miércoles, 16 de julio de 2025

Pornografía, la respuesta a muchas infelicidades

La pornografía provoca que nunca nos sintamos satisfechos, ni conformes. Genera muchas infelicidades en la vida personal y en las relaciones intrapersonales

Nadie en su sano juicio llenaría el depósito de gasolina de un coche que tiene una fuga. Por mucho combustible que se vierta, incluso si es gratuito, el resultado sería siempre el mismo: pérdida y frustración. Sabemos que es absurdo insistir en llenar algo que no puede retener. Así actúa la pornografía.

Esta imagen tan sencilla ayuda a entender lo que ocurre con quienes consumen pornografía de forma habitual. Es como si su corazón —su capacidad de amar, de vincularse, de sentir satisfacción y plenitud— estuviera agujereado.

Por más que consuman, nunca se sienten llenos. El vacío persiste, y cada intento por saciarlo desde la imagen o el estímulo externo no hace más que agrandarlo.

La afectividad humana

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Es urgente que como sociedad reconozcamos este daño. Nuestros mayores, con sentido común y sin necesidad de estudios científicos, ya intuían que ciertas prácticas no eran sanas. Hoy, en cambio, vivimos en una época que se empeña en separar el sexo del alma.

Se intenta reducirlo a una función biológica, a un entretenimiento o a una mercancía, sin entender que la afectividad humana, incluso para los no creyentes, forma parte de nuestra identidad más profunda.

Cómo fácil acceso a la pornografía afecta la salud mental

El consumo de pornografía ya no se limita a revistas escondidas o fotografías antiguas. La accesibilidad, la velocidad y la crudeza de los contenidos han multiplicado su alcance y su impacto. Y mientras tanto, asistimos a un aumento alarmante de adultos —y lo que es aún más preocupante, de adolescentes— que padecen depresión, ansiedad, insomnio o dependencia de fármacos. La salud mental se resiente, y muchas veces se busca una causa externa sin mirar a lo evidente: el corazón está roto, y lo que entra no llena, sino que drena.

Ignorar la relación entre pornografía y salud emocional es seguir apuntando a los síntomas sin atreverse a nombrar la enfermedad. Ojalá como sociedad despertemos y reconozcamos el daño que causa esta industria. 

Ojalá empecemos a tomar en serio los contenidos que circulan sin filtros por redes sociales y grupos de WhatsApp, sobre todo en entornos masculinos, donde a veces el intercambio de vídeos subidos de tono se convierte en un juego sin conciencia ni límites.

La adolescencia y la sexualidad

PORNOGRAFIA

Hace poco, una serie documental abordó el modo en que la adolescencia está siendo colonizada por estímulos sexuales que deforman su manera de mirar, de sentir, de amar. 

Existe una thriller en el que un grupo de chicos crea una competición para compartir vídeos caseros de mujeres conocidas. La ficción no está lejos de la realidad. Y la realidad deja secuelas.

Los daños colaterales de la pornografía

Un corazón agujereado no encuentra consuelo. Ni en el matrimonio, ni en la paternidad, ni en el éxito profesional. Cada vez necesitará más cantidad, más intensidad, para conseguir un instante fugaz de placer. Hasta que no reconozcamos esto, no podremos comenzar a sanar.

Y no olvidemos otro dato inquietante: la industria pornográfica genera ya más beneficios económicos que muchas redes de narcotráfico. Si no actuamos pronto, sus consecuencias serán tan devastadoras como las de cualquier otra adicción. 

Solo cuando empecemos a tomarnos esto en serio, podremos empezar a reconstruir esta sociedad desde el amor auténtico y el respeto a la dignidad humana.

Mar Dorrio, Aleteia 

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