Los patrocinadores bautismales eran necesarios tanto a un nivel práctico como espiritual
Sin embargo, en la Iglesia primitiva, los cristianos necesitaban de estos patrocinadores o sponsors por motivos muy importantes.
El bautismo en los primeros siglos se celebraba habitualmente en secreto, ya que, con frecuencia, los emperadores romanos tenían el hábito de perseguir cristianos.
Esto implicaba que los cristianos tenían que ser cuidadosos sobre las personas que admitían en la fe. ¡Era del todo posible que alguien que deseara bautizarse fuera en realidad un espía intentando infiltrarse en sus reuniones secretas!
No se permitía el acceso a desconocidos, a no ser que fueran acompañados de algún cristiano conocido por los sacerdotes y obispos de la comunidad local.
El escritor D.D. Emmons en Our Sunday Visitor explica otra razón por la que los padrinos eran tan necesarios:
Los cristianos eran precavidos y realizaban su culto de forma encubierta. Cualquiera que quisiera unirse a su comunidad era sujeto a una minuciosa evaluación; en la lengua actual, eran sometidos a “escrutinio”. Cada persona que se presentara, denominada candidato, iba siempre acompañada de una persona ya cristiana, un sponsor, que respaldaba al candidato. El sponsor, concretamente, daba fe de la sinceridad y el carácter moral de la persona solicitante.
Básicamente, no se admitía a alguien en la comunidad cristiana a no ser que otra persona que ya fuera miembro la presentara y atestiguara en favor de la autenticidad de su deseo.
Este sponsor también acompañaba al candidato a lo largo del proceso de hacerse cristiano y lo ayudaba en cada paso del camino. Por esto se requerían sponsors o “padrinos” para el bautismo de niños.
Mientras que los padres del niño eran los principales responsables de la educación de sus hijos en la fe, esta tarea no era fácil en el Imperio romano y necesitaban la ayuda (y el auspicio) de otros.
El Código de Derecho Canónico actual refleja este hábito de los cristianos primitivos.
En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo. (N.º 872)
Si los padres fallecieran o no lograran desde sus capacidades criar al niño en la fe cristiana, los padrinos intervendrían para asegurar que el niño recibiera la educación apropiada.
Los padrinos de hoy día siguen esta tradición y, aunque a menudo se los considera de manera más simbólica, se les anima a vivir a la altura de sus obligaciones y ser sólidos ejemplos de discipulado para sus ahijados.
Philip Kosloski, Aleteia
Vea también La educación según San Juan Pablo II
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