Los Evangelios mismos testimonian que los fariseos no querían reconocer los del Señor, o se los atribuían al diablo.
De todas formas, hoy como ayer, muchos milagros tienen una difusión solamente local. Su noticia no corre mucho más allá del sitio donde se han producido o de un grupo de personas determinado.
No hay que olvidar, por otra parte, una lección evangélica. Jesucristo obraba milagros, pero pedía fe.
Porque os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza podríais decir a este monte: “Trasládate de aquí allá”, y se trasladaría (Mt 17, 20).
Hoy también la pide. En cambio, a un Herodes que quería ver un milagro suyo solo por curiosidad, se lo negó. Y hoy también sucede lo mismo.
Y ahora la otra cuestión: ¿la ciencia explica fenómenos que antes se atribuían a la acción divina?
Siempre ha ocurrido así, y no digamos en las antiguas religiones animistas. Y, sin embargo, ni siquiera esa explicación supone una negación de una acción extraordinaria de Dios.
Pondré un ejemplo. Una vez le comentaron a santa Teresa de Calcuta que hay una explicación natural del paso del Mar Rojo por Moisés y los israelitas huyendo de los egipcios. Respondió que podría ser, pero eso no es lo que de verdad interesa, sino que se produjese justo en ese momento.
En cualquier caso, la Iglesia siempre ha sido más cauta en este terreno que la piedad popular, siempre más proclive a ver fenómenos extraordinarios y actuaciones divinas que se salen del guión de la naturaleza.
Pero, a la vez, siempre ha habido alguna intervención divina extraordinaria: Dios no se ata a la naturaleza, que también Él creó, cuando algo conviene a la salvación de las personas.
Julio de la Vega-Hazas, Aleteia
Vea también El Milagro de la Vida: el desarrollo del feto
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