«¿Es posible superar esto?», me preguntaba una mujer desesperada al descubrir este problema y otros en su relación de pareja
Todo empezó hace unos años cuando a raíz una deficiente comunicación mantenida en el tiempo, los dos se fueron alejando. Uno, por estar muy inmerso en los problemas de sus hijos adolescentes y en sus padres mayores y el otro, muy metido en sus compromisos sociales y profesionales.
Poco a poco fueron distanciándose, tanto física como emocionalmente, hasta que un día una persona más joven irrumpió en la vida de él, le escuchó, le hizo sentirse admirado y esa mezcla explosiva dio como resultado lo que ya sabemos.
La esposa, cuando se dio cuenta de que algo no funcionaba en su relación, pidió ayuda profesional desconociendo que existía una tercera persona. Decidió apostar por recuperar a su marido, por salvar su matrimonio que hacía aguas. En el Instituto Coincidir nos pusimos manos a la obra y el esposo poco a poco fue reconociendo a su mujer como la persona de la que se había enamorado hace más de veinticinco años. Fue ahí cuando decidió contárselo todo.
Ella, con gran dolor en su corazón, acogió esa petición de perdón y comenzaron un camino de trabajo conjunto para recuperar la comunicación y la confianza que habían perdido.
En estas situaciones, cuando iniciamos un proceso de acompañamiento familiar es muy común encontrarse con dientes de sierra. Es decir, momentos de pico y momentos de valle en el recorrido de recuperación de la relación.
Los dos tenían una cosa clara: querían luchar por lo que en su día iniciaron, aún a sabiendas de que el recorrido era terreno escarpado.
Para ello, había que establecer una serie de reglas:
- El esposo: Dejar de ver a la tercera persona y no tener más trato con ella. Esto hizo que a lo largo de este tiempo esa persona más joven apareciera idealizada en la cabeza y en el corazón del esposo, pero que gracias al trabajo de pareja que se iba realizando estaba viviendo un amor mucho más maduro y profundo con su mujer, como nunca jamás habían pensado.
- La esposa, por su parte tuvo que hacer un trabajo de focalización en ella misma y en lo mejor de su marido. Necesitaba recordar todo lo bueno que él tenía y le complementaba. Se trata de hacer un ejercicio de reenamoramiento para poder recuperar la confianza perdida, ya que el fantasma de los celos constantemente se hacía presente.
Poco a poco han ido superando obstáculos. Han vuelto a ser novios, a recuperar momentos para ellos, a establecer límites con la familia y con los trabajos. Son ahora conscientes y valoran que el matrimonio que ahora tienen es la mejor versión de lo que en su día imaginaron.
Son conscientes de que tanto la ayuda a nivel profesional, como la ayuda que han recibido a nivel espiritual, les ha permitido no solo renovar su compromiso, sino aprender técnicas y herramientas de comunicación y escucha, que antes no tenían, por lo que el nivel de complicidad ha aumentado entre ellos.
Todos cometemos errores, precisamente porque somos humanos y, aunque eso no signifique que haya que justificar una infidelidad, es en el saber perdonar y al trabajar por lo que de verdad importa, por nuestro proyecto de vida, donde encontramos la grandeza de las personas.
Es normal que a algunos le flaqueen las fuerzas y se plantee si estarán en el camino correcto. Lo cierto es que intentar recuperar una relación supone mucho sufrimiento pero también la sanación de una herida muy profunda en la pareja. Es ahí donde el matrimonio cobra toda su esencia, el compromiso público que en su día adquirieron, se materializa en un querer querer al otro, trabajando por ser mejores y hacerse mejores el uno al otro, porque verdaderamente merece la pena.
Mercedes Honrubia García de la Noceda, Aleteia
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