miércoles, 13 de mayo de 2020

¿Sabes realmente motivar a tu hijo?

En la vida diaria, los niños necesitan sentirse estimulados y respaldados. Para ello, nada mejor que darles ánimos, pero la motivación no debería confundirse con simples elogios o recompensas. Descubrid aquí qué actitudes fomentar y cuáles evitar para motivar bien a vuestros hijos.

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Son muchos los niños que están cansados y hartos de tras semanas de confinamiento y lo expresan de mil maneras: con rabietas, llanto, apatía, tristeza, desobediencia…
Frente a la dificultad actual (y de siempre) que supone la tarea de educar a los niños, los padres necesitan motivación y ánimo para aguantar en el tiempo y no tirar la toalla. Cosas olvidadas, resultados decepcionantes, egoísmo, discusiones… Las ocasiones son numerosas y no menos banales.
En cuanto a los niños, mantener la motivación cuando los contadores están a cero es un desafío cotidiano. Ellos también necesitan ánimos. Sin motivación, no hay fidelidad en el trabajo ni el deporte ni en la música. Sin motivación, la vida es solo una posibilidad, una promesa no realizada.
Animar y motivar a sus hijos debería figurar entre las prioridades de los padres, debería formar parte de su comportamiento habitual. Los niños se dejarían de esta manera convencer para hacer aquello que sus padres les proponen para mejorar cada día un poco en su aprendizaje. Solo que la “actitud positiva” no está en el ADN de todo el mundo. Es la famosa historia del vaso medio vacío, del “puede hacerse mejor” en todas las circunstancias.
Motivar es abandonar el marco referencial del adulto para adoptar el del niño
A menudo, los padres son más propensos a señalar las carencias que a valorar el recorrido ya logrado. “Tenemos la idea de que para obtener un resultado hay que mantener la presión”, confiesa Madeleine, madre de cuatro chicos.
Aunque algunos niños resisten bien cierta presión, con otros se corre el riesgo de que no den su mejor versión ante la insatisfacción crónica de los padres. ¿Para qué esforzarse en hacerlo mejor cuando los padres nunca están satisfechos?
Sin embargo, la motivación no está en la autosatisfacción de los padres (“Querido, estoy muy orgullosa de tu trabajo, estoy encantada”) y no depende únicamente de los resultados obtenidos. Motivar es abandonar el marco referencial del adulto para adoptar el del niño. Motivar es reconocer más el recorrido realizado, el progreso logrado y el orgullo del niño por haber dado lo mejor de sí mismo.

La fina línea exigente de una auténtica motivación

Con mucha frecuencia, los padres juzgan los resultados de sus hijos bajo la luz de sus propias ambiciones. Aceptar al niño tal y como es, ayudarle a construirse a partir de sus propios esfuerzos, a desarrollar una confianza sana en sí mismo, una autoestima justa de su ser: esta es la fina línea exigente de una auténtica motivación.
Esto no tiene nada que ver con la competición a cualquier precio y la lucha de los egos. Al contrario, hay que desconfiar de la audacia y la arrogancia que señalan una fragilidad. La falta de confianza en uno mismo se enmascara fácilmente detrás de una actitud muy dominante, incluso beligerante.
No hay que equivocarse: cuando se hace caso omiso de las habilidades y gustos de un niño, el espíritu de competición solo puede conducir a una amarga y baja autoestima. La motivación tranquiliza, pone en movimiento y acerca al niño a sí mismo.
Anne Gavini, Edifa - Aleteia



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