miércoles, 30 de junio de 2021

Nunca olvides que tendrás que dar cuenta a Dios de tu vida



Cambia, renueva tu vida, debes salvar tu alma inmortal. Una confesión sacramental es un buen inicio

«No todo el que me diga: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial»

Mateo 7

Santa Faustina registra en su Diario estas extraordinarias palabras de Jesús:

“El desprecio y abandono de las almas desgarra mi corazón. A pesar de mi amor infinito, no se me confían”.

“Antes de que yo venga como Justo Juez, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Pero el que no quiera entrar por las puertas de mi Misericordia, tendrá que pasar por las puertas de mi Justicia”.

“Para castigar tengo yo la eternidad: ahora yo prolongo a los hombres el tiempo de mi Misericordia…”

Todo pasa

CLOCK

El mundo con sus apetencias, imágenes provocativas y deseos terrenales te hace olvidar muy rápido que estamos de paso, que acá todo es temporal, efímero.  

Si se te olvida, lo recuerdas a cierta edad cuando tus conocidos, familiares y amigos empiezan a partir.

He pensado mucho es ello últimamente. Personas muy queridas se han marchado. Supongo que muchos en el mundo se sienten igual. Esta dolorosa pandemia se ha llevado padres, madres, abuelos. Es una tragedia.

¡Qué frágil de la vida y a la vez qué extraordinaria! Llega un momento en que debes hacer un alto y reflexionar.

Debes decidir sobre tu eternidad.

Elige el cielo

Decía la sierva de Dios, sor María Romero Meneses, una santa de la que te he hablado en otras ocasiones:

“No podemos elegir nuestro nacimiento, nuestra familia, comodidades y vicisitudes, ni siquiera los años de vida ni la hora y modo de la muerte; pero sí podemos elegir nuestra eternidad. ¿No debemos elegir la buena, cueste lo que cueste?”

Debes empezar a leer la Biblia, sí, esa que tienes arrinconada en una esquina de tu casa sobre un atril de madera.

Debe llamar tu atención, empieza a leer. Dios quiere hablarte . ¿Lo escucharás?

Si abres esa Biblia encontrarás versículos extraordinarios como este que te estremece el alma y te llama a la reflexión:

«Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado”

Encuentra a Dios

PRAY

Te recomiendo que hagas un alto en tu vida, mira las maravillas que Dios ha creado para ti. Sé agradecido.

Restaura tu amistad con Dios ahora y haz el bien mientras puedas. El día que te marches de este mundo será ya muy tarde para hacer buenas obras.

Cambia. Renueva tu vida. Debes salvar tu alma inmortal. Una confesión sacramental es un buen inicio.

A mi esposa -creo que en alguna vez te lo he comentado- le encanta repetir esta frase que una vez leyó:

“Qué tristeza perder una maravillosa eternidad por un poco de tierra”.

Me gusta esta frase que nos repetían de niños y conviene recordar:

“Seamos buenos, que Dios nos ve”.

Comparte tus experiencias con Dios. Escríbeme. Te dejo mi email personal:
cv2decastro@hotmail.com

¡Dios te bendiga!

Claudio de Castro, Aleteia 


Vea también      Capítulo IV: El día del juicio






























 












martes, 29 de junio de 2021

Con 100 años confiesa, bautiza, celebra misa y venció el COVID-19

 

PADRE LUIS


El sacerdote español Luis Urriza, párroco en Estados Unidos, sigue en activo a pesar de la edad. Un ejemplo para muchos...

Para el Padre Luis Urriza no existe la palabra cansancio, ni jubilación, a sus 100 años vive intensamente, no para, no se detiene, sigue siendo un sacerdote en activo, milagrosa salud emana de su mirada y su hablar, una lucidez impecable.

Dice que los achaques de la vida no son nada, pues ha sido testigo de las grandes guerras en el mundo, conflictos y crisis mundiales; como también ha sido testigo y es sobreviviente del COVID 19 a pesar de estar vacunado. Dios se manifiesta con su poder en la salud y vida del Padre Luis Urriza de 100 años…

– Padre Luis, gracias por concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Nos puede decir su nombre completo, cuántos años tiene, dónde nació usted y dónde vive actualmente?

Tengo aquí mi certificado de nacimiento. Nací en agosto 19 de 1921, en Lerín, Navarra, que es un pueblo pequeño en la montaña, muy bonito. Mi nombre completo es Luis Urriza Tres. 

Entonces en agosto voy a cumplir nada más que cien años.

– ¿Qué significa para usted cumplir esta edad?

Desde luego que no pienso mucho en ello. Diosito no quiere que me vaya aún con Él.

– ¿Cómo podría describir su vida? ¿Qué ha hecho usted de su vida? Si tuviera que darle cuenta a Dios, ¿qué le diría de estos cien años?

Muchas cosas. Como dije ya, nací en Lerín, Navarra; estuve en el pueblo, y yo era muy revoltoso. Luego me fui al Seminario a los 12 años.  Después de unos años ahí, vino la guerra civil, y todos los seminaristas mayores que yo tuvieron que ir a la guerra, los llamaron a la guerra; yo me quedé en puerta.

PADRE LUIS

Y, mientras ellos estaban en la guerra, a mí me pusieron a dar clases en la escuela que teníamos de niños; yo tenía 16 o 17 años, y enseñaba a niños pequeñitos en la escuela.

Después que terminó la guerra, continuamos en el Seminario, terminamos las clases y estuvimos un año en el Escorial porque no había profesores. En el Escorial mataron a más de cien sacerdotes.

Después volvimos a nuestras ciudades. Después de la guerra estuve en Calahorra, luego en León por un tiempo, y después volví  a Calahorra. Cuando ya era sacerdote, estuve 2 años con los jóvenes, dando clases de latín, de griego, de música y de muchas cosas más, ¡de todo! Me sentí muy cansado, porque eran demasiadas cosas.

Después el párroco de Nuestra Señora de Guadalupe en Port Arthur, Texas, estaba empeñado en que yo viniera aquí para hacer de organista. Pero resulta que me llamaron a hacer el servicio militar; así que estuve 2 años en el servicio militar en España.

– ¿Ahí traía fusil?

No, yo era capellán. Oficiaba la Misa y daba unas clases a los soldados.

Al terminar los 2 años, como el padre del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe estaba decidido a que yo viniera a Port Arthur, me decidí a venir para ser el organista. Y sigo dando clases de música.

– ¿Y en ese entonces sabía inglés?

No sabía ni pío. Tuve que aprender. Cuando yo llegué a Estados Unidos tenía entre 27 y 28 años. Y me quedé.

El problema es que, cuando yo llegué aquí, vino otro sacerdote de Puerto Rico, que también era organista, y me quitó el lugar. Yo me quedé sin nada, sin puesto aquí. Éramos 7 u 8 sacerdotes en la casa, y no hacíamos nada, prácticamente nada más que decir una Misa en latín en alguna parte. 

El obispo me preguntó si quería trabajar en Beaumont, Texas. Yo ni sabía que existía Beaumont; pero me puse a averiguar que había en Beaumont  y me enteré de que había entre 200 y 300 familias hispanas, y que no había iglesia en Beaumont.

PADRE LUIS

Entonces le escribí una carta a mi superior en España hablándole de Beaumont, y me dijo que yo me encargara de los hispanos de Beaumont. 

– ¿Entonces pertenece usted a alguna congregación religiosa?

Sí, a la de los Padres Agustinos.

– ¿Quién es su fundador y cuál es su carisma?

¡San Agustín! Nuestro carisma es la educación y la misión.

Y, bueno, continuando con mi historia, le enseñé la carta de mi superior al obispo, y éste me dijo: “Comience la Misa mañana mismo en una casa”. Como no había templo, tuve que empezar yo desde el principio. Ya te puedes imaginar todo el trabajo que tuve para averiguar dónde estaban los hispanos, etcétera, etcétera.

– ¿Y con cuantas familias pudo empezar la Misa?

Con unas 15 o 20 familias. Y, sí, empezamos en una casa, y todavía existe esa casa.

– ¿De quién era la casa?

De la familia Pantoja.

– ¿Ellos se la prestaron a usted?

Ellos vivían en ella, y yo iba a su casa a decir Misa los domingos.

Esta casa estaba detrás de una iglesia que se llama San José, de los italianos, y después ellos me dejaron un pedacito pequeño, pequeño, para decir Misa los domingos. Ahí celebramos la Misa dominical como 2 años, hasta que se compró un terreno de 6 acres, que es el que tenemos ahora, y comenzamos a hacer la iglesia. 

– ¿Cómo se llama la iglesia?

Cristo Rey.

Y, cuando la terminamos, no teníamos dónde hacer otras actividades, y un día vi un anuncio en el periódico de la ciudad donde decía que vendían barracas. Las barracas eran casas de los soldados, que obviamente ya estaban desocupadas.

Fui a la ciudad a preguntar por las barracas, y me contestaron: “¿Cuántas quiere?”. Yo ni las había visto, así que pensé y dije: “Deme 2”. Así que me dieron dos barracas.

PADRE LUIS

Resulta que las barracas  miden 120 pies de largo, y eran de 2 pisos y amuebladas todas.

– ¿Y a buen precio?

¡A nada, me las dieron gratis!

– ¿Por qué?

No sé por qué, pero me las dieron. Todo el material y lo que había en esas casas lo tuvimos que traer al lugar nuestro, y vendimos todo lo que tenían adentro. Traer el material nos llevó varios meses, pero era material muy bueno, madera muy buena. Con el dinero de la venta hicimos el piso de un salón de 80 pies por 40. El salón lo comenzamos a hacer los hombres de la parroquia; lo hicimos poco a poco, trabajando los sábados y los domingos. Todo fue gratis.

Y cuando ya casi estábamos terminando el salón, vino un señor que yo no conocía, italiano, y me die: “Padre, ¿quiere que hagamos el bingo?”. Yo no sabía qué era el bingo. Le pregunté para qué era, y me respondió que para hacer dinero. Entonces, cuando los baños estuvieron listos, comenzamos el bingo. ¡Y nos fue muy bien! Varios años estuvimos con el bingo, y con el dinero hicimos la casa donde vivimos ahora, una casa muy buena. El obispo nos había dicho: “Quiero que hagan una casa muy bien para que el sacerdote esté satisfecho y viva bien”.

Hicimos el contrato para la casa en 35 mil dólares en aquellos años, y terminamos la casa y pagué 27 mil; se lo conté al obispo y no me lo creía. Le expliqué que era porque el contratista no cogía el dinero, y le pagaba yo directamente a los trabajadores.

Es una casa de dos pisos, de ladrillo, muy bonita. Y cuando terminamos la casa, al año siguiente me mandaron a otro lugar. Ya no disfruté de la casa.

– Así son las cosas de Dios…

Hablando de las cosas de Dios, en mi pueblo, Lerín, hace años, 1500 y tantos, había un virrey que se llamaba don Luis de Beaumont, o sea el mismo nombre de la ciudad donde estoy ahora. Así que Diosito me mandó a Beaumont. Dicen que el virrey de mi pueblo era muy malo, jefe de los puertos de alrededor.

– ¿Y en Texas es otro Beaumont?

Acá es una ciudad de 120 mil habitantes poco más o menos; está cerca de Houston. 

De aquí me mandaron a un pueblo llamado Waxahachie, Texas, cerca de Dallas, donde estuve unos meses nada más; ahí teníamos misiones pequeñas. Y de ahí me mandaron a San Antonio, Texas, donde tuve que hacer otra iglesia.

PADRE LUIS

Había una iglesia muy bonita que habían hecho los polacos; pero se compraron todos los terrenos de la iglesia, y tuvimos que tumbar el templo, el salón y la escuela. Entonces tuve que buscar un lugar dónde hacer nuestra iglesia nueva.

Compramos 14 casas, luego vendimos algunas y nos quedamos con el terreno para hacer la iglesia, el salón y la escuela. La iglesia se llamó San Miguel, Saint Michael. 

Es una iglesia muy bonita, moderna. Me costó mucho, mucho hacerla porque a los que estaban en las oficinas del Arzobispado no les gustaba la idea. Pero por fin me la hicieron. Ahí estuve 11 años, en San Antonio.

Después de esos 11 años vino a San Antonio un equipo que se llama Movimiento por un Mundo Mejor, y estuvieron haciendo retiros en todas las iglesias. A mí me llenó el retiro de este Movimiento, y me uní a ellos. Me mandaros a hacer el entrenamiento por 6 semanas, y me quedé con ellos en Washington, donde teníamos 2 casas del Movimiento.

– ¿Para qué era el entrenamiento?

Para hacer retiros del Movimiento por un Mundo Mejor, que más que nada se dedica a buscar la unidad. Fue fundado por el padre Lombardi; él ya murió, era jesuita italiano.

Estuve año y pico con el Movimiento. Acudíamos desde Washington a las iglesias donde nos llamaban, y me mandaron a comenzar este Movimiento en español en Nueva York.

Yo estaba muy contento y me gustaba mucho el Movimiento, pero me llamó mi superior para decirme que me necesitaban otra vez en  Beaumont. ¡Y volví a Beaumont! Era 1977. ¡Y aquí estoy ahora, desde 1977 hasta la fecha! En Cristo Rey, en mi iglesia.

– ¿Cuántos años de sacerdocio tiene usted?

77 años.

– ¿Y qué significa para usted Cristo Rey a lo largo de cien años de vida y 77 de sacerdocio?

Pues mi vida entera, aquí he pasado de todo. Y gracias a Dios estoy bien; todavía estoy aquí de párroco.

– ¿Se siente protegido por Cristo Rey?

Claro que me siento protegido por Cristo Rey. ¡Seguro! Y por el obispo también.

– ¿Vive en comunidad, padre Luis, o con algunos hermanos?

No. Yo vivía solo, pero ahora tengo aquí a un sacerdote de Nigeria, agustino también. Habla bastante bien el español; estuvo en Canadá primero.

– ¿Es su vicario?

No, nada más está ayudándome a mí para que no esté solo.

– ¿Entonces usted en qué diócesis está incardinado?

En la diócesis de Beaumont. Cuando yo llegué Beaumont no era diócesis, sino que la erigieron después. 

– ¿Continúa siendo usted de la orden religiosa de los agustinos?

Así es. Tenemos otra iglesia, la de Guadalupe, a donde iba a ir yo; ésa fue la primera iglesia de los agustinos.

– ¿Cómo cuántos bautizos ha realizado usted, cuántas primeras Comuniones ha presidido, y como cuantos sacramentos del Matrimonio?

 ¡Uy! Sólo el año pasado yo realicé 187 bautizos. Más que ninguna iglesia de Beaumont.  

– ¿Puro hispano?

Sí, puro hispano. 

– ¿Y confesiones?

Vienen a confesarse todos los días; les he dicho que vengan a la hora que quieran, y están viniendo a todas horas.

Este año hicimos 104 primeras Comuniones. Matrimonios no hubo muchos; 10 o 12 al año, pero también es más que en ninguna otra iglesia.

Este año tuvimos 84 confirmaciones.

PADRE LUIS

– Seguramente algunos de los que usted bautizó ya le llevaron a sus hijos…

¡Sí! Muchos me dicen: “Padre, usted me bautizó”. Me encontré con una señora que me dijo: “Padre, usted bautizó a mi hija, que ahora ya tiene 36 años”. También hay un sacerdote al que yo bauticé, y a todo el que encuentra por ahí le dice: “A mí me bautizó el padre Luis”.

– ¿Ha sido padrino?

Padrino no, he bautizado pero nunca he sido padrino.

Durante cien años el mundo ha cambiado mucho. Platíquenos de cuál ha sido su visión: una guerra civil en España, la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Vietnam, etc. Tantas cosas… ¡Una pandemia que acaba de suceder! ¿Usted qué piensa de toda esta historia?

Son muchos años, pero no pienso en eso, voy a llegar hasta donde Dios quiere nada más. 

Pasa uno por tantas cosas; guerras y más guerras; y esta pandemia, pero también una que hubo antes. Cosas terribles, pero aquí estoy. 

– ¿Cuál cree que haya sido la clave del éxito para mantenerse fiel a su vocación?

Pues que Dios me quiere aquí, eso es todo. Que Dios me quiere aquí y me ha dado la salud para estar aquí y seguir para adelante. ¡Y con gusto además! Hasta que Dios quiera.

– ¿Qué pasó con sus papás y sus hermanos? ¿Se quedaron en España?

Mis papás se quedaron en España; y yo no los podía estar yendo a ver porque entonces sólo nos dejaban salir de vacaciones cada 10 años. Así que estuve 10 años sin verlos, pero finalmente pude ir a España y verlos, pues aún vivían los dos. 

– ¿Y qué opinaban de que usted se hubiera ido a otro continente, y de que fuera sacerdote?

Nada; mi madre encantada de tener un hijo sacerdote, mi madre era una mujer de iglesia. En su tiempo trabajaba mucho en la iglesia; era modista, así que arregló muchos de los ornamentos de la iglesia.

– ¿Cuántos hermanos tuvo usted?

Dos, un hermano y una hermana. Todavía viven. Mi hermano está retirado, él fue secretario de un pueblo cerca de Pamplona. Y mi hermana es ama de casa, tuvo 6 hijos.

– ¿Sus sobrinos han ido a verlo a Beaumont?

Uno de ellos sí ha venido aquí. Estuvo conmigo un año, mientras estudiaba en la universidad.

– ¿Cómo ha sido su vida en cuestión de enfermedades? ¿Las ha tenido? ¿Cómo las ha librado?

He tenido muchas enfermedades, pero sigo para adelante. Y tuve covid. Me pusieron las dos dosis de vacuna, y de todos modos me contagié; me pusieron la Pfizer. Estuve unos días internado en el hospital, luego volví a casa y aquí estoy.

– ¿Y qué pensó cuando se enfermó de covid?

Nada, sólo que quería salir del hospital.

– ¿No tuvo miedo?

Miedo no.

– ¿Considera que el mundo ha cambiado con la pandemia? ¿Cree que algo va a ayudar para concientizar más a los seres humanos?

Espero que sí. No lo sé de seguro, pero espero que nos demos cuenta de que hay que ayudarnos.

– ¿Cómo la pasó usted durante el confinamiento por la pandemia?

Estuvimos nada más 2 semanas sin celebrar Misa; después ya empezamos con las Misas virtuales. Me veían en España, y en toda Hispanoamérica. 

– ¿Qué piensa de los hispanos?

¿Qué quieres que piense? Me he llevado muy bien con ellos; aunque también he tenido problemas con algunos, pero, bueno, vamos tirando para adelante. Hay toda clase de gente, de personas, como es normal; cada cual tiene sus pensamientos y sus ideas. 

– ¿Y cuál es su comida favorita, padre Luis?

Yo me como lo que me traen. Hay una señora muy buena que me trae de comer todos los días. 

– ¿Y le gusta de todo? ¿Puede comer de todo?

Sí, de todo. Menos menudo, el menudo no me gusta, no sé por qué.

– ¿Los tacos?

Tacos sí, pero no como muchos.

– ¿Cuál es la clave para tener salud y vida?

La clave es trabajar. Yo no paro. No hay que perder el tiempo.

– ¿Usted hizo deporte alguna vez?

Sí, en el Seminario me gustaba la pelota, pelota de mano. En Estados Unidos ya no hice ningún deporte.

– ¿Puede contarnos alguna anécdota, algún momento difícil que haya pasado a lo largo de su sacerdocio o de su vida?

Algo que tuvo que ver con el obispo que me dio permiso para construir la iglesia. Después de años un día me dice: “Oiga, ¿cuándo me va a pagar los 16 mil dólares que pagué yo por el terreno?”. Yo no tenía dinero en el principio, por eso él pagó por el terreno. Pero se murió y se acabó el asunto.

– ¿Cómo le va a usted con las nuevas tecnologías, con las computadoras, los teléfonos, las redes sociales? Usted vivió la época de la televisión en blanco y negro, el teléfono normal, el telegrama… Y ahora el internet. ¿Cómo se desenvuelve con las nuevas tecnologías?

Mal, mal. No me he metido a las redes sociales, pero debería haberlo hecho.

– ¿Cómo va a festejar usted sus cien años?

Ahí no me he metido yo. Pero me dicen que vamos a tener una Misa con el obispo y todo el clero diocesano; va a ser al mediodía, y después habrá una comida con el clero. Luego, a las 6 de la tarde habrá otra Misa para el pueblo, y después habrá una cena en un hotel.

– A continuación quisiera hacerle esta pregunta a Jesús, asistente y brazo derecho del padre Luis. ¿Jesús, qué ha significado para ustedes conocer al padre Luis?

Él siempre ha sido la voz de los latinos en la diócesis; nos apoya y nos defiende. Ésta es una zona bien racista, una de las más racistas de Estados Unidos. No sé si el padre Luis te contó la historia del muchacho que murió en un baile, cuando apenas empezaba. Estaba juntando dinero para la parroquia, con bailes; y en uno de los bailes se murió un muchacho, y el padre Luis no tenía templo parroquial todavía, así que se fue a lo que hoy es la Catedral, y ahí había un monseñor, y el padre Luis le pidió que le prestara Óleos, y el monseñor le aventó la puerta en la cara. 

– ¿Quiere continuar el relato, padre Luis?

Sí. Luego fui con otro sacerdote, a otra iglesia, y me pasó lo mismo. Por fin, a la tercera, por fin me prestaron los Santos Óleos. 

Después, el primero que me dio con la puerta en la cara, el monseñor, vino a verme al departamento donde yo vivía, que me prestaba una familia, y me preguntó: “¿Qué pasó con aquel muchacho?”. Le contesté: “¡Que se murió!”. Le había dado un ataque al corazón, aunque era muy joven.

– ¿Y con qué mensaje final quiere terminar esta entrevista?

Que sigan las reglas de la Iglesia y que sean fieles a la Iglesia todos; que sean hermanos y hermanas, que no haya racismo jamás.

– Una pregunta más; ¿cómo le gustaría ser recordado? ¿Quizá como un sacerdote alegre, servicial?

Alegre sí, siempre, ¡siempre!

Jesús V. Picón, Aleteia

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lunes, 28 de junio de 2021

No podía tener hijos y rechazó tratamientos que ofendieran a Dios: ha adoptado dos y es feliz

                                 Cristina Mitidiero es pediatra y habló contra el aborto ante los diputados


Cristina Mitidiero no quiso tener hijos en una forma que ofendiera a Dios.

En su juventud, la pediatra argentina Cristina Mitidiero padeció una endometriosis que le impidió de por vida quedar embarazada. Siempre quiso tener una familia numerosa, pero al casarse, rechazó, por su fe y sus sólidos principios bioéticos, los métodos de fecundación artificial que le proponían.

Un retiro y una carta al Papa Francisco fueron suficientes para saber qué hacer. Ahora, Cristina ejerce una feliz paternidad en adopción junto a su esposo y defiende la vida en un país que acaba de aprobar el aborto.

El problema del sufrimiento

Cristina se educó junto con sus cuatro hermanos en una familia católica, y recuerda especialmente la fe de su madre, de origen polaco: “Nunca en su vida se saltó una misa”.

Cuando empezó a estudiar medicina, vivió en primera persona el dolor y el sufrimiento ajeno: “Fue un choque muy brusco. Desde mi infancia vi que Dios es amoroso y protector, y ver la otra cara de la moneda, la maldad, la cruz y el sufrimiento es algo que no entendía. Me enojé mucho con la fe, pero nunca la abandoné”.

La "doctora muerte"

“Cuando empecé la especialidad de pediatría", recuerda, "entró una bebé de 5 meses. Falleció, y el médico me pidió que fuese a decirle a la familia que su hija había muerto. La muerte de esta niña lo cambió todo. Recuerdo que salí con los padres y nos sentamos a rezar. Varios niños fallecieron en mi guardia, y las enfermeras comenzaron a apodarme `doctora muerte´, pero el terapista seguía encargándome que diese las noticias”, explicó recientemente al ofrecer su testimonio para Faro Films.

Fue entonces cuando supo lo de su propia enfermedad: “Siempre había querido ser madre de muchos niños, pero poco después me diagnosticaron endometriosis y que me iba a costar mucho ser madre. Llegó a mis manos el Diario de la Divina Misericordia, de Santa Faustina, y me empezaron a pasar cosas extrañas. Recuerdo que un día pedí una señal a Dios ante el sagrario para saber si me tenía que casar con mi futuro marido. De repente, inmediatamente después, apareció en misa y me tocó el hombro saludándome”.

Rezaba por quienes fallecían alrededor

“Un día estaba en plena charla con mi novio y una amiga cuando una persona se tiró del edificio al lado nuestro. `Reza, reza, reza por esa persona´, le dije, y rezamos el rosario”, cuenta Cristina: "Un día, hablé con un sacerdote pensando que la muerte me perseguía, y me dijo: `Ahí está tu función, Dios te quiere para interceder porque quizá nadie hubiese rezado por ellos`”.

Desde ese día, Dios es tan bueno que ningún paciente mío ha fallecido. Incuso daba por muertos a algunos pacientes por los que no había nada que hacer, consolaba a los niños, rezaba la coronilla de la Divina Misericordia... y en varias ocasiones aparecían caminando, curados, preguntando por mí”, celebra.

Un retiro de Emaús

Cristina y Alejandro se casaron, y pasados los años no se quedaba embarazada: “Me ofrecieron tratamientos, pero no quería ofender a Dios con mi matrimonio, y no sabía si con esos métodos iban a hacer que Dios estuviese contento conmigo. Hicimos un viaje a Medjugorje para pedir un hijo sin ofender a Dios”.

La aclaración llegó luego: “En plena búsqueda, nos invitan a un retiro de Emaús. Ahí sentí que Dios me buscaba, como si me revelara el amor que me tenía, supe lo desagradecida que había sido con un Dios que me quería tanto. Entré pidiendo ser madre y salí buscando Su voluntad”.

Adopción

Mientras, durante el tratamiento se fue perfilando la solución: “Dios me fue poniendo médicos provida que me ayudaban a discernir cual era la voluntad de Dios con mis hijos y los tratamientos que recibía, hasta que una de ellos me habló de la adopción”.

Cristina y Alejandro decidieron preguntarle al Papa: “Le escribimos para saber qué hacer ante la propuesta de la fecundación in vitro. Nos dijo que rezásemos juntos y que fuésemos testimonio de Dios para los demás”. Poco después, “nos llamaron para conocer al juez el 26 de diciembre. Tras una larga charla nos preguntó: ` ¿Están en condiciones para recibir a Esteban hoy mismo?´. Tenía 2 meses y medio y desde aquel día, éramos sus padres”.

Militante provida

“Nunca entendí cómo las personas pueden proteger a los animales en lugar de a un ser humano indefenso. Siendo mamá de un bebé, empezaron las marchas del aborto, y me propusieron hablar a los diputados a favor de la vida”: fue así como participó como asesora en los debates de la cámara de Diputados argentina.

Recuerda pasar las madrugadas estudiando los métodos abortivos para preparar su exposición: “Nunca he leído nada tan horroroso como las técnicas del aborto. Soñaba con ello, y como médico, sabía que el bebé lo siente todo, incluso el hecho de no sentirse amados… Desde entonces, participé como defensora de la vida en multitud de ocasiones”.

Durante su exposición ante los diputados mencionó a la madre biológica de su hijo: “Le voy a estar agradecida toda mi vida. Siendo una muy pequeña adolescente, quedó embarazada en la situación más traumática que se puedan imaginar. Gracias a la ayuda de un desconocido decidió darlo en adopción. Hoy yo sé que está tranquila porque su hijo está al cuidado de otra familia. Este es mi bebé. El más feliz del mundo, que se salvó de este holocausto”.

El segundo hijo

Tras bautizar a Esteban, “Dios se las ingenió para enseñarnos que los hijos no nos pertenecen ni vienen para satisfacer una necesidad personal. Para mí tener un solo hijo ya era la plenitud, pero en plena pandemia me llamaron un 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, preguntándome si queríamos ser papás de un bebé que se llama Marcos. Tenía 9 meses cuando llegó, ahora tiene un año y 4 meses. Cuando pasó todo esto, nunca imaginé que podría ser mamá de dos niños. Ahora lo único que me importa es que lleguen al cielo".

ReL

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¿Pensaste que tu vida sería fácil por ser católico?

 

YOUNG WOMAN



<b>8.Planifica pero no pases todo el tiempo preocupándote</b><p> Es bueno planear para el futuro

o y enfocar las tareas pequeñas hacia un objetivo mayor. Pero asegúrate de vivir el proceso y estar feliz la mayor parte del tiempo. Tampoco tengas miedo de admitir que estabas equivocada sobre la carrera de tus sueños. Permite que aparezca una nueva inspiración. Se pierde tanto tiempo y energía en preocuparse por cosas que no eran tan malas como creíste y que en realidad te estaban marcando el camino. Claudio de Castro - publicado el 20/06/21

Sufrimos y no comprendemos por qué ocurre

Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones.”
 (II Timoteo 3, 12)

Ser católico es lo mejor que me ha pasado. Me siento feliz, acogido en nuestra santa Madre Iglesia. No es perfecta, pero la amo. Sé también que practicar la fe, perseverar en la oración, no me librará de las dificultades de la vida diaria, al contrario, en el camino enfrentaré situaciones de las que solo podré salir con la ayuda de Dios.

Debo confesarte que hay actitudes que nunca he comprendido, como el afán de hacer daño al prójimo. ¿En qué momento olvidamos que todos somos hermanos?

Sufrimos y no comprendemos por qué ocurre.

A mí, en lo personal me cuesta mucho entenderlo. No es primera vez que escucho a un sacerdote en su homilía decir: “Muchas  personas se acercan a mí preocupadas y me dicen: padre, voy a misa todos los días, rezo el santo Rosario, me confieso, hago todo el bien que puedo y sin embargo me pasan cosas malas. ¿Por qué? “

¿Por qué les pasan cosas malas a las personas buenas?

Es una pregunta recurrente en la que muchos han reflexionado tratando de comprender y encontrar una solución.  Creo que las respuestas están en las Sagradas Escrituras. Debemos leer la Biblia.

A veces se trata de la pedagogía de Dios. Te está corrigiendo para que seas compasivo, humilde, perdones a tus enemigos, y eleves la mirada al cielo. Abre tu Biblia y busquemos en Hebreos 12

“Hijo, no te pongas triste porque el Señor te corrige, no te desanimes cuando te reprenda; pues el Señor corrige al que ama y castiga al que recibe como hijo. Ustedes sufren, pero es para su bien, y Dios los trata como a hijos: ¿a qué hijo no lo corrige su padre? Si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serían bastardos y no hijos. Además, cuando nuestros padres según la carne nos corregían, los respetábamos. ¿No deberíamos someternos con mayor razón al Padre de los espíritus para tener vida? Nuestros padres nos corregían sin ver más allá de la vida presente, tan corta, mientras que El mira a lo que nos ayudará a alcanzar su propia santidad. Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien duele; pero con el tiempo, si nos dejamos instruir, traerá frutos de paz y de santidad.”

La pedagogía de Dios es muy especial y puedes reconocerla, al final del camino, cuando todo cobra sentido. Tal vez si vives en este momento una situación difícil que no comprendes, ayudarían la oración fervorosa, que te abandones en las manos amorosas de Dios y le pidas su consuelo y Misericordia. Dios que es amor, nunca te abandonará. Te lo garantizo.  ¡Ánimo!

Claudio de Castro, Aleteia

Vea también    El  valor del sufrimiento - P. J. Loring sj



























domingo, 27 de junio de 2021

El Parlamento Europeo declara como ley el "derecho a MATAR"

 


Dios nos tenga misericordia

El Parlamento Europeo ha votado en favor del "derecho al aborto"


En esta ocasión, en Fuerza Popular y en Unión por el Perú los votos fueron partidos. Los fujimoristas Gilbert Alonzo Fernández y Marco Antonio Pillingue respaldaron esta vez la propuesta, mientras que otros de sus colegas cambiaron su voto en contra de la primera votación a abstención.

Esto también ocurrió en Unión por el Perú, agrupación que en la primera votación respaldó en bloque la reforma. Ayer, tres parlamentarios se abstuvieron mientras que su vocero, José Vega, votó en contra.

Así fue segunda votación de la reforma

CongresistaBancadaVoto
Rita Elena Ayasta de DíazFuerza PopularAbstención
Martha Chávez CossíoFuerza PopularEn contra
Diethell Columbus MurataFuerza PopularEn contra
Mártires Lizana SantosFuerza PopularAbstención
Carlos Mesía RamírezFuerza PopularEn contra
Liliana Pinedo AchacaFuerza PopularEn contra
María Luisa Silupú IngaFuerza PopularAbstención
Gilmer Trujillo ZegarraFuerza PopularEn contra
Valeria Valer ColladoFuerza PopularAbstención
Napoleón Vigo GutiérrezFuerza PopularAbstención
Miguel Angel Vivanco ReyesFuerza PopularEn contra
Edward Zárate AntónFuerza PopularEn contra
José VegaUnión por el PerúEn contra
María Isabel BartoloUnión por el PerúAbstención
Javier MendozaUnión por el PerúAbstención
Rubén RamosUnión por el PerúAbstención


Aplauden el "derecho a matar"