Después de varias semanas de confinamiento, todo el mundo puede experimentar cólera. Aunque casi todos adultos saben gestionar sus estados de ánimo, los niños, por su parte, se ven atrapados rápidamente en un torbellino emocional al que les resulta difícil dar sentido. Así que los gritos, los lloros y el exceso de violencia surgen con regularidad. ¿Cómo se canaliza esta rabia? ¿Y qué es lo que transmite a los padres?
Explosiones de rabia, pataleos, peleas… Las rabietas de los niños a menudo nos dejan perplejos y desarmados. Sin embargo, la cólera es más bien un signo de buena salud, mientras permanezca bajo control. Los padres tienen que saber identificarla y hacerle frente con serenidad. También les corresponde guiar a sus hijos hacia un mayor nivel de dominio y de madurez.
Cada edad tiene su tipo de cólera
“¡No me quiero vestir!”. Pierre patalea y tira la camisa y el pantalón a la otra punta de la habitación. Después de un largo cuarto de hora, la tormenta se calma súbitamente, el pequeño colérico se viste en un pispás y se une a sus padres en el salón.
“Estos accesos de ira se han convertido en un hábito desde que Pierre tiene 3 años. Dejo que pase la tempestad”, confiesa Agnès, su madre. Todo padre se enfrenta con más o menos regularidad a estos arrebatos infantiles. Nada anormal, la cólera es un indicio de buena salud. “Una reacción natural y sana ante la frustración, al servicio de la identidad”, afirma la psicoterapeuta Isabelle Filliozat.
Se confunden con frecuencia cólera y violencia. La violencia es destructiva, estalla cuando la cólera se vuelve incontrolable. La cólera, por su parte, es constructiva, es una afirmación de uno frente al otro.
Florent, de 18 meses, se tira por el suelo porque su madre le niega un caramelo. Es su manera de expresar su frustración.
Un niño mayor reaccionará de forma diferente: cada edad tiene su tipo de ira. La infancia viene marcada por etapas y cada una tiene un tipo de cólera diferente: hay crisis a los 3 años cuando la personalidad se afirma, está la fase de la lectura en la que el niño razona y sabe expresar sus sentimientos…
“El descubrimiento de la lectura es un punto de inflexión: el niño se enfada con palabras, sabe formular su cólera”, recuerda Victoire, madre de cinco hijos, de los cuales la mayor, Félicité, de 8 años, tiene un carácter fuerte. “Cuando nuestra chica irascible agarra una crisis, se encierra en su habitación y grita ella sola mientras repite la escena”, comenta divertida la madre.
¿Por qué los niños tienen ataques de ira?
Están las rabietas agresivas, está la violencia verbal del niño insolente o incluso el comportamiento confuso del que se traga su rencor y lo expresa de forma indirecta. El niño que se repliega sobre sí mismo, el pequeño que vuelve a hacerse pis en la cama o el buen alumno que, sin razón aparente, acumula malas notas en clase; todos manifiestan una ira reprimida que se expresa de una manera inesperada.
Hay que saber reconocer estas señales menos visibles. También hay que tener cuidado con los accesos de ira fuera de lo común de algunos niños. A veces estas rabietas escapan a la vigilancia de los padres y los dejan desamparados porque son el reflejo de un mal más grave.
“En algunos casos, la cólera viene acompañada de profundos problemas de comportamiento. Los orígenes son diversos: modificación del entorno familiar o enfermedad neurológica, por ejemplo. Cuando la ira revela problemas psicológicos en el niño, se convierte en patológica. Entonces, conviene consultar a un especialista”, aconseja un pediatra.
En el origen de la tensión siempre hay una carencia. La falta de amor engendra rencor, la necesidad insatisfecha entraña frustración. “¡Paul ha cogido mi coche!”, grita Victor de 5 años, viendo cómo su hermano hace rodar el cochecito por el parqué.
“Los niños tienen un agudo sentido de la justicia”, analiza Victoire. “El sentimiento de injusticia provoca ira… La conciencia se rebela, un poco como un instinto de supervivencia. Al enfadarse, el pequeño se libera. Si un niño le ha quitado su juguete de las manos, la cólera es su medio de defensa”.
Una rabieta es como una señal de alarma: está pasando algo en la cabeza del niño y, sobre todo, al nivel de su afectividad. ¿La falta de contacto con sus abuelos? ¿La soledad? ¿El no poder jugar con sus amigos del colegio? ¿La preocupación por un familiar enfermo de covid-19?
Todos estos son choques emocionales que el niño siente profundamente y busca exteriorizar. “Los niños son auténticas esponjas, absorben los miedos, las tristezas, las tensiones”, recuerda Isabelle Filliozat. Y como las emociones infantiles no tienen la madurez de los sentimientos adultos, las expresan a través de la rabia.
Buenas actitudes que adoptar ante un niño enrabietado
“Nuestros niños deben aprender a canalizar su cólera y a expresarla de forma adecuada”, dice el célebre médico Ross Campbell. Este especialista de la infancia está convencido: educar la ira es parte de la misión de los padres. Pero ¿cómo reaccionar ante una rabieta infantil? “No hay nada más eficaz que expresar una total indiferencia”, cuenta Agnès. “¡Este método ha funcionado con mis hijos mayores!”.
Conservar una calma olímpica ante el niño furioso es a menudo más eficaz que una batalla de gritos. Sin embargo, resulta difícil mantenerse impertérrito cuando un niño ejemplar se tira por el suelo en mitad del supermercado o reclama a voz en grito el juguete de su hermano mayor. “No tengo mucha paciencia y las rabietas de mis hijos me enfadan. ¿Cómo evito esta escalada de violencia?”, se pregunta una madre de dos niños de 6 y 4 años.
Para empezar, hay que identificar el tipo de ira con el que se trata. “Yo distingo muy rápido entre un capricho y la verdadera aflicción del pequeño que necesita consuelo”, señala Marie, madre de tres hijos. “Al que recurre por hábito a la ira, lo ignoro. Al otro, lo tranquilizo, porque necesita gestos de ternura”. Laure, maestra de preescolar, tiene la misma costumbre: “Sobre todo, nunca ceder a los caprichos, pero estar lista para mimar a un niño que necesite afecto… Y a veces levantar la voz si se trata de chantaje. Con la experiencia, acabas sintiendo rápidamente con quién estás tratando”.
¿Hay que castigar a un niño con una rabieta?
Corre el riesgo de que la rabieta vuelva a surgir tarde o temprano. La rabieta hace bola de nieve. Según el doctor Ross Campbell, “son los padres quienes fabrican la atmósfera en la que maduran los niños”, un hogar cálido y distendido ayuda al niño a madurar con confianza y una autoestima saludable.
“Nuestro papel”, insiste Isabelle Filliozat, “es utilizar nuestra inteligencia para identificar la necesidad del niño, ayudarle a canalizar su energía, a restaurar su sentimiento de integridad, a repararse a pesar de la carencia o a afirmarse frente a la injusticia”.
“Padres y madres sois los profesores de las emociones de vuestros hijos”, afirma el doctor Ross Campbell. Desde la ira hasta el entusiasmo, todos los sentimientos se educan. Pero para ello, hace falta tiempo.
“Los niños son espejos, reflejan el amor. El amor parental incondicional y constante es una guía segura”, dice el especialista. “Nosotros procuramos que los niños puedan decirlo todo en familia, sin sentirse juzgados”, explica Anne, madre de cuatro niños de entre 8 y 16 años. “Pero es difícil resistir a la tentación del dominante ‘Te equivocas’ y escuchar hasta el final”.
“Padres, no irriten a sus hijos; al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor” (Ef 6,4).
Cada familia tiene sus hábitos. En casa de Catherine y Benoît, la lectura de la noche es la que abre la conversación. Las historias infantiles, los cuentos tradicionales, despiertan a los pequeños al amor, a la tristeza, a la piedad…
Son maravillosas herramientas pedagógicas. Por su parte, Élisabeth, madre de cinco hijos mayores, reservaba siempre unos diez minutos al día para cada uno de sus hijos para escuchar sus confidencias.
Saber calmar la ira propia antes de reaccionar a la del niño
Darse un tiempo, demostrar disponibilidad desde el corazón, son recursos a menudo más educativos que un gran discurso. Eso no significa que debamos aceptarlo todo. Es deber de los padres saber cómo combinar paciencia y firmeza. “¡Padres, estén preparados!”, insta el doctor Ross Campbell.
“Las personas que tienen más influencia, para bien o para mal, sobre los niños son los padres, y el factor determinante es la forma en que los padres dominan su cólera”. Resultaría imposible resolver serenamente los accesos de ira infantiles sin saber calmar los adultos. Una apuesta exigente, pero esencial.
No obstante, todos los padres tienen sus límites. Una noche interrumpida por la pesadilla de un niño, la fatiga de una jornada difícil… y caemos en un enfado brutal porque uno de los niños ha volcado su plato.
No nos inquietemos, todo el mundo puede ceder ante el exceso de cansancio. Simplemente, hay que aceptar que los niños puedan decir a los padres que esa cólera es injusta y que los padres sepan reconocer tranquilamente sus errores.
Sobre todo, lo más importante es mantener con los hijos un clima de confianza. De esta forma, las palabras un poco más duras que se pronuncien en un momento de exasperación se podrán entender más fácilmente como eso, algo accidental, sin sentirse necesariamente como hirientes. Por último, como recuerda el doctor Ross Campbell, “cuanto más en forma estén los padres física, espiritual y emocionalmente, mejor podrán resistir la ira”.
Pascale Albier, Edifa - Aleteia
Vea también Padres ejemplares ... por amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario