domingo, 16 de agosto de 2020

Una historia de conversión

Boniface Hicks es hoy un popular evangelizador benedictino, pero en la universidad era ateo... su testimonio explica su viaje espiritual
Boniface Hicks es hoy un popular evangelizador benedictino,
 pero en la universidad era ateo... su testimonio explica su viaje espiritual

Aunque no nos conocemos y sé que no eres cristiano, ¿qué te parece si quedamos tú y yo cada semana durante unos meses para leer y estudiar juntos la Biblia?" Este tipo de evangelización, visto desde ambientes católicos, parece condenado al fracaso. ¿Qué persona no creyente -o incluso creyente- va a aceptar citarse cada semana con un cristiano al que no conoce para "estudiar" la Biblia?
Pero la realidad es que, especialmente en edades jóvenes y en ambientes estudiantiles, hay quien acepta, y así hay personas que descubren a Jesús. Es el caso de quien hoy es el popular sacerdote benedictino norteamericano Boniface Hicks, que en su juventud universitaria era ateo.
De familia no religiosa, se consideraba ateo
"Crecí en una familia llena de amor y muy moral, pero sin ninguna práctica religiosa. Las influencias de la educación pública y la sociedad me llevó a una postura de ateo científico, afortunadamente no muy fortalecida", escribe en su testimonio en su página en inglés FatherBoniface.org. En el instituto veía compañeros de ambientes católicos que iban a misa con regularidad y sacaban magníficas notas en ciencias, por lo que admitía que la fe y la inteligencia no parecían excluirse. Él, que estaba incluso sin bautizar, no se sentía atraído por el tema.
Entonces, ya en la universidad, se acercó a él un hombre de un movimiento evangelizador protestante centrado en un método: invitar a estudiar la Biblia juntos, uno con uno. "Era un absoluto extraño para mí, y, seamos honestos, me interesaba poco, pero después de una larga introducción me preguntó si quería reunirme con él para estudiar juntos la Biblia, y acepté. Era un verdadero creyente, un testigo humilde y auténtico de su relación con Dios, y eso atravesó mis defensas".
Se reunieron durante 9 meses, analizaron Génesis, especialmente la historia de Abraham. Después saltaron al prólogo del Evangelio de Juan: "en el Principio, la Palabra se hizo carne..." Y explica que después de leer el prefacio del evangelio de Juan, "me hice cristiano, creí que Dios era real y la Biblia era verdad, y empecé a ir a misa los domingos".
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El padre Boniface Hicks en una de sus populares predicaciones que emite por Internet
Estudio bíblico y oración casi cada día
Iba a misa, pero no podía comulgar. Y con su amigo protestante ahora quedaba casi cada día para analizar la Biblia. "Mi vida se transformaba con la Palabra, que llevaba una paz profunda a mi corazón", recuerda. Cada sesión consistía en leer un pasaje breve, pensar cada uno un rato acerca de ese texto, escribir las ideas que surgían y luego leerlas el uno al otro. La sesión terminaba con ambos orando espontáneamente en voz alta. Fueron 6 meses en los que aprendió mucho y creció espiritualmente.
Quería hacer el gamberro en Alemania, pero...
Como estudiante de informática y alemán, se apuntó a un viaje de estudios a Alemania. Pensó poner su fervor cristiano entre paréntesis unos meses, dejarse crecer el pelo, hacer el gamberro en el extranjero, aprovechar que allí podía beber alcohol legalmente... Pero su maestro protestante le animó a apuntarse como misionero con la comunidad de su movimiento en Alemania. Ellos le recogieron en el aeropuerto, le cuidaron, le alojaron en su casa, le enseñaron la ciudad... y lo llevaron a su iglesia a que hablara en alemán de su conversión. Y todo eso le gustó. Abandonó sus planes de mundanidad estudiantil.
Una experiencia mística
En Alemania, por primera vez en su vida, se encontró sobrepasado por los estudios. Esas matemáticas e informática de alto nivel en alemán se le atragantaban. Nunca le había pasado antes. Y por primera vez en su vida rezó en serio a Dios sintiendo su debilidad. Y Dios respondió a los pocos días con una experiencia mística que le marcó para siempre.
"Algo sucedió una mañana en mi tiempo de oración. De repente sentí que Él estaba cerca de mí. Sentí paz y una Presencia y el resto del mundo se hizo muy distante. Me di cuenta de que podía hablarle y también escucharle en mi corazón. Los pensamientos que me venían tenían una calidad extrañamente distinta, porque emergían de un interior silencioso que era tangiblemente distinto a mi experiencia normal. Sentí un amor profundo, y confianza. Me sentí retado cuando le pregunté si había algo en mi vida que necesitaba cambiar. Ya entonces sabía que podía decirle que por mí mismo no podría cambiar, que necesitaría su ayuda. Tras esa experiencia, empecé a consultar a Dios incluso para las cosas más pequeñas: qué camino tomar para ir a las clases, qué carne debía comprar para cenar..."
Lo más importante fue que vio que tener una relación personal con Dios era asombroso y maravilloso, y espontáneamente pensó que valía la pena dedicar toda su vida a compartir eso con los demás, a ayudar a que los demás tuvieran ese acceso a Dios. Eso marcó toda su vida y vocación.
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Elegir: o protestante o católico
De vuelta a Estados Unidos, los estudios de su año de fin de carrera y algunos errores morales rebajaron su fervor. Pero sabía que necesitaba al menos bautizarse así que se apuntó al curso católico de preparación al bautismo y perseveraba en la misa dominical. A la vez, seguía acudiendo a actividades de su movimiento protestante. Era una doble vía que, ya a punto de bautizarse, no podía perdurar. Su maestro protestante le dijo que tenía que elegir: o comprometerse en servir a Dios desde la Iglesia católica, o hacerlo en su movimiento bíblico protestante.
Él rezó ante el Sagrario en una capilla católica para consultar a Dios. Vio que la lamparita junto al Sagrario parecía inflamarse ligeramente y sintió un mensaje de Dios en su interior: "Quiero que avives la llama de mi Iglesia". Descubrió que después de dos años de ir a misa sin estar bautizado y sin poder comulgar tenía hambre de los sacramentos. Era Jueves Santo y decidió servir a Dios en la Iglesia católica. El Domingo de Pascua fue bautizado y pudo comulgar.
Explorando la vocación
Pasada la Semana Santa, un sacerdote benedictino que era capellán del campus universitario, le invitó con otros jóvenes a un retiro en la archiabadía benedictina de San Vicente, en Pensilvania, el primer monasterio benedictino de EEUU y de los más grandes y vivos. 
Él no sabía nada de monjes, apenas lo que recordaba de películas y bromas (pensaba en 'Los Caballeros de la Mesa Cuadrada' de los Monty Python). En su celda de invitado, leyó la Regla Breve de San Benito y le pareció opresora, inhumana y absurda. Pensó en escaparse en cuanto pudiera. Pero encontró un monje con una camiseta en alemán y se animó a hablar con él. A medida que explicaba cómo Dios le había ido guiando hacia la fe y el bautismo, el joven se emocionaba y lloraba y veía que Dios le acompañaba.
Cuando dejó el monasterio un par de días después, lo consideraba ya un lugar de paz y sabiduría. Incluso dijo a su director espiritual que quería hacerse monje, pero llevaba sólo una semana de bautizado y nadie se lo permitió. Él sabía que quería compartir el "contactar con Dios", el "evangelizar". ¿No podía Dios darle una señal de confirmación a esa vocación?
La sintió en París, en la Jornada Mundial de la Juventud de 1997. Allí, en una adoración eucarística, arrodillado en silencio, leyó en los Evangelios la llamada de Jesús a sus discípulos. Se sintió inspirado a preguntar a Dios qué le pedía. "Señor, quiero hacer lo que tú quieras que haga. ¿Quieres que sea sacerdote?" "Todo quedó en perfecto silencio en mi interior, una gran quietud de paz, y creo que le oí decir: 'Sí'. Eso me llenó con un gran gozo que se quedó conmigo todo el día, y la intensidad y concreción de ese recuerdo permaneció mucho más".
¿Franciscano o benedictino?
Pero él sentía deseo de evangelizar, de llegar a la gente y no sabía cómo evangelizaban los benedictinos, que después de todo son monjes que hacen vida conjunta en sus monasterios. Le recomendaron visitar a los Franciscanos de la Renovación, también conocidos como "los franciscanos del Bronx". Los visitó y estuvo con ellos varios días. Con sus cabezas rapadas y barbas, aires mendicantes, sonrisas, radicalidad en ayunos, en vida en la calle, trabajo valiente con los pobres en barrios peligrosos, evangelización callejera... De ellos aprendió, insiste, muchas cosas sobre fe y evangelización que aún le guían hoy.
Pero volviendo a la abadía benedictina consultó de nuevo a  Dios en oración. Hubo una ceremonia en la que los postulantes recibían sus hábitos. Y él era capaz de imaginarse a sí mismo con los hábitos negros de benedictino, pero no con los grises de franciscano de la Renovación. En un acto de sumisión consultó a Dios: "Si quieres que vaya a Sain Vincent, iré a Saint Vincent", rezó. "En ese momento me inundó la paz y toda tensión quedó resuelta. Eso me comunicó un mensaje claro".
Monje, sacerdote, evangelizador
Entró en el monasterio el 1 de julio de 1998, sólo quince meses después de su bautizo, algo insólito que los monjes aceptaron tras reflexionarlo mucho. Tomó el nombre de Boniface por San Bonifacio, el evangelizador del norte de Alemania en la Edad Media. Fue ordenado sacerdote en 2004. Aprendió a evangelizar, como otros monjes, mediante retiros y encuentros, con dirección espiritual, con seminarios de formación para enseñar a orar, para enseñar la Palabra, para acoger peregrinos que siempre debe haber en los monasterios benedictinos. Desde su web FatherBoniface.org y las redes sociales hoy confirma que se cumplió su deseo: ayudar a muchos a acercarse al Dios vivo.
P.J.Ginés/ReL

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