Este manifiesto contra la tecnología como eje educativo principal durante la pandemia recoge las preocupaciones compartidas por muchos padres y educadores en estos momentos de cambio e incertidumbre
No cabe duda que gracias a las tecnologías aplicadas a la educación muchos niños y niñas han podido seguir el curso académico durante la reciente pandemia. La incertidumbre que atravesamos está llevando a muchas instituciones educativas a invertir decididamente en este tipo de herramientas digitales que, en el hipotético caso de un segundo confinamiento, podrían ayudar a mantener –siquiera de forma rudimentaria- la marcha del curso. En efecto, no son uno ni dos los colegios que, en el contexto de la pandemia, han tomado la decisión de pasarse a las tabletas y de dar un decidido protagonismo a las tecnologías aplicadas a la educación.
Esta progresiva apuesta por lo digital suscita preocupación en muchos padres y educadores. En concreto, en el mes de agosto se ha hecho público un manifiesto suscrito por decenas de entidades y centenares de profesionales –psicólogos, pedagogos, profesores, maestros-, que reivindica una educación presencial y personal, y pretende mantener a raya esta deriva hacia lo digital que se observa en el panorama educativo.
Veamos brevemente cuáles son las cinco principales peticiones de los firmantes del Manifiesto, que traslucen preocupaciones compartidas por muchos padres y educadores en estos momentos de cambio e incertidumbre.
LIMITAR EL TIEMPO FRENTE A LA PANTALLA.
La principal aspiración del Manifiesto consiste en reducir el tiempo que los niños pasan en frente de las pantallas. Con la buena intención de tener a los niños “ocupados” durante las largas horas en casa, o con la pretensión de seguir ofreciendo un servicio educativo completo, muchos colegios han sobrecargado durante la pandemia a los menores con interminables tareas y clases delante de pantallas.
Los firmantes del Manifiesto alertan frente a los riesgos cognitivos y físicos que dicha sobreexposición puede suponer para la salud física y mental de los menores:
- dispersión,
- pérdida de la capacidad de atención,
- problemas de vista,
- obesidad,
- trastornos del sueño
Sin aportar ideas novedosas en este punto, el Manifiesto es claramente crítico con una visión de la educación virtual como panacea de todos nuestros males, y pone de nuevo sobre el tapete problemas asociados a una excesiva exposición a las pantallas que no está de más recordar.
DAR UNA MAYOR PRIORIDAD E IMPORTANCIA AL PAPEL DEL MAESTRO Y A LAS RELACIONES INTERPERSONALES
La segunda petición del Manifiesto subraya que la educación es una cuestión más personal que tecnológica, por lo que las relaciones interpersonales constituyen el marco idóneo en el que la educación resulta fructífera. Entre estas relaciones, se destaca la relación entre el alumno y el maestro, persona que con su conocimiento, su actitud y su personalidad acompaña e ilusiona a los niños y niñas en el proceso de aprendizaje.
Los firmantes del Manifiesto sostienen que ningún algoritmo o programa puede sustituir la figura del profesional creativo, empático y comprometido con la educación integral del niño que está llamado a ser un buen maestro.
OPTIMIZAR EL APRENDIZAJE SENSORIAL, EL FORMATO ANALÓGICO
El Manifiesto incide también en la importancia de buscar métodos pedagógicos que primen el aprendizaje a través de los sentidos, de las manos, de la actividad física. Los niños, particularmente los más pequeños, aprenden mejor cuando utilizan sus sentidos:
- leyendo libros físicos,
- escribiendo a mano,
- coloreando y pintando,
- o trabajando en un proyecto de tecnología.
Por el contrario, el aprendizaje delante de una pantalla es sensorialmente más pobre, con lo que resulta inevitablemente más superficial y menos significativo. Este aprendizaje virtual, a menudo, reduce la creatividad de los niños y supone un hándicap al desarrollo de muchas de sus habilidades, que solo se despliegan mediante la experimentación física de sus capacidades y sus límites.
EVITAR LAS COMPRAS APRESURADAS DE TECNOLOGÍA
Las decisiones apresuradas durante la pandemia que puedan llevar a un uso excesivo de las Tecnologías Aplicadas a la Educación durante años. Los firmantes del Manifiesto son conscientes que las decisiones que se tomen ahora –motivadas en muchos casos por las necesidades acuciantes de la pandemia- conformarán las prácticas educativas en los años venideros, una vez que –Dios y científicos mediante- hayamos felizmente ganado la batalla al virus.
En este sentido, solicitan a las autoridades políticas y académicas la mayor cautela a la hora de tomar decisiones que quizá en un contexto de confinamiento pueden ser útiles o necesarias, pero cuya extensión en el tiempo sería enormemente perjudicial para los niños.
La urgencia de la situación no debería llevarnos a adoptar las soluciones más a mano si la implementación de las mismas supone un riesgo para el proceso educativo de niños y niñas en el medio y largo plazo. De alguna manera, se pretende evitar que las decisiones sobre tecnología que hoy tomamos y van a condicionar el futuro inmediato de la educación sean adoptadas con la mentalidad del bombero.
LA PRIVACIDAD SÍ QUE IMPORTA
Finalmente, el Manifiesto pone el foco sobre la cuestión de la privacidad de los menores. Las herramientas digitales al servicio de la educación son idóneas para reunir una cantidad ingente de información sobre los menores de edad, que una vez registrada puede ser hackeada o vendida a empresas u otros poderes fácticos con fines de carácter comercial, ideológico, etc.
En este sentido, los firmantes del Manifiesto exigen que antes de contratar servicios digitales de soporte para el aprendizaje, las autoridades y los centros educativos se aseguren de que sus políticas de protección de datos son suficientemente garantistas.
A pesar de su carácter reivindicativo, el Manifiesto contra la tecnología como eje educativo principal durante la pandemia es un texto caracterizado por el equilibrio y la moderación. Su lectura resulta interesante para todo el que esté interesado en el gran debate pedagógico de nuestra época, que el advenimiento de la pandemia puesto, si cabe, todavía más en primer plano: ¿cuánto y cómo utilizar las tecnologías digitales en la educación?
Los firmantes del Manifiesto, convencidos de que la educación es un proceso personal –y no puramente mecánico-, defienden una educación basada en las relaciones personales y las experiencias y vivencias físicas, donde pantallas y herramientas digitales sirvan como complemento, útil muchas veces, pero siempre secundario. Con acierto, en mi opinión, defienden que las emergencias del momento deben espolearnos a ser más creativos a fin de potenciar esos aspectos interpersonales de la educación, en lugar inducirnos a echarnos en brazos de una tecnología que, por mucho que sus defensores lo nieguen, resulta más impersonal y, por ende, mucho menos educativa.
El debate está servido.
Juan M. Otero, Aleteia
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