1342. 25 de noviembre. Iglesia de Ingrandes.
Ofrécemelo todo, hasta tu respiración. No sólo la respiración del cuerpo, sino todo el flujo de los pensamientos de tu alma. Parece que no es nada, pero en ello está toda tu vida y toda tu vida Me pertenece, pues Mi Amor posee todos los derechos de conquista. ¡Qué tristeza para nosotros dos si algo de tu alma se Me escapara! Aprieta siempre más, Mi pequeña, los lazos que nos unen. Conviértete en una gozosa prisionera Mía.
Muchos son los que han encontrado en esta dulce esclavitud delicias tan grandes, que bien podrían decir: 'Sobreabunde de gozo en medio de mis tribulaciones'. Porque Yo acompaño fielmente a los que Me son fieles. Los lleno de fuerza y de consolación, a ellos, que tanto desean sufrir por Mí. Es que lo que ellos sobrellevan por Mí, Yo lo llevé antes por ellos; Yo sufrí todos los sufrimientos de Mis amigos. Tú también sufres cuando ves sufrir a alguno, no? Y Yo Soy el más tierno de los amigos: créemelo porque es la verdad.
Y que esto te anime a amarme todavía más; aunque sea un solo grado más cada día. Poquito a poco y sin violentar tu alma. Más frecuencia en los santos deseos; un pequeño suspiro de amor, una mirada afectuosa; un poco menos de tiempo pasado lejos de Mi recuerdo; una fidelidad más sonriente, un silencio de humildad, un acto de gentileza hecho por Mi Amor. Y luego, la acción de gracias. Dámela siempre, sin interrupción. Es tanto lo que hago por ti, Mi pequeña ... Algo ves, pero ¡es tanto lo que no ves!” Y luego con un acento conmovido añadió: "¡No dudes nunca de Mí!"
ReL
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