“Estoy en prisión por aquellos que rompen sus votos matrimoniales y por aquellos que no quieren ver avanzar la obra de Dios. Eso es todo. Debo morir. Ya me han condenado a muerte”. Estas palabras del Beato Mártir MSC Peter To Rot – quien es canonizado el 19 de octubre – dichas horas antes de su muerte, describen las causas de su martirio, pero sólo cobran sentido conociendo y comprendiendo muchos otros acontecimientos anteriores, sin los cuáles no se puede entender su profunda vida de fe y su santidad.
Los padres de Peter To Rot fueron de los primeros nativos bautizados en Rakanui, su ciudad natal, situada en la isla de Nueva Bretaña de Papúa Nueva Guinea. Este hecho, ocurrido apenas 14 años antes de su nacimiento, da una idea de la importancia de la evangelización que los misioneros iniciaron allí a finales del siglo XIX, puesto que el padre de Peter To Rot era nada menos que el líder de su pueblo, lo que hacía que su bautismo, a una máxima autoridad, supusiera todo un gesto de aceptación del mensaje de Cristo por parte de los pobladores de aquellas tierras y, quizás lo más importante, la renuncia a todas las prácticas de brujería y canibalismo, profundamente arraigadas en su cultura. Tan intensa fue esta conversión al cristianismo, que el mismo Angelo To Puia, así se llamaba, donó los terrenos para la construcción de la iglesia, la escuela y la casa de los Misioneros del Sagrado Corazón en Rakanui, quienes habían llegado a la isla en 1882, enviados por el Papa León XIII, una petición expresa del Santo Padre a su fundador, el P. Julio Chevalier.
Por su
condición de líder, el resto de la población le tenía mucho respeto, pero más
aún, por su bondad y dedicación personal a quienes más lo necesitaban. Junto
con su mujer, María Ia Tumul, entablaron una estrecha relación con los
misioneros. De esta manera, es como su fe fue entendida, por otros miembros de
la comunidad, como algo bueno.
En este
ambiente familiar de fe y caridad, nació Peter To Rot. Desde bien pequeño se
ofrecía para colaborar como servidor en la Misa, no sólo en la dominical,
también en la diaria. Gracias a esta disposición por ayudar, se creó una
amistad sincera con el P. Carl Laufer, msc, párroco en aquella misión desde la
adolescencia de To Rot, quien le aconsejó que ingresara en la escuela de
catequistas, al cumplir los 18 años.
Peter To Rot
durante una catequesis
El concepto de
catequista, así como sus funciones, en una misión lleva consigo un compromiso
fuerte con la comunidad. Son verdaderos líderes religiosos y espirituales
encargados de mantener viva la llama de la fe, desarrollando todas las
actividades propias del misionero en su ausencia, a excepción de la
consagración. Realizan bautizos, celebran matrimonios, llevan la palabra… En
ocasiones, su compromiso es tan grande que llegan a dar la vida por ello. Así
sucedió en la década de los 80 en Guatemala, en la región de El Quiché, donde
decenas de catequistas fueron asesinados a manos del ejército por ayudar en la
labor de los Misioneros del Sagrado Corazón, o continuar con ella cuando éstos
fueron expulsados del país.
Las circunstancias que propiciaron el martirio de Peter To Rot fueron muy similares. Durante la II Guerra Mundial, en 1942, el ejército japonés invadió Papúa Nueva Guinea. Una de las primeras medidas que adoptaron fue la de encarcelar a todos los misioneros, aunque siguieron permitiendo la práctica religiosa por parte de la población. Aquí los catequistas en general y Peter To Rot en particular, jugaron un papel muy importante en el sostenimiento de la fe, las celebraciones y la dispensación de sacramentos. Un año más tarde, comenzaron a prohibir determinadas actividades hasta que, finalmente, prohibieron toda práctica. Pero Peter To Rot ya había adquirido un compromiso muy fuerte con el anuncio de la palabra de Dios y por la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús, conforme al Evangelio.
El ejército
japonés comenzó a llamar a todos los catequistas para que acudieran a
comisaría, interrogándoles sobre sus actividades y advirtiéndoles de que la
prohibición de cualquier práctica religiosa era total. Peter To Rot quiso
explicarles que lo que hacían no tenía nada que ver con la guerra, fue
reprendido por ello y, ciertamente contrariado, volvió a casa con el
convencimiento de que tenía que seguir su trabajo pastoral a pesar de haberse
quedado prácticamente solo.
Salía por las
noches, en secreto, para rezar con algunos grupos. Daba una pequeña catequesis
y, si era necesario, bautizaba u oficiaba bodas. Era muy consciente de que, en
ausencia de los misioneros, él tenía que ejercer sus funciones de catequista,
para no dejar solas a las comunidades cristianas.
Acercándose el
final de la guerra y la más que probable derrota del ejército japonés, las
autoridades del país nipón quisieron ganarse el favor de los papúes y
recuperaron costumbres del pasado. Una de ellas fue la poligamia. Esto hizo que
Peter To Rot confirmase totalmente su compromiso con el sacramento del
matrimonio. A la necesidad de mantener viva la llama de la fe, ahora se sumaba
la obligación de velar para que estas prácticas contrarias a las enseñanzas de
Jesús, ya casi desterradas de la cultura de su pueblo, no volviesen.
Inició así una
cruzada abierta contra la poligamia, lo que le llevó a enfrentarse con algunas
personas de poder, policías, jueces… que querían tener como esposas a mujeres
ya casadas. To Rot se enfrentó directamente a las autoridades que se
convirtieron en sus enemigos, entre ellos, uno con suficiente poder como para
ordenar su arresto, el policía To Metapa. Pronto fue llamado a declarar en
comisaría sobre sus actividades religiosas. Peter To Rot confirmó que seguía
haciendo lo que le correspondía como catequista y, al reafirmarse sobre su
postura frente a la práctica de la poligamia, tuvieron la excusa perfecta para
retenerlo.
Los misioneros
del Sagrado Corazón
Durante el
tiempo de internamiento, mostró una actitud serena y una clara convicción de
que había hecho bien en denunciar la práctica de la poligamia y defender el
matrimonio cristiano, además de seguir con el servicio a las comunidades. Nunca
mostro arrepentimiento y se mantuvo firme en su fe y sus obligaciones como
catequista.
Finalmente, en
los primeros días de julio de 1945, Peter To Rot se encontraba resfriado. No
hizo falta una sentencia firme, ni un método de muerte oficial. Aprovechando su
refriado, el médico le administró una inyección y le hizo tomar un supuesto
medicamento. Al poco, con ganas de vomitar, el médico le tapó la boca y murió.
Al lugar
acudió el policía To Metapa, el causante de su detención y dijo: “Él, el ‘chico
de la misión’, estaba muy enfermo y ha muerto”.
* Agradecemos la colaboración de la
Oficina de Comunicación de los Misioneros del Sagrado Corazón y al padre Tomás
Ravaioli, IVE
(vatican.va)
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