domingo, 19 de abril de 2020

Cómo celebrar en casa el lunes, 20 de abril

La celebración de la Resurrección de Jesús continúa en las siete próximas semanas de Pascua hasta culminar en Pentecostés. Durante este tiempo de confinamiento Aleteia, en colaboración con la revista Magnificat, seguirá ayudándole a celebrar la Palabra de Dios en casa.


Guía para la celebración.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Es posible seguir la celebración imprimiendo este texto en papel o directamente a través del propio dispositivo electrónico (teléfono móvil, tablet, ordenador).
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando la distancia de un metro entre cada uno.
  • Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas. Se adornará, en la medida de lo posible, el espacio de oración con flores o plantas. Se colocará una cruz o crucifijo.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio.
  • Se designa el lector de la lectura.
  • Se pueden preparar cantos apropiados.

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LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUACelebración de la Palabra
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca.  La muerte ya no tiene el dominio sobre él.

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:
Hermanos y hermanas:
Cristo una vez resucitado
de entre los muertos ya no morirá nunca.
La muerte ya no tiene el dominio sobre él.
Consolados por esta certeza,
embargados por el gozo pascual,
nos disponemos a vivir
esta celebración de la Palabra.
Ciertamente en este momento difícil
nuestra alegría queda epañada por tanto sufrimiento,
pero no por ello deja de ser real y verdadera,
pues sabemos que la luz del Resucitado brilla sobre nosotros.
Las potencias del mal y de la muerte
no tienen el poder de separarnos
de aquél que nos ha salvado con el precio de su sangre.
Nada ni nadie podrá serpararnos del amor de Cristo.
Por el bautismo, nos permite renacer en el agua y el Espíritu,
y ha infundido en nuestro corazón su espíritu filial,
compartiendo con nosotros su propia herencia de gloria.
Esta es la esperanza que, incluso en las peores tribulaciones,
llena nuestro corazón con una profunda alegría.
Hermanos y hermanas: el Príncipe de este mundo
no podrá arrebatarnos esta dicha.
Pausa.
En este lunes de la segunda semana de Pascua,
continúan las circunstancias excepcionales
que nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Sin embargo, hoy más que nunca,
Señor Jesús, tú nos pides actualizarla
amándonos los unos a los otros,
como Tú nos has amado.
Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
El guía de la celebración sigue diciendo: 
Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.
Sigue el rito penitencial:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.Muéstranos, Señor, tu misericordia.Y danos tu salvación.
Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Se pronuncia o canta:
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración de apertura:
Te pedimos, Dios todopoderoso,
que renovados por los auxilios pascuales,
que nos han librado de la herencia del pecado
adquiramos la belleza del Creador celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
R/.Amén.
Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 23-31)
En aquellos días, tan pronto como Pedro y Juan quedaron en libertad, volvieron a donde estaban sus compañeros y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oír esto, todos juntos clamaron a Dios, diciendo:
“Señor, tú has creado el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contiene; por medio del Espíritu Santo y por boca de tu siervo David, nuestro padre, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen planes torpes? Se sublevaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Mesías.
Esto fue lo que sucedió, cuando en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los paganos y el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, tu ungido, para que así se cumpliera lo que tu poder y tu providencia habían determinado que sucediera.
Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo, Jesús’’.
Al terminar la oración tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo y comenzaron a anunciar la palabra de Dios con valentía.
Palabra de Dios.
R/.Te alabamos, Señor.
El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 2.
SALMO RESPONSORIAL
Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.
R/. Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos haces planes torpes?
Se sublevan los reyes de la tierra
y los príncipes se alían contra el Señor
y contra su Mesías, diciendo:
“Rompamos sus cadenas, sacudamos sus ataduras”.

R/.
 
Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.
El que vive en el cielo sonríe;
desde lo alto, el Señor se ríe de ellos.
Después les hable con ira
y los espanta con su cólera:
“Yo mismo lo he constituido como rey
en Sión, mi monte santo”.

R/.
 
Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.
Anunciaré el decreto del Señor.
He aquí lo que me dijo:
“Hijo mío eres tu, yo te he engendrado hoy.
Te daré en herencia las naciones,
y como propiedad toda la tierra.
Podrás gobernarlas con cetro de hierro,
y despedazarlas como jarros”.
R/. Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.

EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluyaaleluya.
Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Lectura del santo evangelio según san Juan (3, 1-8)
Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces, si Dios no está con él”.
Jesús le contestó: “Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?”
Le respondió Jesús: “Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”.
El Evangelio concluye sin aclamación.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,

como si se tratara de un eco lejano:
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos resonar estas palabras
que en este día nos propone la Iglesia:
“Cristo una vez resucitado
de entre los muertos ya no morirá nunca.
La muerte ya no tiene el dominio sobre él”.
Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.
PADRE NUESTRO
El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.
Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Se reza o canta el Padre Nuestro:
Padre nuestro,que estás en el cielo,santificado sea tu nombre;venga a nosotros tu reino;hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada día;perdona nuestras ofensas,como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;no nos dejes caer en la tentación,y líbranos del mal.
E inmediatamente todos proclaman:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.
Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.Nos sentamos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.
El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.
Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.
Pausa en silencio
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.
Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos elevar un cántico de acción de gracias.
Nos ponemos de pie, y todos juntos pronunciamos esta oración: 

Guarda, Señor, con tu amor constante
a los que has salvado,
para que los redimidos por la pasión de tu Hijo
se alegren con su resurrección.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
BENDICIÓN
La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:
Por intercesión de san N.
[patrón de la parroquia, la familia, el país…],de todos los santos y santas de Dios,
que el Señor de la perseverancia y la fortaleza
nos ayude a vivir el espíritu de
sacrificio, compasión y amor de Cristo Jesús.
De este modo, en comunión con el Espíritu Santo,
daremos gloria a Dios,
Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:
Descienda sobre nosotros la bendición de Dios,
y permanezca siempre.
Amén.
Todos hacen la señal de la cruz.Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.


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Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia le ofrece recursos de oración  y celebración en su página especial de Pascua.
En las próximas semanas, Aleteia propondrá cada día fórmulas de celebraciones en casa para seguir santificando el tiempo pascual, a pesar de la condiciones impuestas por el coronavirus, para la gloria de Dios y la salvación del mundo.
Asimismo, usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página web de Magnificat. 



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