miércoles, 5 de febrero de 2020

¿Por qué me tengo que confesar con un sacerdote?

¿Por qué me tengo que confesar con un sacerdote,
que tal vez es más pecador que yo?’. Te explicamos.
Sacramento de la Reconciliación o Confesión

‘¿Por qué me tengo que confesar con un sacerdote, que tal vez es más pecador que yo?’, preguntaba el otro día una persona, renuente a acudir al Sacramento de la Confesión.

Te presentamos unas respuestas:

1. La primera y más contundente de todas es que Jesús mismo lo quiso así
Cuando resucitó y se apareció a Sus discípulos, les deseo´ la paz, soplo´ sobre ellos, y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan reten dos” (Jn 20, 22-23).


De este pasaje vale la pena notar tres cosas:


a) El gesto de Jesús de soplar es muy significativo. Recordemos que Dios sopló el aliento de vida en las narices del primer hombre (ver Gen 2,7). Aquí está instruyendo un Sacramento que también dará nueva vida, en este caso al alma del pecador, al serle perdonado su pecado.

b) Jesús pudo enviar a Sus discípulos a invitar a la gente a confesarse directamente con Dios, pero no hizo eso.

c) El Señor les dio a Sus discípulos el poder de perdonar, en Su nombre, los pecados, pero no les dio el poder de adivinarlos, por lo que resulta evidente que quien deseaba obtener el perdón, debía confesarlos. Ese pasaje bíblico muestra el momento en que Jesús mismo instruyo´ el Sacramento de la Confesión.

Ma´s adelante, san Pablo afirma: “Dios…nos reconcilio´ consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación” (2 Cor 5, 18).

2. La segunda razón, es que acudir a confesarse con un sacerdote es sumamente sanador
Permite experimentar el extraordinario alivio de reconocer humildemente y confesar lo que estuvo mal; desahogarse con otro ser humano del que se puede estar seguro que no contara´ lo que oyó en la Confesión; recibir buen consejo; penitencia que ayude a expiar la culpa, y gracia de Dios que fortalece para no volver a caer en lo mismo.


Supongamos que alguien ha cometido un grave pecado, y le pesa en la conciencia, trae eso cargando. ¿Que´ opciones tiene?

a) Puede pedirle directamente perdón a Dios, y quedarse siempre con la duda de si recibió de veras el perdón o sólo se lo imagino´.

b) Puede desahogarse contándoselo a su familia, que puede reaccionar muy mal, tal vez su cónyuge se quiera separar y sus hijos alejar.

c) Puede decírselo en confidencia a su mejor amigo, quien probablemente se escandalizara´, no querrá continuar su amistad, y además lo platicara´ a sus cuates y esposa, con lo cual se armara´ un terrible chismerío que quien sabe en qué irá a parar.

d) Puede irse a confesar, recibir la absolución y experimentar la paz sin igual que da tener la seguridad de haber sido perdonado. También podrá quedarse tranquilo de que el confesor no va a platicarle a nadie lo que le confeso´, y además recibirá consejo, penitencia y la gracia de Dios que le ayudarán a superar su pecado. Evidentemente ésta es la mejor opción.


A la segunda parte de la pregunta (un sacerdote que tal vez es más pecador que yo), cabe dar tres respuestas:

1. Quién acude al Sacramento de la Reconciliación se está confesando con Dios. El sacerdote es simplemente un mediador.

2. El Sacramento de la Reconciliación no depende de la santidad del confesor, sino de Dios, por lo que da lo mismo que el confesor sea un gran santo o un gran pecador.

3. El hecho de que el confesor sea pecador, le permite comprender a quien peca. Por ejemplo, podemos suponer que san Pedro debe haber sido un confesor muy compasivo, pues como el mismo cayo´, comprendía muy bien a quien había caído.

Dejemos de poner pretextos, busquemos un confesor y permitámosle ser, como Dios quiere, un medio por el cual recibamos Su perdón y Su amor.


Desde la Fe 



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