sábado, 19 de diciembre de 2020

Todo lo que debes saber sobre tu instinto maternal y cómo cultivarlo


BABY


Confiar en el instinto maternal favorece el desarrollo del hijo. Pero ¿existe de verdad? ¿Cómo se siente? ¿Es posible no tenerlo? Un pediatra nos responde.

Escuchar el instinto maternal es la mejor forma de amar y criar a nuestros hijos. Así lo afirma en su vibrante libro Éloge des mères [“Elogio de las madres”] Edwige Antier, madre de familia y pediatra reputada en Francia. Aleteia querido entrevistarla para saber más sobre este asunto y el don de la vida.

Usted conoce a muchas madres a través de sus consultas. ¿Qué le impulsó a dedicarles un elogio?

La maternidad plantea hoy un verdadero malestar. En una sociedad muy marcada por el psicoanálisis, el feminismo… y sus derivas, está bien visto hacerle una guerra sin cuartel a las madres. ¿El instinto maternal? ¡No existe, podría obstaculizar el desarrollo de las mujeres!

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¿Las abuelas? ¡No dan más que malos consejos y más les vale quedarse en un segundo plano! De modo que recibo en mi consultorio mujeres completamente perdidas: se sienten criticadas por sus primeros impulsos hacia su bebé y ya no saben escuchar la pequeña música interior de su instinto. “¿Lo coges en brazos en cuanto llora? ¡Lo vas a consentir!”, “¿Cómo? ¿No le das el pecho?”…

La madre reciente es la única y verdadera especialista de su hijo, el pediatra Donald W. Winnicott lo ha demostrado y hay que creerlo: ella sabe y siente mejor que cualquiera lo que es bueno para su hijo. Quiero mostrar que ella es la mejor para su hijo, que es única e indispensable, porque ella tiene ese “extra” que la tiende hacia su bebé y que los profesionales no tienen. Ese “extra” es el instinto maternal, al cual es urgente devolver su lugar y su valor irreemplazables.

La mujer nace madre»

¿Qué es exactamente el instinto maternal?

Tenemos hambre, comemos. Alimentarse es un instinto, un comportamiento innato del que depende nuestra vida. Del mismo modo, el instinto maternal es ese impulso que empuja a la madre a actuar por su bebé sin reflexionar: forma parte de la esencia misma de la mujer. ¡Miren a las niñas que, desde tan pequeñas, se identifican con su madre, como si un recuerdo arcaico las proyectara ya en su futura procreación!

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Los trabajos de los biólogos y de los especialistas en neurociencia demuestran la existencia del instinto maternal. Las investigaciones han demostrado que la hormona oxitocina, presente únicamente en los mamíferos, es la hormona del instinto maternal: por su naturaleza hormonal y genética, la mujer nace madre.

La joven que trae un niño al mundo está asediada por una auténtica tormenta hormonal y afectiva. Instintivamente, escucha las necesidades de su bebé: está en semejante fusión con él que siente si tiene hambre, si se encuentra mal, si necesita estar en brazos… Entra con el bebé en una comunicación instintiva, que en Estados Unidos llaman baby talk, ese parloteo tan particular que aísla a una madre y su bebé en una especie de burbuja.

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El padre

¿Esta burbuja deja hueco para el entorno, sobre todo para el padre?

En el vientre de su madre, el bebé está enroscado, contenido en el útero. Al nacer, se “desenrosca” y esta abertura brutal le resulta desagradable: instintivamente, su madre lo acurruca, lo toma contra ella y le da en sus brazos ese continente que necesita.

Para la madre reciente, no cuenta otra cosa que no sea su bebé. Este estado de regresión que sorprende e irrita a veces al entorno es necesario. Una visita del recién nacido a la sala de maternidad no debería nunca pasar de un cuarto de hora… ¡la madre y su bebé tienen mucha necesidad de estar solos!

Progresivamente, más o menos rápido según el caso, esta burbuja va a abrirse. El niño necesita de la seguridad de los brazos maternales y va a descubrir el mundo a través de una matriz de lectura coherente, en confianza.

El padre, por su parte, tiene un papel sublime que desempeñar: ¡él es el continente de la madre que contiene a su bebé! Mucho mejor que un clon maternal, él es quien protege a su compañera de todo lo que podría perjudicar su tranquilidad con su hijo. Ella necesita estar entregada a la interacción instintiva y su vínculo con su pequeño es su única preocupación los primeros meses. Es normal.

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Y, lejos de estar celoso, ¡que el padre reciente se alegre de formar un envoltorio complementario que proteja a su dúo! Que piense también en valorar la feminidad de su esposa, no sólo su maternidad…, a través de pequeños regalos o halagos tiernos restablecerá a su mujer en su feminidad.

¿Y si no siento nada?

A su entender, el instinto maternal es una evidencia. ¿Hay razones para culpabilizar a las mujeres que no se sientan maternales…?

Es cierto, algunas mujeres no sienten ese impulso hacia su hijo. La maternidad les parece extraña y les da miedo. Primero, ellas necesitan recuperarse a sí mismas, recuperar su cuerpo, conocer a su bebé antes de adaptarse a él.

Que estas madres estén tranquilas: aunque haya un pequeño desfase con el nacimiento, es muy raro una madre sin instinto. Ser maternal no es ser una madre sobreprotectora que responda al menor deseo de su hijo, sino estar a la escucha de sus necesidades.

Obsérvense, pregúntense por su pasado: la parte instintiva siempre está oculta por antecedentes psíquicos. Una madre poco maternal, dificultades familiares o ciertas heridas de la infancia impiden a veces que se desarrolle el instinto maternal. No olvidemos que un parto remite a la joven mujer a lo que ella misma recibió de su propia madre. Sus propias heridas de infancia y adolescencia resurgen, a veces violentamente, en esta tormenta de la maternidad.

ANGRY CHILD, MOTHER
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Sin embargo, las jóvenes de hoy en día pertenecen a una generación que se ha visto invitada por toda una corriente psicológica a juzgar fríamente a la madre. Mi larga experiencia como pediatra me ha hecho experimentar hasta qué punto la reparación del lazo de la madre reciente y de su madre es vital, ¡tanto para ella como para su bebé!

La crianza

¿Quiere decir que para criar bien a su hijo tiene que entenderse bien con su propia madre?

¡He llegado a ver a abuelas disimulando siguiendo a su hija que venía con el capazo a mi consulta! ¿Está bien visto “matar a la abuela”? Más nos vale tener el cuidado de reparar y de mantener esta transmisión transgeneracional tan importante.

La mujer es sagrada»

Una mujer que rompe con su propia madre se arriesga a la depresión. ¿Sabe que algunas madres caen en la depresión durante los tres meses siguientes al parto? En cuanto al hijo o hija, corre el riesgo de reproducir esta ruptura al crecer con los estragos que este tipo de conflicto puede generar en la adolescencia.

El niño necesita un vínculo con sus abuelos. Además, cuanto ya no hay ancestros, se los inventa: mire el entusiasmo de los jóvenes por los dinosaurios… ¡sustitutos de los abuelos!

Voy a contracorriente de las ideas de moda, pero lo afirmo: la madre es sagrada, ¡hay que restablecer la veneración a las madres que nos han traído al mundo! Está bien liberar la palabra y criticar si es necesario, pero cuántos fracasos se evitarían restaurando el respeto por quien nos dio a luz…

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La sociedad

¡Qué peso sobre las espaldas de las madres! ¿Qué habría que cambiar para que la sociedad, las instituciones, los profesionales, se interesaran con bondad por la aventura maternal?

He tenido la suerte de vivir muchos años en Vietnam y luego en Nueva Caledonia, donde experimenté la antigüedad de los gestos maternales. ¡Qué contraste entre el comportamiento tan natural e instintivo de las madres de estos países y la rigidez de nuestros principios occidentales!

Aprendamos solamente a respetar la sensibilidad maternal.»

Me aterra nuestra cultura distanciada que ha creado sustitutos de la presencia maternal. Mire esas sillitas de bebé y demás carritos que colocan al bebé de espaldas a la madre… Mire esos pórticos que dejan al bebé frente a sus juguetes mientras que la madre se ocupa de otras cosas, y esas cunas que ya no mecen…

Nos congelamos en la distancia mientras que en muchos otros países las madres acunan a sus bebés con su tranquilizadora presencia, convirtiéndolos en niños autónomos y seguros. Por supuesto, no se pueden trasladar esos hábitos a nuestra vida actual.

Aprendamos solamente a respetar la sensibilidad maternal. No despreciemos a esas mujeres que escogen quedarse en casa para criar a sus hijos y “no hacer nada”, sin culpabilizar tampoco a las que trabajen. Hay que fomentar el derecho a la libre elección del tiempo de trabajo para que las madres que deseen conciliar su maternidad y su profesión puedan hacerlo.

No despreciemos a esas mujeres que escogen quedarse en casa para criar a sus hijos»

ZDALNA EDUKACJA
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¿Un último consejo a las madres recientes?

A todas las madres recientes les diría que acumulen recuerdos: el collar de macarrones y el recortable que traiga de la escuela, los dibujos y las fichas de preescolar… ¡El tiempo pasa volando! Que coleccionen todos esos testimonios de la infancia y vivan plenamente esos instantes que pasan tan rápidamente.

Sin embargo, mi deseo más querido es que madres e hijas estén en paz. A ustedes, jóvenes madres en situación de ruptura con su madre, no olviden llamarla por el día de su santo. Crean que toda madre anciana aún tiene instintos sobre su hija y que el instinto maternal se mantiene toda la vida. Reconcíliense y mantengan la armonía y el respeto intergeneracional a toda costa. ¡Y no olviden que la maternidad es la aventura más hermosa y más grande de la vida!

Pascale Albier, Edifa

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