1480. 28 de noviembre. Hora Santa.
¡Por qué dudas, alma de poca fe? ¿He sufrido alguna disminución desde ayer? ¿Podría Mi Amor hacia ti haber desfallecido, o crees que si te amo es por tus méritos?
Piensa que puedo amarte precisamente por tu miseria y recuerda que el amor no calcula nunca sus intereses. Y sobre todo, el Amor de un Dios.
Siempre te he tomado tal y como eres, con todas tus pobrezas. ¿O no? Entonces, ¿por qué después de tantos favores habrías de dudar de Mi Bondad misericordiosa? ¿No te he dicho y repetido que la Justicia viene solamente hasta el final?
Cierra tus ojos a ese temor que te paraliza en tu impulso y arrójate en Mis Brazos. Bien sabes que reposarás sobre Mi Corazón de dulce Pastor. Lo que importa sobre todo es la Unión de nuestras dos voluntades: en la Tierra como en el Cielo.
Que no haya en ti rechazo alguno; que todo sea aceptación. Y no por constreñimiento, sino por ternura, por deseo de penetrar más adentro en la Unión. Piensa que, más unida a Mí, tendrás con mayor facilidad tu pecador de cada día. Porque más unida, eres más pequeña en ti misma y más grande en Mí.
Aproxímate a tu Cielo. Y el Cielo es la Unión; tu espíritu en el Mío. Comencemos hija Mía, bien Mío.
Aproxímate a tu Cielo. Y el Cielo es la Unión; tu espíritu en el Mío. Comencemos hija Mía, bien Mío.
ReL
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