Muchas parejas atraviesan episodios de agotadoras y desgarradoras disputas (sobre todo durante el confinamiento, cuando están encerradas las 24 horas juntas en casa) de las que cada uno sale en un estado de malestar interior doloroso. Este estado puede hacer dudar, un poco más cada día, del fundamento de continuar la aventura. Aquí tenéis un consejo para hacer callar esos pensamientos y recuperar la paz y la alegría de estar juntos.
“Nos herimos tanto en ese momento”, me confiesa Aude, “que tengo la impresión de destruirme y de que no voy a poder continuar”. Y para su marido no es menos: “Cada vez me siento completamente destruido”. Y me preguntan los dos, inquietos: “¿Cómo recuperar la paz y la alegría de estar juntos que tanto deseamos vivir entre nosotros?”.
Para que una pareja doblemente K.O. y en el suelo pueda levantarse, no cabe duda de que deberá explorar cuidadosamente los mecanismos de sus comportamientos conyugales deletéreos para aprender a cortar de raíz las discusiones recurrentes.
Esto exige una reflexión personal de cada uno sobre su motivación profunda para querer instaurar un clima más sereno. ¿Cómo recuperar la paz del corazón y la alegría de vivir, incluso cuando la vida nos maltrata y nos arrastra por estos senderos de guerra?
La búsqueda de la paz, una lucha con uno mismo
Las preocupaciones de la vida generan un cierto número de temores que nos perturban y nos vuelven agresivos, incluso injustos y violentos. Expulsan de nuevo todo rastro de paz interior, si es que alguna vez hubo alguna. Los maestros espirituales han mostrado diferentes caminos de acceso a un “estado del alma” que abre a las relaciones serenas. ¿Cómo se obtiene esta paz? San Francisco de Sales invita a la humildad, a tener confianza en la Providencia, a evitar el apresuramiento, a admitir los defectos (¡pero combatiéndolos!), a aceptar sin perturbarse que no siempre lograremos conservar la paz.
¡Ambicioso programa! Sí, la vida espiritual es un combate y, paradójicamente, la búsqueda de la paz lo es también. Para empezar, es una lucha con uno mismo: desacelerar aquello que me agita (pensamientos, emociones, temores), sentir también las partes de mi cuerpo que están tensas o incluso agarrotadas. Una vez tomada consciencia de estos estados, pueden ser controlables. Entonces será posible salir de ese tumulto interior y tener un espíritu claro. Las relaciones con los demás, y con la pareja conyugal especialmente, se beneficiarán de esta paz recobrada. “¡Que la paz de Cristo reine en sus corazones” (Col 3,15)!
Marie-Noel Florant, Edifa - Aleteia
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