Ana Beatriz fue diagnosticada en el 2º mes de embarazo de la pequeña Louise; a pesar de la recomendación para abortar, ella escogió la vida
Hace algunos meses, la brasileña Ana Beatriz Frecceiro Schmidt, de 32 años, se topó frente a uno de los mayores dilemas que una mujer puede vivir. Su decisión fue la más valiente posible. Fue diagnosticada con un cáncer de mama cuando estaba embarazada de dos meses y el médico le recomendó abortar al bebé. Ella se negó y optó por someterse al tratamiento corriendo riesgos, pero hoy puede abrazar a su hija.
Bia, como es conocida, ya tenía un hijo de 11 años, llamado Matheus, otro de 1 año y 10 meses, Daniel, y, ahora, es mamá también de la pequeña Louise, con seis meses de vida. Ella cuenta que siempre quiso ser mamá desde chica y cuando Daniel tenía solo siete meses supo que estaba embarazada por tercera vez. Después del susto inicial, tuvo la certeza de que ahora su pequeñita estaba en camino. «Junto con Louise, Dios me mandó fuerza para lo que vendría», cuenta en un video en Internet.
El cáncer gestacional fue identificado cuando Daniel tenía apenas nueve meses y dejó de mamar repentinamente. «Me quedé preocupada, me palpé el seno para ver si había leche empedrada y sentí una bolita», dijo. Al día siguiente se hizo una ecografía del seno y más tarde una biopsia que confirmó la enfermedad.
El médico de Bia al saber el diagnóstico y el tiempo de gestación, sugirió el aborto para evitar problemas futuros. Eso porque el tipo de tumor era hormonal y se agravaría durante el embarazo, ya que durante la gestación el cuerpo de la mujer produce muchas más hormonas. «Si no estuviera embarazada, no lo habría descubierto a tiempo y para cuando lo hubiera hecho, ya sería metástasis», dijo Bia.
Historial
La reacción de Bia frente a la sugerencia de su médico fue rechazar el aborto. «Yo creo en la vida y en el amor. Jamás la sacrificaría para salvarme», cuenta. «Yo no tenía derecho alguno de hacer eso. O vivíamos juntas o moríamos juntas. Yo luché por las dos y sobrevivimos», concluye.
Bia cuenta que su abuela materna tuvo cáncer a los 36 años y falleció víctima de la enfermedad a los 39. Por su historial, a los 20 años, cuando se embarazó de Matheus, empezó a hacerse mamografías con regularidad. En 2014, aún preocupada, pidió hacerse un mapa genético para ver si tenía posibilidades de un cáncer futuro, pero no fue atendida por su médico. «Si hubiera hecho ese examen entonces habría sabido antes de la posibilidad del cáncer de mama y también de ovario», dice.
Sin embargo, hoy, ella considera que todo puede haber sido por providencia divina. «En esa época yo me habría quitado los pechos, pero también los ovarios. Si hubiera sido así, no habría tenido dos hijos más», explica.
Tratamiento
Como estuvo en desacuerdo con su antiguo médico, buscó otro y conoció a alguien que la apoyó en su decisión. El 15 de agosto de 2017 Bia se hizo una mastectomía, pero a causa del embarazo el post operatorio fue un periodo difícil. Ella no podía tomar antibióticos ni antiinflamatorios. «Me quité completamente el pecho, los músculos, nervios y vacié la axila. No tomé medicamentos fuertes, pero estaba consciente de ello», cuenta.
Las sesiones de quimioterapia fueron sorprendentes porque no le dieron nauseas comunes a las personas en esa situación. Ella cuenta que le dieron solo más fuerza. «Yo sabía que luchaba por nosotras dos y que necesitaba estar bien para que la quimioterapia no afectara a mi bebé», dice. Afirma que el apoyo en ese periodo de tratamiento vino principalmente de la fe. Cristiana, cada vez que se sentía débil, era en la oración que buscaba fuerzas. «Tengo gran fe en Dios y se que mi vida y la de la Louise tienen un propósito», reflexiona.
Hoy Louise tiene seis meses de vida y una salud impecable. Bia tiene 32 años y está curada del cáncer. El mes pasado el pelo, que se había caído durante el tratamiento, volvió a crecer. La última sesión de quimioterapia fue realizada el mes pasado y ahora empezó la hormonoterapia para impedir que su cuerpo produzca hormonas que puedan desencadenar en una nueva enfermedad. «Yo tuve cáncer, pero él nunca me tuvo a mí», celebra.
Por Sempre Família, Aleteia Brasil
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