A causa del coronavirus, Antonio no podía visitar a su esposa, que está en una residencia de ancianos. Pero ahora un sistema les permite comunicarse sin peligro al contagio.
“¡Buenos días! ¿Qué tal noche has pasado?”. Es Antonio, un anciano de Granátula de la Calzada (Ciudad Real), que visita a su esposa en la residencia de ancianos del pueblo.
Solía verla a diario pero el estado de emergencia decretado en España a causa del coronavirus hizo que de la noche a la mañana el matrimonio no pudiera verse.
Visitas de los familiares
Como ellos, están muchos matrimonios de ancianos. En la residencia de Granátula viven 16 personas que, de este modo, ya pueden recibir la visita de sus familiares.
Para estos esposos que han pasado la vida juntos, la separación física supuso un mazazo. Pero no quedaba otra alternativa, parecía, para evitar que el virus entrara en la residencia: había que impedir a toda costa el acceso de personas del exterior.
Sin embargo, el ayuntamiento tuvo una idea sencilla: instaló un locutorio. Es una “pared” de cristal transparente que aísla la residencia del exterior, pero permite que la persona de dentro se comunique con una visita.
Acabaron con la soledad
Así lo hace este matrimonio desde entonces: Antonio se monta en su bicicleta a diario y acude a la cita. Cada uno dispone de un teléfono y hablan a través de él pero viéndose a la vez. Ni él ni ella se sienten tan solos desde entonces. El sistema se podría parecer al de comunicación con los presos de algunas cárceles, pero en este caso sabe a gloria.
Una obra que da mucho fruto
“Hay obras que, aunque no estaban programadas ni vienen en ningún programa electoral, son económicas y a lo mejor dan mucho más fruto que una obra faraónica”, explica Félix Herrera, el alcalde de Granátula.
“Con un beso y un abrazo, te quitaría todas las penas. Ya te daré un abrazo”, le dice Antonio antes de marcharse, esperando que pronto sea posible una visita sin locutorio de por medio.
Dolors Massot, Aleteia
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