martes, 24 de marzo de 2020

Confinado y arrepentido llama a su esposa para pedirle perdón

El confinamiento decretado para luchar contra la pandemia del coronavirus puede ser una oportunidad para parejas en crisis o ya separada. En este caso,
Antonio ha dado ya un paso importante.
TLEFON ZAUFANIA

El confinamiento puede dar buenos frutos, ya que las verdaderas vías de superación en las personas empiezan con la soledad, la reflexión sobre sí mismo, y la escucha de la voz de la conciencia. 
En esta vida inevitablemente cometemos errores, aparecen contrariedades o pruebas difíciles ante las cuales nos lamentamos. Sufrimos dolor, pesar, tristeza… Pero es importante saber que siempre existe la posibilidad de reparar daños, de pedir perdón y de recomenzar aprovechando esta dura experiencia. 
Cosa distinta es cuando nuestra conciencia queda comprometida tras cometer malas acciones u omisiones que resultan en cierta manera irreparables y marcan la diferencia entre el abatimiento y la fortaleza moral, entre el cinismo y la integridad y, sobre todo, entre la esperanza y la desesperanza.
En el consultorio de Aleteia, atendimos a Antonio, separado de Carolina y sus dos hijos. Llevaba meses sin tener contacto con ellos, a pesar de que en el proceso de separación se había logrado un convenio para que los pudiera visitar.
Pensaba que sus hijos no le perdonarían. En cuanto a su esposa, a quien seguía amando, consideraba con razón que la había perdido definitivamente pues le había sido infiel y ni siquiera le había pedido perdón al ser descubierto.
Ahora, además de recordar este gran error, siente también remordimientos por beber alcohol a diario, un comportamiento con la que busca olvidar en parte su fracaso vital.
El remordimiento es un sentimiento que surge de la aceptación de las propias culpas y errores, lo que, por la falta de humildad, se encuentra desconectado de la capacidad de recuperar la paz y la dignidad de la conciencia.
En Antonio, el riesgo de instalarse solo en el remordimiento con actitudes evasivas como el consumo de alcohol agrava el problema, pues al convivir demasiado tiempo con este estéril sentimiento, puede perder la sensibilidad de la conciencia y el remordimiento mengua sin llegar a sanar el problema desde su raíz.
Y al instalarse en la desesperanza se pueden tomar las peores decisiones y comenzar con la depresión.
El remordimiento por sí solo no suele ser suficiente para afrontar la situación. Antonio necesita sentir un arrepentimiento sincero y real en lo más profundo de su ser.
Por ello, Antonio debía pasar del remordimiento sin esperanza a un estado mayor de conciencia de sus culpas por mucho que aumente su dolor. Solo así podría aparecer un arrepentimiento lo suficientemente claro y fuerte apostar por la reparación de tanto sufrimiento.
Con ayuda lo logró. Solo que, en el caso de Antonio, la reparación del daño causado aparecía como algo inalcanzable, tratándose de un profundo daño moral.
¿Qué hacer? Le explico que la terapia que su alma requería es que pidiera perdón, aun sin esperarlo, lo que sería el inicio de una expiación que lo ayudaría a recuperar la paz.
Antonio pensó hablar por teléfono, aunque creía que su llamada no sería contestada, o de serlo, recibiría un merecido desprecio… Titubeaba, revisaba muchas veces lo que diría entre la pena y la duda.
Finalmente comprendió que, si sufría un rechazo, sería en todo caso el inicio del camino para aceptar un dolor sin oponer resistencia, pues un sufrimiento sereno termina dejando de ser un sufrimiento.
Finalmente marcó el número. Desde su propio confinamiento, la ex esposa lo escuchó con serenidad y con la caridad de quien sabiendo donde están las heridas intenta no tocarlas.
Luego, ante su asombro, y después de un diálogo en el que pidiera solo que no lo olvidaran, le puso en contacto con sus hijos que le contestaron con la alegría de quienes no habían sido forzados a tomar partido. Y se cruzaron muchas frases amorosas sin que ellos vieran sus lágrimas.
La ex esposa volvió al teléfono para hablar de la forma en la que él puntualmente comenzaría a llamar, y pasada la crisis de la pandemia provocada por el coronavirus, en la que podría ver a sus hijos, sin crear las falsas expectativas de rehacer su relación como matrimonio.
Antonio comprendió que debía reconocer que la realidad era positiva, incluso en su parte dolorosa, y que podía dejar de sufrir si cambiaba en su mente la forma en que la veía. Que el sufrimiento que más daño hace es aquel que no se acepta, cuando la verdad es que el dolor de las propias culpas puede adquirir sentido en el camino del sincero arrepentimiento. Y el camino del arrepentimiento lleva a la expiación que hace nacer la esperanza… Nunca es tarde.
La conciencia es “esa voz” que se convierte en un verdadero diálogo con nuestro Dios quien anima a seguir por estas “vías de superación” por amor y, a través del amor, hasta tocar el cielo.
En este testimonio, los nombres han sido cambiados, para cuidar el anonimato de quien acudió a nuestro consultorio. 
Consúltanos en: consultorio@aleteia.org
Orfa Astorga, Aleteia 
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