martes, 23 de junio de 2020

Un milagro pequeño y rubio llamado Laura

Carmen Álvarez, community manager de Aleteia en español, relata cómo estuvo al borde de la muerte en pleno embarazo de su hija.
LAURA

En Aleteia contamos historias de fe y de esperanza, de amor y solidaridad. Forma parte de nuestra misión de comunicar al mundo lo que realmente importa. Pero esta que contamos hoy es especial: es una historia que vivimos en el equipo español de Aleteia en primera persona.
«El embarazo fue normal. Tuve que hacer algo de reposo, pero nada especial que nos hiciera sospechar», dice Carmen Álvarez. Ella y su esposo Luis Romeu eran padres de 6 niños, el mayor con 12 años.

«Acabábamos de salir de una crisis matrimonial»

Acababan de superar una crisis matrimonial y se habían mudado a Torrent, una ciudad de Valencia (España). «Llevábamos unos días en la nueva casa», recuerda. El padre de Carmen estaba en un hospital: había sufrido una infección recién operado de un cáncer de vejiga.


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La familia de Carmen y Luis en una foto reciente. La pequeña Laura está en el centro.

Era viernes. El 7 de mayo de 2017. Carmen estaba embarazada casi de 23 semanas. «Sentí un fuerte dolor de cabeza y de cuello, y Luis me llevó a Urgencias». Pero volvieron a casa.

Al hospital en ambulancia

El sábado volvió el dolor «y a las 3 de la tarde no pude más. Me dolían los ojos y el cuello, tenía mucha fiebre, vomitaba. Pensé que no podía ser una contractura muscular». Acudió el médico de Urgencias y se la llevaron en ambulancia. Ahí comenzó una larga etapa de sufrimiento e incertidumbre.
Al contar la historia, Carmen se da cuenta de que su memoria no se adapta a la sucesión cronológica de hechos. «Recuerdo -explica- que una enfermera se quedó conmigo y me trató con inmenso cariño. Me dijo ‘no te preocupes que yo de aquí no me levanto’ y se pasó muchas horas conmigo, como un ángel».

Diagnóstico: meningitis bacteriana

En el Hospital de la Fe de Valencia, esta vez llevaron a Carmen a la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). «Al principio no era consciente de la gravedad de mi situación», dice. El diagnóstico era meningitis bacteriana. Su vida corría serio peligro.
El médico habló con Luis el domingo por la tarde. Él tiene la conversación grabada a fuego.

«Es posible que no pase esta noche»

«Me dijo: ‘Está muy grave, es posible que no pase esta noche’. Yo entendí que se refería al bebé. Le dije que ya habíamos perdido un niño anteriormente. Pero me contestó muy serio: ‘Yo no me refiero al bebé, Luis».
Luis prosiguió: «No tenga problema, doctor, dígame lo que hay».

«Me estáis asustando»

Para el marido de Carmen, entonces se presentó una cuestión crucial: «¿Cómo se lo digo a ella? Te das cuenta de que en esos momentos tienes la obligación de ayudarle a que se prepare para la muerte».


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Foto de la familia de Carmen y Luis al completo, con Laura en brazos de su madre.

«Entré en la habitación de Carmen, acompañado por mi cuñada Inma, y le dije: ‘Cariño, es muy posible que te pongas cara a Dios’. Carmen no era muy consciente de su gravedad hasta aquel momento, y me dijo: ‘Me estáis asustando’. Ahora sí que iba en serio». «Entonces caí en la cuenta», recuerda ella.
Luis prosiguió: «Cuando lo veas, háblale de nosotros. Prepárate».

«No podía hilar el padrenuestro»

Acudió un sacerdote a dar el sacramento de la Unción de Enfermos. Ella explica que «me encontraba tan mal que no podía hilar el padrenuestro. Entonces dije: ‘Señor, no puedo rezar pero te ofrezco lo que estoy sufriendo'».

Aquella noche interminable

Luis pasó toda la noche pegado a ella, «estaba llena de cables y tubos, y había una máquina que mostraba el oxígeno en sangre. Recuerdo que 90 era el límite y ella estaba muy muy por debajo. Yo rezaba todo el rato ‘que suba, que suba'».
En aquel hospital valenciano, la UCI está junto a la UCI neonatal, una sala de espera y la capilla. «Vino mucha gente y tuvimos mucho acompañamiento -recuerda Luis- de personas que incluso se quedaron a dormir en la sala».

«No lo viví con angustia»

«Reconozco -comenta Luis- que no viví esos días con angustia. Pensándolo después, estoy convencido de que estaba muy sostenido por la oración de tantas personas y por eso estaba sereno. Iba a la capilla pero no sentía una especial presencia de Dios en mi interior, en cambio sí que noté Su cercanía en los que me rodeaban y eso era lo que me hacía seguir. Jamás me dejaron solo».
Para Carmen, fue esencial el apoyo de su hermana mayor, Inma. «Todos estaban pendientes, pero ella era físicamente la que estuvo más a mi lado. Siempre ha sido mi baluarte, pero en esos días me ayudó extraordinariamente».

Oraciones desde todo el mundo

«Nos hemos enterado después -relata el matrimonio- que hubo gente rezando en muchos países. La petición de oración por Whatsapp y por teléfono dio la vuelta al mundo. En la India, en Latinoamérica…».
Los compañeros de trabajo de Aleteia se conectaban diariamente por videoconferencia desde varios países para rezar el rosario juntos por ella.
Carmen afirma: «De todo lo que nos sucedió tengo dos cosas muy claras: el poder de la oración y la gente que nos acompañó«.

Diez días en cuidados intensivos

Carmen no falleció aquella noche como preveía el médico, ni la siguiente ni la siguiente. Fueron 10 días en la UCI a los que seguirían otros 15 en planta.
A su vez, la pareja asegura que mientras Carmen estaba en la UCI sucedieron más cosas extraordinarias: «Ocurren milagros cerca de los milagros», dice ella.

La acción de Dios

«Mi enfermedad fue ocasión para que Dios actuara en otras personas». Cuenta, por ejemplo, que «se presentó un sacerdote con el que yo no tenía relación prácticamente y me dijo que cuando le habían llamado para que rezara por mí, estaba llorando a punto de dejarlo todo, su sacerdocio, su vocación. Dios se sirvió de eso para tocar su corazón y recordarle su misión en la vida. ‘Has salvado mi sacerdocio’, me dijo».
«También hubo-añade- reconciliaciones, gente que no se hablaba en años y que recuperó la relación familiar o de amistad».

«Algunos médicos aconsejaban que yo abortara»

Pasaron los días y la meningitis bacteriana fue remitiendo. El cuerpo de Carmen se recuperaba. Su embarazo seguía adelante. «El día en que estaba de 23 semanas y 4 días me puse de parto. Faltaban tres días para que mi bebé estuviera protegida legalmente. Si no iban bien las cosas, se le consideraría material biológico nada más».
«Gracias a Dios, mi ginecólogo trabajaba en Urgencias en el mismo hospital y mientras yo estuve en la UCI podía hacerme seguimiento», dice. «Para él no fue fácil. Otros médicos del hospital aconsejaban que yo abortara porque en esas condiciones el feto podía nacer con muchas secuelas, y él y otro doctor tuvieron que defender la vida del bebé en más de una reunión».

«El ginecólogo se partió la cara por mí»

En una de aquellas reuniones médicas, el ginecólogo llegó a tener que enfrentarse seriamente con los que apostaban por el aborto: «Dejadle ser madre». «Se partió la cara por mí», dice Carmen.
Con medicación se consiguió frenar el parto. Por el momento.
La organización familiar en esos días no fue fácil. «Los 6 niños estaban repartidos. Al mayor, Javi, que tenía 12 años, le hicieron bullying en el colegio por tener muchos hermanos».
Pero la medicación logró controlar el embarazo y Carmen mejoró considerablemente. Le dieron el alta «y por fin pude volver a casa. Estaba muy débil, pero así pude seguir 4 semanas más».

«Vamos a sacarla adelante»

Hasta que estuvo de 27 semanas y 6 días. «Aquel día me puse de parto por la noche y ya no hubo manera de frenar más el embarazo. Entonces tuve mucho miedo de que se muriera el bebé».
Carmen agradece, una vez más, que en ese momento alguien le acompañara y le dijera las palabras que necesitaba oír: «Una médico residente pediatra del Hospital, que es del Camino Neocatecumenal, me dijo: ‘tranquila, que vamos a sacarla adelante'».
Laura -Laurita, como la llaman cariñosamente- estaba pidiendo paso.


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Laura fue trasladada inmediatamente a la UCI neonatal.

«Llegó el momento del parto y nació Laura, prematura. Pero solo se le oyó un lamento y dejó de respirar. Se hizo un silencio y se abalanzaron sobre ella un montón de médicos y enfermeras. El quirófano estaba lleno. Rápidamente trataron de reanimarla y se la llevaron. Ni siquiera pude verla».

«No pude ver a mi bebé»

«Me pasé aquella noche llorando», recuerda Carmen. «Hasta entonces yo no había sentido pena, pero en ese momento fue terrible, era el dolor acumulado en el hecho de no poder ver a mi hija».
«Al cabo de unas horas me trajeron una foto de Laura y por fin pude verla al menos».
Al día siguiente, acompañaron a Carmen en silla de ruedas hasta la UCI de neonatos. Y, una vez más, el recuerdo va para los sanitarios: «Me trataban con inmenso cariño, con mucha calidad humana».


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La primera imagen de Carmen con Laura en brazos. La bebé era prematura y estaba en la UCI neonatal.

«Era como un paquetito de arroz»

Era el 16 de junio de 2017. Contra todo pronóstico, Laura había nacido y pesaba 1,200 kg. «Era como un paquetito de arroz», comenta su padre.


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Bautizo en la UCI

Laura debería pasar todavía un mes en la UCI neonatal. «Allí la bautizamos. Pedimos que acudiera un sacerdote amigo nuestro y fue muy emotivo. A la vez, cuando lo recordamos nos reímos de algunos detalles, como que llevábamos agua del Jordán pero metida en un botellín de agua de Bezoya (una marca española muy popular)».
Ahora bromean con esta anécdota, como que «el aceite que usó el sacerdote para dar la Unción de Enfermos a Carmen tuvo que ser el de una botellita de aceite La Española del bar del hospital, porque con las prisas el cura no había podido ir a buscar los óleos», apostilla Luis. «Fueron días de lo más accidentado junto con lo más sublime», concluye.


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Foto del día del bautismo: el sacerdote, Luis y Carmen con Laura en brazos, y los padrinos: Inma (la hermana mayor de Carmen) y su marido, Salvatore.

Sublime como el detalle de un sacerdote de los Cooperadores de la Verdad que en esa época acudía al hospital a recibir quimioterapia. «Se enteró de que Laurita estaba en la UCI y cada día pasó a bendecirla. Luego nos enteramos de que él estaba en tratamiento».

Laura significa victoria

¿Por qué la llamaron Laura? «Nos gustaba y era el nombre de una amiga mía italiana», dice Carmen. «Pero mi hermana Inma me explicó que el nombre de Laura hacía referencia al laurel de la victoria. No podía ser más apropiado».


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Laura fue mejorando día a día y cada paso era una victoria, tal como lo vivió su familia.

Cada jornada, desde entonces, fue un pequeño paso en positivo «que nos parecía una gran victoria para Laura: hoy es el día en que ha hecho tal cosa, hoy por primera vez ha hecho tal otra… Pasas mucho miedo y rezas. Hasta que un día nos dicen que pasamos al box 3, que es la cunita de la UCI neonatal en que ya no hay incubadora, ya no hay tubos…». ¡Gracias a Dios, por fin!
«Estuvimos tres días en ese box».
«En la UCI neonatal hicimos mucha piña con las demás mamás. Todavía hoy seguimos hablando por el grupo de whatsapp. Aquella experiencia te une mucho», asegura Carmen.
El 7 de agosto de 2017, la bebé Laura salía del hospital en brazos de mamá.

Laura ha cumplido 3 años

Han transcurrido tres años. Laura va a entrar en P-3 el próximo mes de septiembre. «Es muy alegre ¡y es la más espabilada de los hermanos!», comentan sus padres. «Cuando Dios hace un milagro, lo hace completo», afirma Carmen.


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En los primeros meses de estar en casa, Carmen y Luis confiesan que seguían teniendo miedo de cómo iba a evolucionar la salud de Laura: «A todo le tenías que restar dos meses, porque había nacido prematura y eso entraba dentro de lo normal, pero aún así temes por su vida», reconocen.
Visto ya con cierta distancia, ese tiempo supuso «un gran salto de calidad en nuestro matrimonio y en nuestra familia. Después de haber pasado la crisis matrimonial, todo aquello vino a ser la cruz que sellaba nuestra unión».


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Luis con Laura, ya en casa: lo peor había pasado.

«Dios habló por medio de la gente que nos acompañó»

«El Señor -dice Luis- no se manifestó como habríamos imaginado en los milagros sino que nos habló por medio de la gente que nos acompañó. Fue una actuación muy palpable: Dios actuando a través de las personas. Esa es la lección de vida que saco de todo aquello».
Dolors Massot, Aleteia 
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