La sexualidad en el matrimonio pasa por luces y sombras. Una vida sexual plena necesita un trabajo y un cuidado constantes. A continuación, una terapeuta matrimonial nos ofrece unos consejos para ser una pareja sexualmente satisfecha
Nathalie Lœvenbruck es terapeuta de parejas en un gabinete de asesoría matrimonial y lamenta que “aunque es natural que una pareja encuentre dificultades en el ámbito sexual es una pena que se resigne” y no luche por mejorar este aspecto tan importante de la vida matrimonial. [Por supuesto, aquí se trata de dificultades “normales” en el ámbito de una pareja, y no de trastornos sexuales que aconsejen una consulta especializada, n.d.E].
Está claro que hay momentos en los que es más difícil ponerse de acuerdo y comprenderse pues uno y otro pueden tener diferentes ritmos y deseos pero “la vida sexual de la pareja es para tomarsela muy en serio”, declara la especialista.
En efecto, la unión sexual es “el encuentro” por excelencia entre los esposos, “encarna la comunión profunda de las personas, más allá de las palabras”. Desatender la intimidad sexual, renunciar a afrontar juntos sus dificultades es arriesgarse a despegarse el uno del otro, del encuentro de la vocación de convertirse en “una sola carne”.
Si este terreno está desértico, hay una buena posibilidad de que la carencia emocional generada sea compensada en otro lugar. La infidelidad, sin llegar necesariamente hasta el adulterio, puede entonces manifestarse en un exceso de implicación con los niños, el trabajo, los problemas de los amigos e incluso en una atracción por la pornografía.
No obstante, asociar placer y profundidad no es fácil ni evidente para todo el mundo. La sexualidad a la que los esposos están llamados sigue siendo un compromiso, en el que entran en juego la gracia y la voluntad. Por eso, es muy importante que una pareja no deje de trabajar su relación a lo largo de toda su vida.
Las dificultades abren el corazón
Nathalie Lœvenbruck insiste en la importancia de un diálogo concreto, pero delicado, para comprenderse mejor en las diferencias e identificar las dificultades. Una disminución o una desaparición del deseo pueden tener diversos orígenes, sobre todos psicológicos o incluso espirituales.
Por ejemplo, cuando los cuerpos se encuentran uno frente al otro, ¿hay una falta de autoestima paralizante o una idea errónea de la sexualidad que empañe la unión? ¿Alguna herida de la infancia? ¿Un perdón no dado o recibido? ¿Una dificultad para entregarse? “No obstante, sean cuales sean las dificultades, siempre es posible mostrarse, sin duda de otra manera, con amor y ternura”, añade Nathalie Lœvenbruck.
Si, a pesar de los esfuerzos, los cónyuges siguen en un camino sin salida, Nathalie Lœvenbruck les recomienda considerar que las dificultades abren el corazón. “Reconocer humildemente nuestras dificultades y querer decididamente, a pesar de todo, amarnos con todo nuestro cuerpo, es siempre avanzar hacia la alegría de amar de verdad, como Dios nos ama, en un amor dado y recibido sin cesar”.
Recibir juntos nuestros problemas es ya una postura de abandono. Sin embargo, este abandono, reforzado por una confianza creciente en el otro y en Dios, ¿no es un primer paso, una puerta de entrada hacia la armonía sexual?
Por Olivia de Fournas, Aleteia
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