¿Cómo interpretar la Biblia? ¿Qué nos dice al hombre de hoy?
¿Qué perlas esconden sus textos?
¿Qué perlas esconden sus textos?
Oscar García Aguado es un sacerdote madrileño que ha escrito dos pequeñas obras: “Aprende a manejar la Biblia. Aproximación al Antiguo Testamento” y “Aprende a manejar la Biblia. Para disfrutar del nuevo testamento”. Se trata de dos libros que nacen por una petición, la que le hizo el Delegado de Catequesis de Madrid, Manuel María Bru: “Oscar, tienes que plasmar por escrito tu experiencia”.
Se trata de la experiencia de dar unas Escuelas de Biblia o Lecciones Bíblicas a catequistas y para la formación de adultos y de laicos en las parroquias. Todo este itinerario de las escuelas bíblicas queda escrito en estos libros.
Estos días de confinamiento, de quedarnos en casa, de ver películas y leer muchos libros… pueden ser buen momento para leer o releer la Biblia y para ello hace falta tener algunas nociones que Oscar explica muy bien: “La Revelación no se reduce a la Biblia. La Revelación de Dios es dinámica”.
Oscar, dices en tu libro que “para leer la Biblia hay que tener unas reglas interpretativas y una prudencia”. Esto de abrir la Biblia al azar, leer unos versículos y ver qué nos dice Dios… no sirve, ¿verdad? Esto no es el oráculo de Delfos…
No, precisamente la Biblia no se debe utilizar como la bola de cristal, para adivinar qué es lo que tenemos que hacer en cada momento. No, la Biblia es parte de un diálogo que Dios quiere establecer con cada uno de nosotros. Por tanto, ese diálogo hay que cuidarlo bien, porque hay que entender muy bien el mensaje. Es importante que no podamos acceder a la Biblia como si fuera un método adivinatorio, sino que la Biblia tiene que servir para la oración, para el encuentro personal con Dios, para vivir según su voluntad, para el anuncio de su Amor,… La Biblia ha sido escrita para ese hecho de fe.
Cito textualmente del libro: “Toda palabra escrita en la Biblia podemos decir que es palabra de Dios si está unida a lo que Dios quiere”. Ahora me pregunto… ¿Y cómo sabemos qué es lo que Dios quiere?
La Revelación de Dios no se agota en la Biblia. Es una premisa que todo el mundo tiene que tener claro. La Revelación no se reduce a la Biblia. La Revelación de Dios es dinámica. Es decir: Es ese encuentro que Dios desde el inicio de la humanidad (Génesis) ha tenido contacto con el hombre y que se ha ido revelando poco a poco en cada circunstancia a los hombres de cada época. Ahora también a nosotros.
Es cierto que nosotros tenemos el bagaje de toda esa revelación maravillosa, de esa historia de salvación que se ha iniciado desde Abraham a nuestros días, desde el cúlmen de Jesucristo, desde esa Palabra de Dios hecha carne que ha irrumpido en la historia. Ya tenemos ese bagaje.
Ahora bien…Hay que tener en cuenta que Dios habla a cada uno de nosotros y ese hablar tiene palabras y esas palabras realmente están en la Biblia, pero… necesitamos un intérprete.
La Biblia da palabras a la voz de Dios en nuestro corazón, pero ahora tenemos que encontrar un intérprete y ese intérprete es el Espíritu Santo que palpita en la Iglesia. Es la Iglesia la que tiene la interpretación adecuada para saber qué quiere Dios de mí.
En tu primer libro sobre el Antiguo Testamento nos hablas de perlas. Cuéntanos alguna que nos pueda servir para estos días…
Muchísimas. Ahora mismo en estos días yo recomendaría… Por ejemplo: El Salmo 8:“¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! (…) ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? El Salmo 23: El Señor es mi pastor, nada me falta… El consuelo de Isaías en el capítulo 49: “Mira, te llevo tatuada en mis palmas…” Ezequiel 36 y Oseas 2. Cuando uno lee estos textos te das cuenta enseguida de que lo que Dios quiere de nosotros, ahora, es purificarnos. Purificarnos y sacar de nosotros lo mejor. Dejar caminos, dejar senderos que teníamos que abandonar y abrir un camino más auténtico… y cómo nos va a dar un agua pura y cómo nos va a enamorar en el desierto; cómo quiere quitarnos de muchas idolatrías. Nos hace una verdadera interpretación del tiempo contemporáneo, del tiempo que vivimos.
Para interpretar la Biblia dices que si no se conoce a Cristo no se puede interpretar ni el Nuevo ni el Antiguo Testamento…
No lo digo yo, lo dice San Jerónimo. El desconocimiento de la Escritura es el desconocimiento de Cristo. Efectivamente, el centro de toda la Escritura es Cristo, es el Acontecimiento de hace 2.000 años. Es lo que hace interpretar todo el Antiguo Testamento y lo que hace interpretar todo lo que se dice después de Él. Cristo se lo dice a los discípulos de Emaús: “Pero que torpes y necios sois para entender lo que dijeron de mí los profetas”. Empezando desde Moisés y pasando por todos los profetas les hizo entender que todo hablaba de Él. Para leer la Biblia hay que leerla desde Cristo Resucitado.
Vamos al Nuevo Testamento. Me gusta la advertencia que haces… la de decir: “Buah…Esto yo ya me lo sé”
Tenemos un peligro los que leemos habitualmente el Nuevo Testamento. Lo escuchamos en Misa o lo leemos en las Apps con las lecturas de cada día. Son tentaciones de vanidad, de que como todo ya nos suena… parece que no tiene que decirnos nada nuevo. La Escritura es para que podamos hablar con Dios.
En el momento en el que estamos…sin querer podemos caer en una lectura equivocada del Apocalípsis. ¿Cómo se debe leer? ¿Es una especie de visión del fin del mundo, o no?
El Apocalipsis es una Revelación para la comunidad cristiana del tiempo donde fue escrita, pero también trasciende esa Revelación al momento presente a cristianos de toda época. El Apocalipsis se ha leído siempre. No se lee ahora porque hay una circunstancia adversa o muy negativa, también se lee en momentos benéficos.
El Apocalipsis es la palabra inspirada que Dios le dio al Apóstol San Juan en unas revelaciones para decirle a la comunidad cristiana, ante la persecución sobre todo ya romana, que le dijo: ¡Ánimo!¡Fuerza! La última palabra no la tiene el mal sino que la tiene Dios, la tiene Cristo victorioso y esa es la misma palabra que se trasciende ahora a nosotros: ¡Ánimo! ¡Fuerza! La ultima palabra en la Historia la tiene Dios.
Alvaro Real, Aleteia
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