
Por la situación que se estaba viviendo en Paraguay el año 2004, Fátima y Raúl pensaron que lo mejor para el futuro de sus hijos era migrar a Europa.
Ella tenía la nacionalidad española porque su padre era catalán, y él encontró un trabajo en la ciudad de Terrassa, así que decidieron trasladarse a España.
Fátima estaba embarazada de su segundo hijo. Desde entonces han nacido otros cinco, que hoy tienen edades comprendidas entre los 5 y los 22 años.
Al cabo de unos años, Raúl se fue a trabajar a Andorra. Cada fin de semana recorría los 200 kilómetros que lo separaban de su familia, que acabó trasladándose también a ese pequeño país de los Pirineos.
Materialismo y familias rotas
Allí no todo fue como ellos esperaban. “No encontramos un entorno adecuado para nuestros hijos”, lamenta Fátima.
“Es un ambiente muy materialista, muchas familias están rotas, no hay una vida familiar sólida,…”, explica.
“Tengo dificultades, tal vez más que otras personas -reconoce-. Sé que, si no tuviera a Dios y a la Virgen María conmigo, no podría salir adelante”.
Esperanza
“Echo en falta hacer explícito en qué esperamos: nombrar a Jesucristo, a Dios y a su madre”, añade.
Sin embargo, la familia Bellencier Casamitjana ve también en ello “un nuevo reto para poder ayudar con nuestra esperanza a las personas que están a nuestro alrededor, viviendo y transmitiendo nuestros valores humanos basados en Cristo”.
Fátima está muy contenta con los amigos que ha hecho. Aunque su familia le demanda mucho, ella está pendiente de ellos, les llama y encuentra tiempo para hablar y compartir.
“Me hace mucha ilusión pensar que lo que yo tengo, lo que yo vivo, otras personas lo descubran”, afirma.
Y continúa: “Me encantaría que muchos que pasan dificultades las pudieran vivir desde Dios”.
Misioneros
Esta madre de familia se sabe “descendiente de los apóstoles y, así como ellos fueron a muchos sitios y donde estaban dieron a conocer a Jesucristo, yo lo doy a conocer en mi casa y allá donde esté”.
Fátima y Raúl consideran muy importante leer el Catecismo, formarse y recibir los sacramentos. Y viviendo así su fe, tratan de “transmitir la esperanza en Dios a los demás”.
Ellos forman parte de ese grupo de migrantes y refugiados católicos que el Papa dice que “pueden convertirse hoy en misioneros de esperanza en los países que los acogen”.
Revitalizar
“Con su entusiasmo espiritual y su dinamismo, pueden contribuir a revitalizar comunidades eclesiales rígidas y cansadas, en las que avanza amenazadoramente el desierto espiritual”, destaca en su Mensaje para la próxima Jornada Mundial del Migrante.
Para León XIV, “su presencia debe ser reconocida y apreciada como una verdadera bendición divina, una oportunidad para abrirse a la gracia de Dios, que da nueva energía y esperanza a su Iglesia”.
Patricia Navas, Aleteia
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