sábado, 8 de febrero de 2020

¿Sabes cuándo me siento más Pecador? (Un Testimonio fuertísimo)




Me ha pasado innumerables veces. Vivo tranquilo. Rezo. Voy a misa. Y de pronto tengo la posibilidad de verme como realmente soy, un pecador.
San Juan tiene palabras muy fuertes para nosotros“Si decimos que estamos en comunión con él mientras caminamos en tinieblas, somos unos mentirosos y no estamos haciendo la verdad.” (1 Juan 1, 6)
Y luego nos golpea el corazón al recordarnos algo fundamental con una lógica sobrenatural: “Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1, 8).
No hay pecado pequeño, pues todos ensucian nuestras almas y ofenden a un Dios tan bueno y misericordioso.
Cuando paso fuertes tentaciones recuerdo estas palabras impactantes de la sierva de Dios, sor María, Romero: “Un solo pecado bastó para convertir a Luzbel en Lucifer”.
Qué terrible es la soberbia que puede condenar nuestras almas y apenas nos damos cuenta.
Recuerdo a un joven que un día se me acercó para contarme de una pesadilla que lo despertó sudando frío. Se vio a sí mismo fuertemente encadenado contra un poste. Las cadenas lo rodeaban y era imposible zafarse de ella. Gritó con todas sus fuerzas: “Auxilio” y se vio en una iglesia. Comprendió el mensaje. Se dio cuenta que Dios le quería libre y feliz. Tenía muchos pecados encima y años sin confesarse.
Al despertar fue a visitar a un sacerdote y se confesó. Se sintió completamente liberado y aliviado. Hizo propósitos de no volver a cometer esos terribles pecados que tanto ofendían a Dios.
Inicié este escrito con una pregunta y debo responderte, es necesario.
Me encontraba en David, Chiriquí, una provincia a 444 kilómetros de la ciudad de Panamá. Había viajado por trabajo.
Tengo la costumbre de visitar a Jesús en los diferentes lugares a los que voy. Siempre busco la iglesia del lugar y al entrar pregunto por el sagrario para saludar a mi buen amigo. En eso estaba cuando pasé frente a un enorme crucifijo. Me detuve y me percaté que no podía mantener fija mi mirada, en la dulce mirada de Jesús.
Me sentía pecador, culpable, frente a tan grande sacrificio de amor.
Tuve que buscar un sacerdote para confesarme.  Regresé luego a vero de nuevo, con una nueva mirada.
“Aquí estoy, Jesús, por ti. Para ti”.
Ante Él que es la verdad, no puedes mentir, ni mentirte. Él lo sabe todo y te ama como nadie te puede amar.
Cuando Jesús ve mi alma me comprendo pecador.
Dios nos llama a TODOS, te llama a la reconciliación, ¿hace cuánto que no te confiesas?
Este es un buen momento para dirigir tu mirada a Dios. Él nos quiere de vuelta en su redil. Somos sus favoritos. Él te ama.
¡Dios te bendiga y te conceda su paz!
Claudio de Castro, Aleteia




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