jueves, 8 de octubre de 2020

Finanzas: Corresponsabilidad de los fieles en las parroquias

 

La participación de los fieles es de vital importancia para hacer crecer la cultura de la corresponsabilidad y de la ayuda a las necesidades de la Iglesia en las parroquias, según el documento “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”, difundido en julio pasado por la Santa Sede.

José Antonio Varela, ofrece el siguiente artículo referido a las finanzas en las parroquias, especialmente en este tiempo de pandemia, publicado en la página web de la arquidiócesis de Miami, Estados Unidos.

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En medio de la crisis sanitaria generada por el COVID-19, que ha sembrado dolor y pérdidas humanas y materiales, circuló en las redes sociales el mensaje de auxilio de un párroco. No era por un hospitalizado impedido de pagar su internamiento, ni tampoco para enterrar a otro feligrés que se llevaba esta pandemia. En este caso era porque se le habían acabado los recursos para sostener su parroquia, ubicada en la periferia norte de Lima, y que junto a otro sacerdote tiene a su cargo una población de 40,000 fieles.

Su agobio era debido a que, ante la casi nula colaboración económica de la feligresía, que ya no asiste a la Misa dominical ni solicita servicios a la parroquia, se había quedado sin los recursos necesarios para algunos gastos fijos. Entre estos figuraban la luz, agua, gas, teléfono, internet, impuestos municipales, pago de personal, alimentación y contribución a la diócesis.

Pero el asunto no terminaba allí, debido a que su lista de necesidades contenía también los gastos de la liturgia, muy activa en estos tiempos de Misas transmitidas vía internet. El repertorio de su llamado contenía los gastos de cirios, hostias, vino, flores, lavado de manteles y demás útiles de sacristía.

Y también sumaba a quienes en esta época, tocan las puertas de las parroquias, como son los indigentes, enfermos, ancianos, inmigrantes, desempleados… En suma, todos aquellos “que tendrán siempre cerca”, en palabras del mismo Cristo.

Trabajo comunitario

Este panorama descrito, que debe ser aún la angustia de muchísimas parroquias en el mundo entero, especialmente las diocesanas y aquellas a las que ni los obispados pueden ya contribuir con algún apoyo, nos lleva como referencia a otra parte del documento reseñado el mes pasado, con el título “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”.

Allí encontramos, en el capítulo 10, lo referido al Consejo parroquial para los Asuntos Económicos, como parte de los denominados “órganos de corresponsabilidad eclesial”, que junto al Consejo pastoral, le permiten respirar a la vida parroquial.

Dado que la gestión de los bienes de que cada parroquia dispone “es un ámbito importante de evangelización y de testimonio evangélico, frente a la Iglesia y a la sociedad civil”, el párroco no tendría por qué permanecer solo ante este desafío, sino que debe recibir ayuda y asesoría para administrar los bienes de la Iglesia.

Los colaboradores para este fin no solo deben ser personas generosas con su tiempo, sino también expertos y probos, para que sus análisis y consejos financieros deriven en óptimas y desinteresadas inversiones, así como en la distribución oportuna de los recursos parroquiales.

A esto hay que sumarle la necesidad de incrementar los ingresos con ideas creativas y acertadas, que lleven a equilibrar el presupuesto parroquial. Se evitaría así que los párrocos envíen mensajes de SOS cuando no tengan cómo cumplir con sus obligaciones. Viene a nuestra memoria que también, junto a los gastos ordinarios de la parroquia, algunos han asumido algún crédito hipotecario, vehicular o el pago de trabajos de remodelación, entre otros.

Según el documento en mención, estos colaboradores —en número mínimo de tres y como órgano consultivo—, deben constituir de modo oficial el “Consejo de Asuntos Económicos”, presidido por el párroco, quien no está incluido entre el grupo de miembros, sino que lo preside. Al respecto, el obispo o el mismo párroco determinarán “si ellos deben ser nombrados por él o más bien elegidos por la comunidad parroquial”.

Habrá ocasiones en que, en el interior de la comunidad parroquial, no haya quien se sienta capacitado para esta tarea de carácter financiero, por lo que la instrucción vaticana prevé que los miembros de este Consejo, no necesariamente tienen que pertenecer a la parroquia misma. E incluso contempla la posibilidad de que la misma persona pueda ser miembro del Consejo de Asuntos Económicos de varias parroquias, si las circunstancias no lo impiden.

La tarea de la corresponsabilidad

De visita a un canal de televisión católico en Sao Paulo, Brasil, me topé no solo con una obra impresionante, sino que ante mi pregunta sobre la creación y sostenimiento de semejante coloso, el sacerdote director del medio de comunicación me respondió con una frase muy sólida y alentadora: “Las obras de Dios, las sostiene el pueblo de Dios”.

Vinieron a mi mente los bingos y rifas parroquiales, el pasaje evangélico del óbolo de la viuda y hasta el diezmo bíblico. Y entendí mejor cómo un canal de televisión o, en nuestros días, las buenas redes sociales, se pueden convertir en un alimento para la vida personal y comunitaria de los fieles. Cuando esto es real, nadie les gana en generosidad a los fieles para sostener lo que debe ser perdurable.

Esta mirada en prospectiva la encontramos también en la instrucción analizada, cuando se refiere a que el Consejo de Asuntos Económicos “puede desempeñar un rol de particular importancia para hacer crecer la cultura de la corresponsabilidad, de la transparencia administrativa y de la ayuda a las necesidades de la Iglesia en las comunidades parroquiales”.

Por ello, las actividades de captación de fondos, en cualquiera de sus modalidades, es una tarea ineludible del comité dedicado a la economía, con el fin de asegurar el buen desarrollo de los servicios parroquiales y el ejercicio de la caridad.

Otro elemento de suma importancia es promover la figura del diezmo, pero no presentado como una imposición que genere miedo por el incumplimiento, sino como una pastoral que compromete a los fieles a colaborar en forma periódica. Esto permitirá darles solidez y continuidad a los servicios diversos.

Es muy conmovedor ver cómo algunas parroquias establecen un momento dentro del ofertorio de la Misa, para darles la oportunidad a los fieles de que se acerquen al altar a dejar su contribución, más que como una recolección.

Acciones de corresponsabilidad

Se habla mucho sobre las contribuciones que solicitan las parroquias para celebrar una Misa de difuntos, un matrimonio o asistir a un responso. A este respecto, el Papa Francisco ha manifestado su deseo de que no se establezcan aranceles o tarifas para los servicios requeridos por los fieles, algo que ya se hace en muchos lugares.

Hay quienes no determinan ningún aporte fijo para administrar un sacramento, dejando un margen para solicitar una contribución por elaborar partidas o pliegos matrimoniales, que tienen —eso sí— un costo mínimo por la expedición desde los obispados.

La pregunta que siempre flota en el ambiente es, si acaso se debe pedir alguna contribución económica prestablecida para los sacramentos, y la respuesta sería no. Y esto está basado en lo dicho líneas arriba, en el sentido de que si los fieles parroquiales cumplieran de modo estable y registrado con el precepto de sostenimiento de la Iglesia, ya no haría falta que aportaran más cuando quieren bautizar a sus hijos como cristianos o al dar su sí ante Dios en el matrimonio. Tampoco cuando en medio del dolor y el recuerdo, busquen en la Misa de difuntos el consuelo que les haga falta.

Transparencia y diálogo

Pero es un hecho que para mover el gran corazón del creyente, hace falta que él mismo observe las obras realizadas en la parroquia, los gastos ejecutados y las personas menesterosas atendidas, a lo que se debe sumar la imagen real de sobriedad con que viven los sacerdotes, quienes no tienen por qué estar dando señales exteriores de riqueza o excesivo confort.

Al respecto, la instrucción precisa que la transparencia ha de entenderse “no solo como una presentación formal de datos, sino (que) se trata de un modus agendi imprescindible para la credibilidad de la Iglesia”.

Con el fin de alcanzar el objetivo de la transparencia, se punanede publicar un estado de cuentas mensual y anual, el que debería ser presentado primero al obispo del lugar, especialmente el informe anual. Esto permitirá que la comunidad en su conjunto pueda estar al tanto “de cómo son administrados los bienes, cuál es la situación económica de la parroquia y de qué recursos puede efectivamente disponer”, concluye el documento.

Es un hecho que estamos en el paso de una generación y estilo de ministerio sacerdotal a otro, y así, a pocos, se podrá desterrar de la vida parroquial ese perverso refrán que tan mal advierte: “En arca abierta, hasta el justo peca”.

José Antonio Varela Vidal, Zenit

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