1384. 27 de julio, en la iglesia de Fresne, bombardeada la víspera. Hora Santa.
Tuviste miedo... Claro está, hija Mía, pero el miedo tiene su parte en la expiación en la función de hostia para la corredención. Yo mismo tuve miedo en Gethsemaní. ¡Y qué miedo tan grande! También en esto vamos juntos pues Yo quise participar de todos vuestros sufrimientos. Consiente gozosamente, pues, en participar de los Míos. ¿Entiendes que Yo intervengo en todo cuanto te pasa?
Considera la parte que tengo en tu vida; Mi gran Amor, que no desea sino la Unión y que a ella endereza todos los acontecimientos y cuenta tus pasos.
No creas en la casualidad; Soy siempre Yo, el Amor, el que interviene. No siempre reconoces Mi paso, pero un continuo ejercicio en el cariño te enseñará a distinguirlo. No Se parece a ningún otro. Espera y Mi Presencia te será mucho más dulce que el pensamiento de la casualidad, y mucho menos frío. ¡Piensa pues! ¡Tu mejor Amigo dirigiendo tu vida! Por eso, aprieta contra tu corazón tu cruz del día, tu cruz de la noche: ambas te vienen de Mí. Y tu cruz no es una cualquiera; es la tuya, la que Yo he querido para ti. Besa la Mano que te la da y prosigue dulcemente tu camino, con ella y conmigo.
¿Quieres prestarme tu auxilio de consolación? Puede ser que Yo no te haya puesto sobre la Tierra sino para consolarme. Piénsalo seguido, para que el encanto que te he dado Me conmueva, como una flor en medio de los frutos del mal con que el odio quiere rodearme.
¡Hija querida! Sé Mi hija, la dulce, la que Me descansa y Me alegra. ¿Quieres? Si
supieras con cuánto respeto aguardo vuestra respuesta...
supieras con cuánto respeto aguardo vuestra respuesta...
ReL
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