lunes, 9 de marzo de 2020

En el amor, ¡escapa del reino de Narciso!

El narcisismo puede convertirse en un problema de pareja, cuando el otro se convierte solo en un espejo para mi ego
narcissist

Conocemos todos la historia de Narciso narrada por autores griegos y latinos. La leyenda cuenta que Narciso, mientras se inclina para beber de un lago, se contempla y se enamora de su propio reflejo en el agua.
Ovidio describe de manera magistral el proceso del enamoramiento de sí mismo que vive Narciso:
Se desea a sí mismo sin saberlo, elogiando se elogia,
cortejando se corteja, y a la vez que enciende, arde.
¡Cuántas veces dio vanos besos a la fuente engañadora!
¡Cuántas veces sumergió sus brazos para agarrar el cuello
que veía en medio de las aguas y no consiguió cogerse en ellas!
No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema,
y la misma ilusión que engaña sus ojos, los excita. Crédulo,
¿para qué intentas en vano atrapar fugitivas imágenes?
Lo que buscas, no existe; lo que amas, apártate y lo perderás.
Esa sombra que estás viendo es el reflejo de tu imagen.
Metamorfosis, III, 425-434
La historia acaba en algunas versiones con Narciso ahogándose en el pozo intentando unirse a sí mismo. El genio de Oscar Wilde, sin embargo, reescribe el final de manera muy interesante:
Cuando Narciso murió, llegaron las Oréades (diosas del bosque) y vieron al lago transformado, de un lago de agua dulce que era, en un cántaro de lágrimas saladas.

-¿Por qué lloras? Le preguntaron las Oréades.
-Lloro por Narciso. Respondió el lago.
-¡Ah! ¡No nos asombra que llores por Narciso! -Prosiguieron ellas- Al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.
-¿Pero Narciso era bello? Preguntó el lago.
-¡Quién si no tú podría saberlo! -Respondieron sorprendidas las Oréades- En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días.
El lago permaneció en silencio unos instantes. Y finalmente dijo:
-Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta de que fuera bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mis márgenes yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada.

El narcisismo puede convertirse en un fenómeno destructivo para la pareja. El otro se convierte solo en un espejo para mi ego. El narcisista aquí no está replegado en sí mismo sino que, a escondidas, busca al otro para encontrarse en él. El otro se convierte en la coartada y en el medio para amarse solo a sí mismo.
Por esto, el narcisista necesita  atreverse a ser el otro para superar su narcisismo. El otro no ha de ser el espejo de tus anhelos, sino tu aliado hacia un nosotros que les completa. El amor verdadero es aceptar la aventura (y la desventura) del otro.
A propósito del otro. ¿Quién de nosotros no ha experimentado, al enamorarse, una especie de entendimiento surrealista? El otro piensa como yo. Parece que no necesitamos hablar.
En esta increíble sintonía hay mucho de lo que Stendhal llama “la cristalización amorosa”.¿De qué se trata? Lo explica aquí el propio Stendhal:
“En las minas de sal de Salzburgo, se arroja, a las profundidades abandonadas de la mina, una rama de árbol desnuda a causa del invierno; dos o tres meses se saca de nuevo, cubierta de cristalizaciones brillantes: las ramas más pequeñas, las que no son más gruesas que la patita de un carbonero, quedan guarnecidas por una infinidad de diamantes, móviles y deslumbrantes; es imposible reconocer la rama primitiva”.
Así sucede en el corazón tocado por las flechas de Cupido. Esta es la fase de la primera cristalización, donde “uno adorna con mil perfecciones” a la persona que le ha robado el corazón. La mente tiene tanta adrenalina que “toma de todo lo que se le presenta el descubrimiento de nuevas perfecciones en el objeto amado”.
En esta experiencia, parece que yo estoy atento, aun más, absorbido por el otro, pero a menudo lo que está sucediendo es mi absorción en mi propia proyección. Estoy yo y mi deseo, y el otro no es más que un accesorio, una coartada. Ahora bien, cuanto más grande es la ilusión, más grave será la desilusión. Por eso dos esfuerzos son necesarios en la pareja

PENSAR

El primer gesto tienes que hacerlo solo. Reflexiona de manera realista – sé que no es fácil, porque Cupido aturde si acabas de enamorarte – sobre quién es el otro, asume su verdadera alteridad y no lo que deseas que él o ella sea.

PERDONAR

El segundo gesto, sobre todo si estáis juntos desde hace tiempo, toca pedir perdón al otro por querer que sea de una manera de no es, aunque fuera de manera inconsciente.
Robert Cheaib, Aleteia



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