El amor para toda la vida existe, pero es una decisión personal el volver a comprometerse y amarse
Un torbellino de situaciones que nos desbordan, la rutina, las presiones económicas, las actividades con los hijos, los compromisos sociales y las responsabilidades laborales pueden fácilmente ir creando espacios que nos van alejando el uno del otro.
Es verdad que muchas de estas cosas escapan a nuestro control, pero tampoco podemos echarle la culpa siempre a las situaciones que nos tocan vivir como la única razón de haber llegado a un punto en el que nos hemos convertido prácticamente en extraños, como si el amor solo estaría dado por factores externos.
Aun cuando muchos obstáculos interfieren y nos distancian, podemos buscar un punto de encuentro en la mirada. De hecho, muchos de los problemas se deben a que no hemos sido capaces de lograr cultivar el ejercicio de detenernos a mirarnos más profundamente.
En todo matrimonio es importante tomarse un momento para volver a mirarse en medio del caos y hacer una breve evaluación. Un ejercicio con el que no se trata de criticar o centrarse en lo que uno necesita o quiere con intención de echar culpas o presentar reclamos, sino de amar de verdad dando lo mejor de sí.
Un error frecuente en encerrarse en uno mismo, como si evaluar el amor fuera una tarea individual que se reduce a una persona y a lo que esa persona siente. El amor no es efectivo cuando exige o demanda, sino cuando se da al otro.
Por eso la mejor manera de medir el amor es la que tiene en cuenta el criterio de la entrega mutua. En definitiva, cuando ponemos al otro primero y estamos dispuestos a escuchar su corazón para saber si es feliz, hacer algo al respecto y renovar nuestro compromiso de amor con trabajo, conocimiento y voluntad.
¿ERES FELIZ CON LO QUE RECIBES DE MÍ?
Uno puede caer en el error de preguntarse “¿soy feliz en esta relación?”, pero la pregunta debería pasar por descubrir si uno le está dando al otro lo que necesita para que sea feliz. En eso reside la verdadera felicidad.
Evaluar el amor es pensar en la forma en que uno se da a la persona amada. Al final esto nos ayuda a encontrar la capacidad de vivir el amor y a ser más felices.
Este tipo de amor personalista es lo que hace que nunca se pierda la concepción del trabajo en la pareja para cuidarla y hacerla crecer. El matrimonio es como una empresa: requiere de esfuerzos, renuncias y tareas claras. El amor es un trabajo cotidiano que requiere conocer al otro y saber cómo puede ser más feliz.
La historia ha demostrado que aprender cómo recibir amor ayuda a conocer la mejor manera de demostrar amor y afecto. Todos expresamos y sentimos amor de manera diferente y comprender esas diferencias puede tener un impacto profundo en la relación.
A medida que las parejas aprenden más sobre cómo sus cónyuges experimentan el amor, aprenden a empatizar con alguien que es diferente a ellos. Les ayuda a salir de sí mismos por un momento y observar lo que hace que la otra persona se sienta importante y valorada.
¿QUÉ PUEDO HACER PARA DARME “MEJOR”?
No solo se trata de dar más, se trata de dar lo mejor y la persona que tienes a tu lado posiblemente te conozca bien como para poder emitir un juicio que te ayude a sacar lo mejor de ti.
La pasión no disminuye con el paso del tiempo, sino que lo que ocurre es que las cosas que se hacían al inicio de la relación para aumentar la pasión, dejan de hacerse. Al principio los actos son conscientes como los regalos, un perfume o una cena romántica.
Muchas relaciones se terminan por los estimulantes externos, pero para rescatar el tema de la conciencia, es importante poner voluntad. El amor no es algo que llega fugazmente, sino que requiere de mucha voluntad y eso no significa que no haya amor.
La experiencia muestra que las parejas que duran mucho tiempo juntos es porque han puesto mucha voluntad pasando frustraciones, perdonándose y queriéndose aunque no siempre haya ganas. Es un acto de donación que funciona porque va despertando aquello que antes nos generaba expectativa.
Cuando las parejas se comprometen a aprender y a utilizar diferentes lenguajes de amor, aumentan su inteligencia emocional y aprenden a poner las necesidades de la otra persona por encima de las propias. Uno puede escuchar lo que el otro tenga que decirle para hacerlo mejor.
¿QUIERES VOLVER A CASARTE CONMIGO?
Cuando uno se casa, lo hace eligiendo a esa persona con sus virtudes y a pesar de sus defectos. Acepta amarlo con todo lo que es con la intención de que sea para siempre. Es un acto de entrega y donación mutua.
El amor para toda la vida existe, pero es una decisión personal el volver a comprometerse y amarse, un acto que se renueva más de una vez o incluso varias veces en un mismo día. Necesitamos ser capaces de darnos en las pequeñas cosas de todos los días para poder hacerlo en las más grandes también.
El secreto es casarse muchas veces con la misma persona. Hay una esencia que permanece para siempre, pero conforme pasa el tiempo las personas vamos cambiando, incorporando nuevos hábitos, madurando y por eso es importante volver a elegirse.
Elegirse con nuevas metas y desafíos, con una mirada en común donde la amistad, el erotismo, la complicidad y la posibilidad de ser compañeros en el proyecto que se han definido siguen, aunque diferentes, estando presentes.
Cecilia Zinicola, Aleteia
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