Esperamos que nuestro pastor y amigos no se den cuenta que nos vamos temprano pero Alguien sí La mayoría de nosotros lo ha hecho al menos un par de veces.
Vamos directos a la puerta con la cabeza gacha nada más recibir la comunión porque tenemos algo importante que hacer.
Confiamos en que el pastor y nuestros amigos no se den cuenta. Tal vez ellos no lo noten. Pero hay Alguien que sí.
Como
hermana religiosa en Estados Unidos, he viajado bastante de aquí para
allá y me sorprende lo radicalmente diferentes que pueden ser unas
parroquias de otras según la zona del país.
Soy de Oklahoma y allí
rara vez verás a alguien saliendo de misa antes de tiempo. Solía vivir
en California y, en la parroquia a la que asistía, la gente llegaba
tarde y a veces se iba pronto.
Ahora vivo en el noreste y me sorprende que tanta gente deje la misa antes de que termine . Es un fenómeno interesante.
Un
incidente aislado no es algo que me preocupe, pero si la mitad de los
feligreses se han fugado al aparcamiento antes de que termine el canto
final, mi corazón se entristece un poco.
A
veces me gustaría correr detrás de estas personas que veo salir
apresuradamente de la iglesia justo después de recibir la comunión para
decirles “¡Tenéis a Jesús dentro de vosotros! ¡Tomaos aunque sea un
minuto para hablar con Él, para darle gracias, para amarle!”.
¿Necesitas
más motivación para quedarte un poco más hasta haber completado la
misa? ¿Sabes de alguien que no le vendría mal algún acicate?
Aquí
tienes algunas razones por las que yo me quedo hasta el final de la misa
(además del hecho de que soy monja y sería un poco escandaloso si
saliera corriendo tras la comunión de cada domingo):
La comunión es conversación Cuando
recibimos la comunión, recibimos al mismísimo Jesús. Si comemos y
salimos corriendo es como ir a visitar a un amigo y precisamente en el
momento en que ya puede sentarse y dedicarnos tiempo plenamente, nos
levantamos de repente y salimos corriendo por la puerta mientras
gritamos: “Ha sido fantástico pasar un rato contigo, ¡hasta la semana
que viene!”. En la comunión hay que conversar con nuestro Señor y
Salvador. Y para poder conversar de verdad tenemos que saborear ese
momento especial con Él y aprovechar ese breve momento de intimidad con
nuestro Señor.
No está bien ser irrespetuoso En
el convento, antes de la misa tenemos media hora de meditación en
silencio sobre el Evangelio. Algunas veces llego tarde y entro
rápidamente mirando hacia abajo, avergonzada de que todas puedan ver que
me he quedado dormida. Hace poco me di cuenta de que mi motivación para
llegar a tiempo no debería ser evitar la vergüenza, sino el hecho de
que voy a ver a Jesús. ¿Por qué nos preocupamos tanto de las reacciones
de los demás y tan poco de la reacción de Jesús? Pensamos: Tengo que darme prisa porque me queda mucho que hacer, que si esto, que si lo otro, ¡no puede esperar!
¿Por qué nos resulta tan fácil irnos tan rápido, incluso llegando tarde
a veces, cuando es el Creador del Universo el que nos espera para
reunirse con nosotros?
Ir a misa no es hacer un recado A
menudo, cuando veo a personas salir corriendo de misa, me da la
sensación de que están tachando de la lista uno de los recados de ese
día y que estaban deseando pasar a lo siguiente. La vida cristiana no es
una lista de tareas. Es una invitación a tener una relación con Dios.
Si vamos a misa por un sentido de responsabilidad, es cierto que
estaremos evitando el pecado mortal, pero contentarnos con evitar el
pecado mortal no es precisamente el objetivo de la llamada de nuestra
vida espiritual. Nuestra vocación da para mucho más. Estamos llamados a
relacionarnos, a santificarnos, a transformarnos.
La bendición final es importante El Día del Perdón, Zacarías, padre de Juan Bautista, tuvo el honor de entrar en el Sancta Sanctorum el
día que el ángel le dijo que su esposa y él tendrían un hijo. El pueblo
esperaba con entusiasmo a que él les diera su bendición tras hacer la
ofrenda de incienso. Cuando Zacarías regresó mudo porque no pudo creer
el mensaje del ángel, la falta de una bendición amplificó la deshonra y
la tragedia de haber perdido su voz. Estoy segura de que los allí
presentes volvieron a casa muy decepcionados. Las bendiciones son un tesoro.
Cuando un sacerdote, que por su ordenación está configurado con Cristo,
da su bendición final, estamos siendo bendecidos por Dios mismo. Si
Jesús estuviera preparándose para darnos su bendición antes de que nos
fuéramos de misa para volver al mundo, ¿no le esperarías?
Recibes MÁS gracia Según el Catecismo, “los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (CIC 1128 ).
El poder de los sacramentos está en ellos y también se deriva de ellos,
pero la cantidad de poder que cala en nuestras almas y se desarrolla en
nuestras vidas depende de nuestra disposición. Si salimos con prisas de
la iglesia tras la comunión, no es muy probable que nuestra disposición
sea la de un conocimiento reverencial del asombroso hecho de estar
consumiendo el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Dios
mismo. No es poca cosa. Así que merece una actitud y una disposición de
gran respeto, aunque fuera sólo porque a todos nos hace falta toda la
gracia que podamos recibir.
¿Se te ocurren más motivos? Pues me encantaría escucharlos.
¡Escríbelos en los comentarios!
Theresa Aletheia Noble, FSP , es autora de The Prodigal You Love: Inviting Loved Ones Back to the Church. Pronunció sus primeros votos con las Hermanas de San Pablo. Escribe en el blog Pursued by Truth.
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