Una bonita explicación también válida para los adultos
La fiesta de la Santísima Trinidad puede ser una hermosa ocasión para explicar a los niños este gran misterio.
Para empezar, hay que hablarles de la palabra “Trinidad”. Podríamos intentar encontrar con ellos palabras que comiencen por “tri-”, como triciclo, por ejemplo. El prefijo “tri-” implica la existencia de tres elementos. En Dios, hay tres Personas.
¿Cuáles son? Para ayudar a los niños a averiguarlo por sí mismos, podemos proponerles hacer la señal de la cruz. Se darán cuenta en seguida de que invocan, efectivamente, a tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (a no ser que cuenten también a un cuarto llamado… “Amén”, en cuyo caso convendría aprovechar para recordarles el sentido de esta fórmula o la de “así sea” al final de las oraciones).
Tres personas
Hay tres personas, pero un solo Dios. Esas tres personas no son tres dioses. Papá, Mamá y su hijo son tres personas, pero también tres seres humanos independientes. En Dios, la cosa es diferente: tres Personas, pero un solo Dios.
Es importante insistir bien en esta verdad que, más allá de la comprensión de nuestra inteligencia, requiere la adhesión de nuestra fe.
Cuando hablamos de Dios, cuando decimos que creemos en Dios, cuando Le rezamos, se trata siempre de tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Estas tres personas reciben la misma adoración y la misma gloria. No hay ninguna que sea más importante o más divina que las otras.
Por eso es importante hablar al niño de cada una de las tres. Ciertamente, es siempre el mismo Dios, el Único, pero conviene familiarizarse con las tres Personas. Una pequeña a quien habíamos hablado sobre todo del Padre y del Hijo se sorprendió al descubrir que el Espíritu Santo es plenamente Dios. Como hablamos poco de él, Le rezamos nominalmente menos a menudo que al Padre y al Hijo. Para ella representaba un personaje secundario, una especie de sirviente de Dios.
Palabras adecuadas
Por la misma razón, tenemos que ser bien claros cuando hablemos a los niños: algunos términos, aunque justos en sí mismos, pueden ser ambiguos para los pequeños.
Así, es justo decir que el Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús. Pero es ambiguo: para los niños podría querer decir que el Espíritu Santo no es una persona distinta de la de Jesús. Eso puede representar para ellos algo como la parte espiritual de Jesús y nada más.
Es justo decir también que Jesús es el Hijo de Dios. Pero hay que precisar bien las cosas para que los niños sepan que Jesús, Hijo de Dios, es Dios. No hay otro Dios que su Padre. Es un solo Dios con su Padre y el Espíritu Santo.
Al hablar con niños, percibimos que, con frecuencia, imaginan un solo Dios, sin duda, pero en una sola Persona: el Padre. Ese Dios Padre tiene un Hijo, Jesús, animado por un espíritu, el Espíritu Santo.
Por supuesto, los niños no pueden comprender del todo el Misterio de la Santísima Trinidad. Pero eso no es motivo para edulcorar la verdad, más bien al contrario.
En cualquier caso, los adultos tampoco lo comprenden del todo… y a veces comprenden incluso menos que los niños porque, aunque su inteligencia está más desarrollada, su fe a menudo es más tímida y adormecida.
A través de la fe
Precisamente, ante el misterio, Dios no nos dice: “Deja tu inteligencia a un lado, no intentes comprender”. Al contrario: si Él dio una inteligencia al ser humano es para que se sirva de ella y la desarrolle en todos los ámbitos.
Por tanto, hemos de recurrir a la inteligencia, con humildad, reconociendo sus límites. Dios dice: “Cree. Ten confianza”. Y esta fe permite conocer las verdades que la inteligencia sola no puede conseguir.
Si ante el Misterio de un solo Dios en tres Personas nos decimos: “Es imposible. Eso no puede existir. Es ridículo pensar que es cierto”, nos quedamos con esa pequeña inteligencia muy limitada, con una visión de la realidad a ras de suelo.
Si creemos, si aceptamos reconocer una realidad que es superior, podemos adentrarnos en el misterio. A través de la fe, podemos entrever la Santísima Trinidad y contemplarla esperando el día en que la veamos cara a cara.
Mirando la Santísima Trinidad, vemos que Dios es amor: el Padre ama al Hijo, que ama al Padre, y de este amor emana el Espíritu Santo.
Para ayudar a los niños a entrar en el misterio de la Santísima Trinidad, no basta con decirles que hay un solo Dios en tres personas. Hay que añadir: tres Personas que se aman.
El sentido de la Santísima Trinidad es este amor infinito que no cesa de circular entre las tres personas.
Por Christine Ponsard Edifa Aleteia
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