
Conor y Ashley Gallagher, con 15 de sus 16 hijos.
Si hay algo que Conor y Ashley Gallagher (Charlotte, Carolina del Norte) saben que se puede hacer con 16 hijos, eso es rezar en familia, encontrar orden en el caos y que siempre va a haber excusas para eludir los hábitos de oración. Sin embargo, como contó recientemente este padre de familia numerosa, hace mucho que asumió que la imagen idílica del matrimonio y los hijos rezando de rodillas en silencio es con frecuencia una utopía para los Gallagher.
En su caso, el rosario comienza por movilizar a casi una veintena de personas contando con los padres. Una vez reunidos, si están todos en casa, comienza lo más parecido a ese momento de paz espiritual en familia que no suele ser sinónimo de silencio, orden y concentración.
Rezar el rosario en familia... con 18 personas
En su caso, el rosario suele incluir a su hijo de dos años mordiendo las cuentas y otros más mayores se pelean por un sitio en el sofá, mientras varios niños de entre medias suplican dirigir un misterio aún sin saberse de memoria el padrenuestro.
“Es adorable, pero también quiero irme a la cama”, menciona Gallagher, matizando que, además, esa imagen responde a “una de las noches más tranquilas”.
Lo normal para ellos, buscando rezar en un momento que coincidan todos los miembros de la familia, es rezar mientras unos terminan los deberes, tratando de elevar las oraciones por encima del sonido de la aspiradora o, incluso, sujetando un teléfono que permite a uno de los hijos que está camino a casa unirse a la oración en familia.
“La realidad es que nuestra casa no es un monasterio. No somos monjes y monjas santos, somos una familia. Y lo que he descubierto es que, aunque falte la piedad, aunque las distracciones arrecian, seguimos juntos, seguimos rezando a nuestro Padre Celestial”, subraya Conor.
Criar en el valor, el esfuerzo y la gracia
Gallagher es autor de varios libros, incluido el recientemente publicado Raising Blue-Collar Kids in a White-Collar World , que ofrece maneras en que los padres católicos pueden criar a sus hijos con “valor y gracia”.
En recientes declaraciones a National Catholic Register, Gallagher comentaba que esa rutina de oración, aunque no sea la espiritualidad perfecta que todo cristiano podría evocar en un primer momento, es de hecho crucial para el futuro de su familia.
Ser católico no es tarea fácil, dice, y si tu hijo quiere practicar su fe de adulto, entonces debe aprender a ser abnegado, trabajar duro y, como practican día a día en su hogar, perseverar.
“La Iglesia necesita hombres y mujeres valientes que sepan sufrir. Y esto comienza desde el principio de la educación, encomendándoles tareas, imponiendo restricciones tecnológicas y diciendo "no". Un niño que pueda vivir con eso, está en el camino hacia la santidad”, agrega.
Vigilar esos aspectos de forma simultánea facilitará la misión educativa.
Comenzando por el aspecto tecnológico, admiten que todo es más sencillo al tomar conciencia de que los niños acceden por primera vez a la pornografía con 9 años o que y el 79% de los hombres y el 76% de las mujeres de entre 18 y 30 años la consumen al menos una vez al mes.
Sin embargo, en su caso comenzaron antes de tener el problema encima.
“Crear una cultura de responsabilidad. Tener una agenda de tareas. Tener una política digital. Establecer una hora de acostarse y de levantarse… Los adolescentes, escribe, “no tienen derecho a la privacidad con respecto a su tecnología, como tampoco un niño pequeño debería tenerlo mientras juega con productos químicos debajo del fregadero de la cocina”.
También menciona la importancia, en su orden familiar, de que cada hijo tenga asignada una tarea doméstica. Cumplir con ellas no solo “ayuda a desarrollar los hábitos adecuados”, sino que también es fundamental de cara a adquirir virtudes como la humildad o la fortaleza. Tener un espíritu trabajador, dice, conlleva un componente inherente de humildad, pero también ayudará en la carrera profesional de los hijos “más que cualquier otra cosa”.

Algunos de los niños Gallagher ayudan con los productos en la cocina.
Sus hijos, observa, “nunca perdieron el impulso de ensuciarse las manos, de trabajar incansablemente por algo bueno, no por elogios ni recompensas, sino porque aprendieron que el trabajo duro no es solo un medio para un fin, sino que puede ser el fin en sí mismo”.
Una educación en el esfuerzo y el trabajo desde la infancia también contribuye, según su experiencia, a adquirir “la determinación para soportar las luchas de la vida diaria”. Y especialmente, a hacerlo “de una forma virtuosa, caritativa y humilde”, pues la persona santa “sabe cómo sufrir, soportar pruebas y tribulaciones. Llegar a la virtud es una tarea difícil y la abnegación es un requisito previo. Cargar con la propia cruz es bastante típico de la clase trabajadora”.
1º Establecer metas razonables
En otra ocasión, Gallagher escribió en Catholic Link un artículo donde desvelaba a sus lectores los hábitos y cambios de mentalidad necesarios en su vida para poder rezar en familia.
Uno de ellos es el de establecer metas razonables. Cuenta que, al principio, rezaba en familia el Ángelus antes de irse a trabajar, consciente de la importancia de que sus hijos viesen que lo último que hacía su padre antes de irse era rezar con ellos.
“Conforme los niños crecen y las agendas se vuelven más apretadas, hemos cambiado nuestro tiempo de oración a un Rosario de madrugada. Mi esposa y yo nos propusimos rezar todos juntos cuatro veces por semana, y casi siempre lo logramos. ¿Y por qué solo cuatro veces por semana? Porque es una meta razonable. Con todos yendo y viniendo, siete noches simplemente no se puede”, comenta.
2º Como la viuda, dar lo que se tenga
El padre de 16 hijos observa que “algo hermoso” surge en sus momentos de oración, sin importar que hubiese gritos, peleas o juegos entre medias. “Susurran [la oración] Usan la voz de la Iglesia en nuestro hogar, porque saben que algo sagrado está ocurriendo. Y en medio de ese tiempo de oración, una especie de calma nos invade a todos, por breve que sea. Es como si en algún lugar de nosotros, más allá del ruido, supiésemos que algo importante está ocurriendo”, comenta.
En este sentido, llaman a ser como la viuda y dar lo que tienen. Mi esposa y yo, continúa Gallagher, nos esforzamos por dirigir la oración familiar con piedad y esperamos que los niños lo entiendan. No importa si la oración puede ser mecánica: al fin y al cabo, es la ofrenda familiar de los Gallagher, como la de la viuda en el Evangelio. “Estas oraciones descuidadas y endebles son todo lo que tenemos para ofrecer a nuestro Señor”.
3º Un cambio en la oración de la noche
Otro de los aspectos que le llamaron la atención fue cambiar su rutina de oración nocturna. Antes, preguntaba a cada hijo tres cosas del día por las que daba las gracias. Pero ahora, añade otra pregunta: ¿Por qué tres cosas malas das las gracias?
“Nuestra hija de cuatro años me preguntó: "¿Cómo puedes agradecer algo malo?". Y ahí está mi oportunidad de enseñarle lo más importante que podrá aprender. Damos gracias por todo lo bueno, pero Dios también quiere que lo malo entre en nuestras vidas. Una discusión, cuando se rompe el coche o se pierde un trabajo… Me parece importante para enseñarles a agradecer no solo lo bueno, sino también el sufrimiento. ¡Esto es lo que los santos descubrieron! Dios nos trae dificultades para ayudarnos a crecer conforme a su voluntad”, explica.
4º Agradecerlo todo
En este sentido, comparte que los ratos de oración descritos por el padre de familia numerosa pueden no ser “la imagen perfecta de una familia piadosa y santa”. “Es católica, desordenada… Pero aún así lo hacemos. Ya sea un rosario completo con los dieciocho, o mi hijo de siete años y yo solos dando gracias a Dios por lo bueno y lo malo, las dos son oración, tanto los grandes momentos como los pequeños, ambos son importantes”.

Conor y Ashley Gallagher posan para una foto durante sus vacaciones.
Un cambio de mentalidad trascendental
Gallagher concluye su escrito mencionando un cambio de perspectiva crucial en su vida de oración, cuando descubrió la importancia de la oración desde la perspectiva de esposo y padre.
Si bien mi relación personal con Dios es fundamental, comenta, “orar como cabeza de familia me ayuda a superar el egocentrismo y la introspección. Me obliga a preguntarme: "¿Cuál es la vida espiritual del jefe de la familia Gallagher?". Mis oraciones deben estar a la altura de mi posición”.
Desde que comprendió su importancia, admite que ha cambiado su forma de pensar y rezar.
“Cuando rezo como cabeza de familia es para vincularme a la voluntad de Dios, para ayudar a guiar a mi familia al cielo. ¡Porque ese es el objetivo de todo! Estamos llamados a ser santos, y eso es lo que más deseo para mi esposa y mis hijos. La oración, perfecta o imperfecta, es oración. Una señal visible de nuestra lucha por acercarnos a Dios”, agrega el padre de familia, que concluye con un llamado: “Rezad. Con vuestra familia, a solas, en la adoración, en el coche o mientras pasáis la aspiradora. Pero rezad”.
José María Carrera Hurtado, ReL
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