Análisis de Carmen Sánchez Maíllo, del Instituto de Estudios de la Familia San Pablo CEU
Carmen Sánchez Maíllo, profesora de Teoría del Derecho en San Pablo CEU, explica que es posible limitar legalmente mucho la pornografía |
¿Es posible erradicar o, al menos, restringir mucho, la pornografía, que en nuestros días es ubicua e invasiva como nunca antes? Sí es posible hacer mucho por restringirla, explica Carmen Sánchez Maíllo, profesora de Teoría del Derecho y Secretaria Académica del Instituto de Estudios de la Familia de la Universidad San Pablo CEU.
- ¿Por qué hablamos de un 'fenómeno nuevo'? La pornografía siempre existió.
- Sí, pero las circunstancias hoy son muy distintas. Antes la pornografía era escasa y se mantenía en los márgenes de la sociedad. Ahora toda la sociedad se va pornificando. Con Interner la oferta es ilimitada. Y cambia la forma en que se consume. Internet te permite elegir pareja, repetir experiencias, contactar con una persona concreta y pedirle cosas... Hay un acceso fácil, anónimo, gratuito e ilimitado. Se ampara en una especie de limbo legal. Ya no es el acceso esporádico a una revista aquí o un libro allá. Es invasivo y resulta de facilísimo acceso para niños y adolescentes.
- ¿Hay conciencia social de los daños que causa la pornografía?
- Hay un consenso, tanto entre personas de derechas como de izquierdas, en que daña a la persona. Es denigrante para las personas que intervienen en ella, una lacra. Y tiene efectos adictivos, de daños a la salud pública y a las familias. Es un tema de salud pública y debe figurar ya en la agenda política.
- ¿Es posible erradicar la pornografía en nuestra época?
- El ideal debería ser la erradicación, igual que pasa con la prostitución, otra actividad degradante. La erradicación completa hoy por hoy parece difícil, pero sí se puede restringir mucho con medidas legales.
- ¿Cómo puede hacer un país para restringir al máximo la pornografía?
- En primer lugar, el esfuerzo contra la pornografía debe tener prioridad estatal y autonómica. En segundo lugar, hay que ir contra las plataformas de acceso gratuito y anónimo. Una medida eficaz sería obligar al usuario a asegurarnos de que se identifique con un nombre, correo, edad y un código de acceso. Al menos, tenemos que asegurarnos que no acceden menores de edad. Así acabaríamos con el porno en abierto y anónimo. En Reino Unido aprobaron recientemente una ley de verificación de la edad para acceder a páginas de pornografía. Las webs que allí no cumplen tendrán sanciones, bloqueos, cierres...
- ¿Qué más se puede hacer?
- Otro paso es bloquear el acceso a webs porno de los ordenadores de instituciones públicas, de bibliotecas, ayuntamientos, escuelas, etc... También vale la pena prohibir toda publicidad de actividad pornográfica. Y desde el poder municipal se puede haber bastante. Se pueden establecer normas municipales para que los locales y empresas ligados a la pornografía estén al menos a 1 kilómetro de centros escolares.
- Todo eso carga la presión sobre la empresa porno. ¿Y el usuario?
- Hay que ayudar a la gente a salir del porno. Debe haber tratamientos para la adicción, como la hay con otras adicciones. Y debe haber en los Presupuestos Generales del Estado financiación espcífica para concienciar sobre esta lucha. Todo eso ayuda a crear conciencia. Además, igual que las cajetillas de tabaco incluyen avisos sobre los riesgos de fumar, también las webs porno deberían señalar los daños que causa, su tendencia a la adicción y sus efectos. Todas estas restricciones son pasos que ya se pueden ir dando.
- ¿La sociedad es consciente de la importancia de esta tarea?
- Es una conciencia que tiene que crecer. Hoy sabemos más sobre los daños del porno en la persona. Las familias además vamos entendiendo que el acceso a Internet requiere más control, mejor formación. Se necesita también una educación sexual adecuada y temprana, en colaboración con las familias. Los jóvenes también han de aprender a rechazar con disgusto el ver vejaciones en Internet. Hay asociaciones y Foros que empiezan a trabajar en esta lucha. Hay que apoyar los congresos y seminarios que ayudan a crear esta conciencia crítica. Los padres han de poder hablarlo en familia. Y vale la pena apoyar asociaciones y webs especializadas como SexólicosAnónimos.
- Aún hay gente que dice "pues yo no veo que haya tanto porno"...
- Está por doquier, a poco que uses cualquier pantalla. Está en las teleseries. En Internet te bombardea con banners y publicidad. Es invasivo. Hay productores que se lucran con ello y lo difunden al máximo. Además, las teleseries como Élite, Euforia y otras levantan el umbral de la tolerancia del espectador, con escenas cada vez más explícitas. Por acumulación, dan normalidad a cosas que antes se consideraban repugnantes. Además, hay niños que han conocido a ciertos actores en series infantiles, de Disney, pero después ven a esos actores en escenas extremas en teleseries, y el joven asume que forma parte del crecer, de la vida adulta, lo normal...
- ¿Qué decir a los políticos que dicen que a ellos "no les gusta prohibir conductas privadas"?
- Hay que recordarles que el mayor daño la pornografía lo empieza a causar ya con los niños y adolescentes. Por otro lado, hay cosas que quizá son legales pero dañan la dignidad de la persona, incluyendo al que filma las películas.
- ¿Y qué decir a los que piensan que es una batalla perdida, que no se puede hacer nada?
- Se equivocan, se puede hacer mucho y precisamente ahora crece la conciencia social. Podemos ser creativos con los mecanismos de acceso, puede haber un pacto nacional e internacional al respecto, también ayudándonos con la Policía y la Guardia Civil. El Ayuntamiento de Málaga, por ejemplo, recientemente sacó una campaña de concienciación. Todo lo que hagamos para restringir estos productos irá en beneficio de nuestros hijos y nuestras familias. Muchas personas de distinto signo político ven ya que es así. Además, la pornografía va ligada a la explotación sexual, a la trata de personas y a la cosificacion de la mujer. Mucha gente se da cuenta y por eso es un buen momento para actuar y restringirlo al máximo.
Pablo J. Ginés/ReL
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