¿Vuestro bebé se despierta por las noches? Consejos para enseñarle a dormir bien
El descanso de los bebés es algo complejo y a veces pueden tener dificultades para dormir la noche del tirón. Es una realidad que repercute sobre el sueño de los propios padres, que solo desean una cosa: ¡que su pequeño duerma como un bebé! Consejos de especialistas para conseguir un sueño de calidad.
“Dormir como un bebé”. La expresión tiene poco atino, como se entiende al escuchar a los numerosos padres que se quejan por culpa del sueño de sus bebés. Lucie, madre de dos pequeños de menos de tres años, se encuentra entre estos padres. Esta madre no encuentra palabras lo bastante intensas para describir la “catástrofe” de las noches entrecortadas. “Es un infierno, un auténtico problema, una tortura, un peligro. Mi hijo mayor ya dormía mal, pero ha empeorado con el nacimiento de su hermana pequeña. Yo tengo una falta de sueño inmensa, así que estoy más impaciente, más irritable y menos disponible. La vida es difícil para mí, para nuestra pareja, para nuestra familia”. El agotamiento de los padres es la primera razón que les empuja a consultar a especialistas del sueño, a psicólogos, a homeópatas, a osteópatas… Algunas madres ni siquiera esperan al final de su baja de maternidad para buscar ayuda. “Tengo que volver al trabajo y mi hija todavía no es capaz de dormir toda la noche. Sería incapaz de mantener mi jornada con este ritmo”, confiesa Clémence. El final del permiso por maternidad llega demasiado pronto y los pediatras coinciden en que habría que esperar a los tres meses del bebé para que pueda prescindir de comer por la noche para siempre. “Ningún bebé de más de 100 días se despierta por la noche porque tenga hambre”, advierte el doctor Philippe Grandsenne. La vuelta al trabajo, el agotamiento, la presión social, la pregunta sistemática de los allegados de “¿El bebé duerme bien?”, son fuentes de angustia. ¿Qué hacer entonces? ¿Es posible enseñar al bebé a dormir bien?
¡El sueño también se educa!
Aude Becquart, consejera en puericultura especializada en el sueño, está acostumbrada a escuchar testimonios de este estilo: “Los padres que vienen a verme lo han intentado todo, lo han leído todo, escuchado de todo, ya no pueden más. Viven demasiado inmersos en su mundo y a veces necesitan consejos del exterior”. Sin embargo, más allá de esta fatiga extrema y de la fragilidad resultante, hay otra cuestión igual de importante en juego. “La buena calidad del sueño del adulto se adquiere desde pequeño”, recuerda Aude Becquart.
Sujeto a las tensiones y a las crispaciones que a veces se producen en la familia, el sueño manifiesta muchos desafíos educativos, explica Lyliane Nemet-Pier, psicóloga clínica: “Toda la educación entra en juego en el sueño, sin el cual no tomamos consciencia de ella. La frustración, la autonomía, la separación, la pareja ante el niño… Siempre que es posible, recibo a los dos padres en la consulta, porque el sueño es un síntoma que obliga tanto al padre como a la madre a intervenir. Esto no es tan necesario en casos como la alimentación, por ejemplo”. Por tanto, los estilos de vida actuales, los métodos educativos, la falta de tiempo de los padres para dedicarse a sus hijos, ¿son también obstáculos al descanso del bebé o del niño? La psicoanalista plantea la pregunta con claridad cristalina: “Cuando el tiempo dedicado a la vida familiar se reduce drásticamente, ¿cómo se encuentran los bebés, los niños y los padres? Las noches resuenan con las penas y las carencias del día”.
Pero ¿por qué se despierta tantas veces?
“Encuentro que los padres jóvenes están poco preparados y obstaculizan mucho el sueño de sus bebés. Si estuvieran mejor informados, disminuirían mucho los problemas de sueño, que a menudo se producen desde la primera infancia”, valora Lyliane Nemet-Pier. De acuerdo, pero ¿cómo encontrar el sueño cuando el bebé aúlla en el pequeño apartamento familiar? ¿Cuando los muros que lo separan de los vecinos son finos como el papel? Sin contar con que los gritos del niño son desgarradores, casi insoportables para los padres también.
La doctora Marie-Josèphe Challamel, pediatra y autora reconocida de numerosas investigaciones sobre el sueño, recuerda las reglas básicas: “El niño se despierta de noche, es normal, eso sucede en cada cambio de ciclo. Ocho veces por noche en un niño de tres meses, cuatro despertares entre medianoche y las 5 a.m. en un niño de 18 meses. Lo que no es normal, es que el niño no sepa volver a dormirse solo”. Así, el bebé debe ser capaz de dormirse solo en su cama “hacia los tres/cuatro meses”, valora la pediatra. Esta autonomía, que se adquiere progresivamente, es fundamental para pasar unas buenas noches y unos buenos días.
Aprender a descifrar los llantos
“A menudo se dice que el niño llora porque tiene falta de afecto. Pero eso no es del todo correcto”, matiza Brigitte Langevin, experta en educación del sueño. “El niño al que permitimos dormirse él solo expresa su descontento, pero eso no es inseguridad. Los llantos son difíciles de distinguir, incluso para los padres, pero hay que estar muy atentos. No digo que haya que dejar llorar al niño, porque eso roza la negligencia, pero sí hay que permitirle vaciarse de sus emociones”.
Escuchar y descifrar los llantos es importante en múltiples aspectos. En particular en el momento del sueño de los pequeños. Las investigaciones han demostrado que el bebé se duerme en fase de sueño agitado. Gime, agita las manos, gira la cabeza a derecha e izquierda, manteniendo los ojos cerrados. “¡Los padres que cogen en brazos a su pequeño en ese momento perturban su ciclo de sueño!”, alerta Lyliane Nemet-Pier. Del mismo modo, cuando un bebé se despierta de noche, conviene esperar algunos minutos antes ir a verlo. Es posible que vuelva a dormirse solo. Aprender a comprender los llantos del bebé es primordial en su aprendizaje de autonomía e independencia.
La importancia del ritual de acostarse
La etapa del adormecimiento viene precedida del famoso “ritual de acostarse”: efectuar los mismos gestos más o menos a la misma hora de la noche hace que los pequeños se sientan seguros y los prepara para el sueño. Un baño templado, una cena tranquila, sin luces intensas, un cuento o una canción, una oración y a la cama. Para los más grandes, tanto la doctora Challamel como Lyliane Nemet-Pierre recuerdan la importancia de no pasarse con las pantallas: “Las actividades no estructuradas de la pantalla tienen efectos nefastos para el niño y, con mayor motivo, para el bebé”. Las pantallas son demasiados estimulantes y excitantes y también emiten una luz que impide la llegada y la difusión de melatonina, “la hormona que desencadena y mantiene el sueño”. ¡Un consejo que vale tanto para niños como para adultos!
El ritual de acostarse es tanto más importante cuanto que los ritmos vitales son frenéticos e irregulares. Cuando los padres trabajan mucho, cuando los niños encadenan modalidades de cuidados y actividades, el momento de pausa es indispensable. “El niño no necesita un tiempo demasiado largo con los padres, pero necesita tiempo para sí mismo. Un tiempo exclusivamente para él, sin la interrupción del teléfono de los padres, sin actividades demasiado estimulantes, un tempo para compartir”. Este valioso momento es una oportunidad para descargar las emociones de la jornada y satisfacer la falta de presencia que pueda experimentar el niño con respecto a sus padres. Permite también identificar los signos de cansancio del niño: ojos enrojecidos, gruñidos, bostezos… Esta disciplina puede ser difícil de adoptar a lo largo de la jornada, pero permite preparar unas noches tranquilas y enriquecer considerablemente la relación parento-filial.
Ariane Lecointre-Cloix, Edifa - Aleteia
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