1460. 30 de agosto.
Señor, yo querría cuidarte como Tú me cuidas.
El: Cuidarme, hija, es amarme, Me parece que no necesito otra cosa. Pero Mi Sed de amor es grande. ¿Te parece que te lo repito demasiado? Pero es que cada vez Mi Deseo es nuevo; ya sabes que el Amor nunca se repite, pues en Sí mismo encuentra acentos eternos. Tómate pues el cuidado de consolarme con la simplicidad de una mirada, una sonrisa interior. Incluso, una compasión que concedas a Mis Dolores, o una plegaria por los pecadores. Hija, ¡dame tu vida!
Yo: Pero Señor, ¡si ya la tienes!
El: Sí, pero la quiero sin cesar, como un flujo ininterrumpido, como una sinfonía sin fin.
Que todo esfuerzo sea por Mí, lo mismo cuando reprimes una palabra que cuando te revistes de dulzura; cuando anulas tu voluntad, que cuando te doblegas; lo mismo cuando olvidas alguna falta de atención, que cuando sacrificas un gusto para ayudar al prójimo...
Que todo esfuerzo sea por Mí, lo mismo cuando reprimes una palabra que cuando te revistes de dulzura; cuando anulas tu voluntad, que cuando te doblegas; lo mismo cuando olvidas alguna falta de atención, que cuando sacrificas un gusto para ayudar al prójimo...
Todo por Mí, querida hija y esto será tu felicidad. Estarás impregnada de Mí y Yo irradiaré desde ti.
ReL
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