sábado, 25 de julio de 2020

Estoy a tu puerta y llamo: Sé siempre Mi pequeña

Es como si conversara contigo...                                                                                   

Estoy a tu puerta y llamo

Gabriela Bossis, Diario 'Él y yo'

1447. 21 de junio. Hora Santa. 
¿No te das cuenta de que aún estás bajo la influencia de la Tierra, en la sujeción de todo lo que pasa? ¿Cuándo acabarás por poner tu frente en el eterno Pensamiento? Recuerda que tu Padre Creador se encuentra en el Cielo, que tu Salvador te espera en el Cielo y que el Espíritu que te gobierna está en el Cielo; y que allí está también tu Santa Madre. Ella conoce la morada que tú vas a ocupar según los bienes que has recibido. Entonces, levanta la cabeza, Mi pequeña hija. Camina como quién ya se ha desprendido de todo y es llamada por una Fuerza impetuosa que la arrebata.
¡Qué importan los pequeños cuidados y variaciones sobre la faz de la Tierra! Eso no vale un solo suspiro de tu corazón. Establécete en Mí, que Soy tu Casa, una sola idea, un solo trabajo: Mi Reino y Mi Gloria; el triunfo de Mi Causa.
Ya sabes que los Míos son Yo mismo. Trabaja en la promoción de todo lo que es Mío y Yo te sostendré. Ya te has dado cuenta de que la Tierra es pequeña y de que la vida es corta. Habita en Mi Infinito por tu pensamiento habitual, por tus deseos. Debes estar en los Brazos de tu Esposo; ¿quién podría arrancarte de El? Ha hecho tanto por ti... ¡Y qué no hace El por ti cada día! ¡Si pudieras ver la Misa de cada una de las mañanas! Piensa, al menos, que Yo te miro, pequeña hija Mía, y que te ofrezco conmigo al Padre que está en los Cielos.
1448. 28 de junio. Hora Santa.
El amor no tiene reposo mientras no encuentra al Amado. Y, qué es lo que impide encontrarlo? Las negligencias, las faltas veniales cometidas sin escrúpulo.
¿Te habrías atrevido a arañar Mi Brazo mientras Me clavaban la Mano, o a rasguñar Mi Frente mientras Me ponían la corona?
Evita las faltas pequeñas; pídeme la Gracia de verlas bien en su verdadera realidad, como un vidrio al sol; entonces serás vigilante y no te atreverás a causarme ninguna pena. Y cuando caigas en la cuenta de que has hecho algo malo, Me pedirás luego perdón.
Yo lo vi todo y estoy dispuesto a olvidar, porque escucho las palabras de tu humildad desolada. Es grande la potencia de la contrición; pues el sacrificio que Me agrada es el de un alma rota de dolor. Nunca la rechazo. Sé siempre Mi pequeña.
ReL

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