viernes, 16 de octubre de 2020

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 12, 1-7 Ni un solo gorrión es olvidado a los ojos de Dios
 
 
Un tapiz de mil flores con aves y animales, un tapiz de lana y seda flamenca, tejido alrededor de 1530-1545
 © The Minneapolis Institute of Art, USA

En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas. Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo. ¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos’’.

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Bulle

Benedicto XVI
papa 2005-2013
Encíclica «Spes salvi», 27


«A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo»

     El que no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, está, en el fondo, sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda existencia (cfr Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza que se mantiene a pesar de todas las desilusiones, tan sólo puede ser Dios –el Dios que nos ha amado y nos ama siempre «hasta el fin», hasta el «todo se ha cumplido» (Jn 13,1; 19,30).
     El que ha sido tocado por el amor comienza a comprender lo que sería precisamente «la vida». Comienza a comprender lo que quieren decir las palabras de esperanza en el rito del bautismo: «De la fe espero la vida eterna», la vida verdadera, la que, totalmente y sin conminaciones, es simplemente la vida en toda su plenitud. Jesús, que ha dicho «he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10), nos ha explicado qué significa «la vida»: «La vida eterna es que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3). La vida en el sentido verdadero, no se tiene en sí misma, de sí misma, ni tan sólo por sí misma: es una relación. Y la vida en su totalidad es relación con Aquel que es la fuente de la vida. Si estamos en relación con aquel que no muere, que él mismo es la Vida y el Amor, entonces estamos en la vida. Entonces vivimos. (EDD)





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