Concilio Vaticano II |
“Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo”
Como la Iglesia es toda ella misionera y la obra de la evangelización es deber fundamental del Pueblo de Dios, el Concilio invita a todos a una profunda renovación interior, a fin de que, teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusión del Evangelio, acepten su participación en la obra misionera entre los gentiles… Todos los fieles como miembros de Cristo vivo, incorporados y asemejados a él por el bautismo, por la confirmación y por la Eucaristía, tienen el deber de cooperar a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a la plenitud (Ef 4,13). |
Por ello, todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia
de su responsabilidad para con el mundo, fomentar en sí mismos el
espíritu verdaderamente católico y consagrar sus energías a la obra de
la evangelización. Sepan todos, sin embargo, que su primera y principal
obligación en pro de la difusión de la fe es vivir profundamente la vida
cristiana. Pues su fervor en el servicio de Dios y su caridad para con
los demás aportarán nuevo aliento espiritual a toda la Iglesia, la cual
aparecerá como estandarte levantado entre las naciones (Is 11,12), “luz
del mundo” y “sal de la tierra”. Este testimonio de vida producirá más
fácilmente su efecto si se da juntamente con otros grupos cristianos,
según las normas del decreto sobre el ecumenismo. (EDD) |
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