El sacerdote-detective protagonizó 53 de sus relatos
Mark Williams es el último de una relevante lista de actores que han encarnado al padre Brown, entre ellos Kenneth More y Alec Guinness. |
G. K. Chesterton, ferviente defensor de la fe cristiana, también era un narrador excepcional. Creó un héroe que no era como los demás: el padre Brown, un detective perspicaz y misericordioso a quien Etienne de Montety ha consagrado un interesante artículo en Le Figaro:
Chesterton se inspiró en el padre John O'Connor, que fue decisivo en su propia conversión al catolicismo, para la creación del personaje del padre Brown. Monseñor O'Connor escribió luego, alusivamente, Father Brown on Chesterton [El padre Brown habla de Chesterton] para contar la "aventura" de sus relaciones con el escritor.
La literatura rebosa de detectives, más o menos perspicaces y brillantes, "carentes" de oficio o aficionados que han acabado involucrados por casualidad en una investigación. Como brazo secular de la justicia, por no decir de la verdad, el ferviente Chesterton sólo podía elegir a un sacerdote.
A G. K. Chesterton le gustaban las novelas policiacas, género, decía él, que daba "un sentido poético a la vida moderna": era, en sus propias palabras, "la Ilíada" de las metrópolis. Escribió unas cincuenta novelas de este tipo entre 1910 y 1936, que asombran por su sencillez, palabra clave para definirlas.
Los relatos del Padre Brown son excelentes piezas del género policiaco, pero también en ellas destaca el Chesterton apologista de la fe.
Este gigante de las letras inglesas, en sentido literal y figurado, escritor torrencial, polemista vigoroso, autor de ensayos en defensa del cristianismo frente al modernismo, tenía alma de niño. Le gustaba lo sobrenatural, los ángeles y los elfos. Su padre Brown, detective con sotana, aporta lo sobrenatural a sus investigaciones. Sin embargo, no debemos imaginárnoslo como un sacerdote llamativo: este cura no está ocupado en su parroquia, a menos que consideremos como tal a toda Gran Bretaña. Este sacerdote viaja, visita a personas y siempre acaba mezclado en asuntos tenebrosos. Nada distingue a este hombrecillo, que surge de repente para arrojar luz, a veces mediante unas pocas frases, sobre la historia que tiene delante de sí. Actúa solo, aunque a lo largo de los años sus pasos coinciden con los de Flambeau, un antiguo delincuente francés convertido en detective, al que a veces echa una mano.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), un hombre capaz de plantar cara a las contradicciones y desvaríos de la modernidad con tanto rigor intelectual como respeto al adversario y humor y delicadeza en la forma.
El escritor seduce de inmediato por su gusto del relato. Le gusta narrar, incluso divertir. Se toma su tiempo para esbozar una descripción del campo, describir a los personajes de la historia, comentar su situación social o familiar. Su imaginación desbordante introduce al lector en las honorables familias británicas sobre las que se cierne la desgracia: robos, crímenes, pero siempre sin separarse de su tono sarcástico. Los franceses a menudo son descritos como personas tranquilas y se caracterizan por su espíritu fuerte: los ecos de la guerra entre la Iglesia y el Estado han atravesado el canal de la Mancha. Los escoceses son puritanos; los ingleses, anglicanos... y le dan ocasión para hacer bromas. Y es común a la humanidad su estar corroída por el pensamiento moderno; de ahí que sea corta de vista, lo que le impide penetrar el alma de los hombres y, por tanto, comprender lo que ha sucedido.
Las contradicciones del padre Brown
En las investigaciones del padre Brown no hay realmente suspense. La historia siempre empieza con unos testigos exponiendo los hechos de manera humana, demasiado humana. Estos testigos son médicos, o policías, y Chesterton se divierte cuando los describe: orgullosos, elocuentes, seguros de sí mismos. Y equivocados. Y he aquí que, ¡cataplum!, el padre Brown, que ha estado escuchando, que tal vez se ha ido para investigar, disfruta cuando refuta la versión que le acaban de dar.
¿De dónde viene su sagacidad? De su ministerio sacerdotal y, especialmente, de la confesión: "¿Nunca ha pensado que un hombre que se pasa la vida escuchando a los demás mientras le cuentan los pecados que han cometido debería conocer bastante bien el mal?", pregunta. Su vida como sacerdote le ha convertido en "un experto en humanidad", como dirá el Concilio Vaticano II, igual que sus eminentes colegas, Sherlock Holmes y Hércules Poirot. Todos ellos se distinguen por su perspicacia y su capacidad de deducción, que los convierten en una ayuda impagable para la policía y la justicia.
Tráiler del estreno en 2018 de la última versión televisiva del padre Brown, que continúa emitiéndose.
Cansado, al no ser el Reino de este mundo, el padre Brown siempre es indulgente, no hacia el crimen o el delito cometido, sino hacia su autor, dado que los hombres son esclavos del pecado: la avaricia, la codicia, el orgullo, etc. Sin embargo, "no debemos culparlos demasiado, ya que siempre se les dice que todo es relativo". Como el Dios del Magnificat del que es vicario, el padre Brown derriba a los poderosos y enaltece a los humildes: "Lo extraño, confía, no es que un ladrón y un vagabundo se arrepientan, sino que los que son ricos y no sufren carencia de ningún tipo sigan siendo duros y frívolos, y no produzcan nada por amor de Dios o de los hombres".
Deus ex machina
Chesterton era un defensor de la fe cristiana. Sus ensayos Ortodoxia o Herejes abogan por un mundo visitado por Dios en una época tentada por el ateísmo y el materialismo. Las aventuras del padre Brown no tienen otro objetivo que describir una humanidad simpática y amable, pero herida desde la expulsión del Edén. Deus ex machina, Brown interviene, llevando la caridad gracias a su presencia y su capacidad de escuchar, la fuerza de su inteligencia, todas ellas características puestas al servicio de la verdad. Investigador, cierto, que sondea los riñones y los corazones. Y sí, digámoslo con calma, puesto que, en el fondo, hay algo más que hay que hacer: "Hay, en este mundo, un alborotador muy anciano, un crítico demagogo que se insinúa en los refugios más refinados para llevar esta terrible nueva: que todos los hombres son hermanos. Y allí por dónde pasa este nivelador sobre su caballo blanco, el padre Brown, en virtud de su oficio, pasa a continuación".
Etienne de Montety, ReL
Traducción de Elena Faccia Serrano
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