¿Qué mujer no se imagina durante su embarazo que rezará con fervor el día de su parto? Pero la realidad a veces es otra… ¿Cómo se reza ante una vida que surge? ¿Qué oraciones se pueden recitar durante un nacimiento?
“En mis recuerdos, los partos se mezclan un poco”, confiesa Cathy. “Sucede que a menudo salimos de noche con mi marido, cuando los otros niños duermen. Un momento de profunda alegría por saber que el pequeño por fin va a dejarse descubrir, y un fondo de angustia también”.
¿Por qué se muere y se nace más de noche que de día? “Porque un nacimiento es un milagro: un acontecimiento tan misterioso que la noche sienta bien, como un capullo de discreción y de silencio”, responde Isabel.
“Durante los tiempos de ‘labor’, de hecho se pierde toda noción del tiempo, de noche, de día”, añade Cathy. “Es un momento fuera del tiempo. Todo se intensifica: el dolor, la comunión entre esposos, cuando es posible…”. Entonces, ¿cómo se puede rezar en esos momentos cruciales?
La oración “bip-bip”
“¡Confieso no haber pensado en la Virgen al parir!”, dice Isabel con una sonrisa. “Pero dar a luz me ha permitido no volver a rezar el rosario de la misma manera, sobre todo el misterio de la Natividad y de la Crucifixión”. “Es un momento de ofrenda”, suma Cathy.
“Quizás hayamos tenido tiempo de rezar el Ave María, quizás no. El cuerpo y el corazón piden ayuda. Estamos completamente superadas por lo que sucede en nosotras. Hay que estar totalmente presente en el momento y, al mismo tiempo, abandonarse. No hay control posible. Solo queda ofrecer y recibir…”.
¿“Monitori” te salutant? Si los gladiadores romanos hubieran estado conectados a monitores en salas de parto, quizás pronunciaran este saludo, pero es el que se intercambian los padres, un tanto desamparados, en la arena moderna de las maternidades.
¿Cómo rezan los hombres en estas circunstancias en las que “pierden el control” cuando sus mujeres rompen aguas?
Marc, padre de tres hijos, comparte una confidencia: “El bebé no llegaba, mi mujer comenzaba a sufrir a pesar de la epidural. Yo estaba exhausto porque no había dormido. El pitido del monitor me taladraba el cráneo. Empecé a conectar mentalmente el nombre de Jesús con el ritmo del aparato. En mi cabeza, aquello empezó a sonar como un peculiar mantra: “Bip Jesucristo, bip, ven rápido, Jesús, te lo imploro, bip, y tú también, querido bebé, bip…”. Una oración del corazón que me calmó un poco. En circunstancias especiales, uno reza como puede, ¿no?”.
Otra respuesta: “Yo estaba en la acción de gracias”, confiesa con lirismo Yann, padre de varios chicos. “Cada nacimiento es cósmico. Con el sonido del monitor, tenía la impresión de estar viajando en el espacio en una cápsula bañada de destellos rojos y azulados: en el séptimo cielo. ¡Un momento único!”.
Fascinación
“Cósmico” es también el adjetivo que empleó Inés al recordar el nacimiento de su primer hijo. “El parto duró quince horas… Pero tenía la impresión de estar participando en un acontecimiento más grande que yo. Este acto, en su dolor, su simplicidad y su unicidad, me conectaba con todo el universo, me hacía comulgar con la belleza de la Creación”.
“Yo estaba en el pasillo amargado, porque no soporto la visión de la sangre”, añade con menos entusiasmo Felipe, su marido. “¿Mi oración? El comienzo entrecortado del Ave María… Pero una cosa era segura: Dios estaba presente en toda esta agitación”.
Las noches en el área de maternidad son una síntesis de silencio y actividad, una mezcla de expectativa, alegría, angustia. A las 3 de la madrugada, cuando llega el bebé, no es momento de recitar una oración o meditar sobre un texto de san Juan de la Cruz. Es Dios quien reza en nosotros.
“Normalmente hay mucha emoción, alegría y felicidad alrededor de una cuna”, atestigua una comadrona, que se maravilla… con la fascinación de los padres.
“Es algo que les supera, algo que no tiene nada que ver con lo que habían previsto. Son él, ella y el bebé, ¡es algo único! Nadie había visto a ese niño antes, y es su hijo. Es muy frecuente que los padres jóvenes den gracias de una forma u otra. ‘Cuando me lo pusiste sobre el regazo’, me dijo una madre, ‘quería decir gracias. Gracias a no sé quién… ¡Pero quería decir gracias!’. ¿Quizás también sea eso una oración?”.
Por Luc Adrian Edifa Aleteia
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