Una devoción que preside todo el mes de julio
El mes de julio está dedicado a la Preciosísima Sangre de Cristo.
Desde hace algo más de 176 años, la Iglesia universal celebra y dedica el mes de julio a la devoción de la Preciosísima Sangre de Cristo. Una festividad que, aunque se remonta formalmente a mediados del siglo XIX, tiene una larga trayectoria entre los fieles de toda la Iglesia.
Como escribe Raquel Almada en Formación Católica, uno de los primeros grandes impulsores de esta devoción fue San Gaspar del Búfalo, nacido en Roma en 1786.
Los medios de información del Vaticano describen la situación en 1809, un año después de la ordenación sacerdotal de Gaspar, mientras Roma y los Estados Pontificios eran ocupados por las tropas napoleónicas.
Precisamente en los primeros días de julio, del 5 al 6 del mismo año, el Papa Pío VII fue encarcelado y deportado, mientras Napoleón obligaba a obispos y párrocos a firmar un juramento de lealtad al nuevo régimen, que a Gaspar se le impondría el 13 de junio de 1810.
Su respuesta de “no debo, no puedo, no quiero” sería recordada como un icono de la coherencia hasta el presente, pero entonces le valdría una pena de cárcel y exilio, lo que cumplió en Piacenza, Bolonia, Imola o en las cercanías de Ravena, durante cuatro años, regresando a Roma en 1814.
Fue entonces, una vez puesto en libertad, cuando fundó la Congregación de la Preciosísima Sangre de Jesús, a la que Pío VII le confió la tarea de reevangelizar los territorios de los Estados Pontificios y para promover la renovación de la fe y de la vida cristiana.
En 1834, gracias a la colaboración de María De Mattias, a quien había conocido a los 17 años, Gaspar fundó tres años antes de morir la rama femenina de la congregación, las Hermanas Adoratrices de la Preciosísima Sangre de Cristo, que hoy en día tienen misiones en todo el mundo.
Con la devoción en vías de expansión, en siguiente hito relacionado a su consolidación sería en 1849, en plena guerra italiana por la independencia y con el Papa Pío IX exiliado en Gatea, junto con Giovanni Merlini, tercer superior general de los Padres de la Preciosa Sangre.
En el apogeo de la guerra, Merlini sugirió al pontífice que hiciera una promesa a Nuestro Señor Jesucristo para obtener el fin de la guerra y llevar la paz a Roma, gracias por las cuales prometía extender la fiesta de la Preciosa Sangre de Cristo a toda la Iglesia.
Así, el pontífice hizo una primera declaración formal el 30 de junio de 1849, anunciando su deseo de crear una fiesta en honor de la Preciosa Sangre de Cristo. El 10 de agosto lo hizo oficial y proclamó que el primer domingo de julio se dedicaría a esta devoción, tan solo 12 días antes de que finalizase la guerra.
En 1914, el Papa Pío X estableció la fiesta el 1 de julio. Y el Papa Pío XI, en memoria del Jubileo de la Redención, la elevó al grado de Solemnidad en 1934.
Después del Concilio Vaticano II, la fiesta de la Preciosísima Sangre fue unificada con la del Corpus en una sola festividad, la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Sin embargo, se estableció una misa votiva en honor de la Preciosa Sangre que se puede celebrar en el mes de julio.
En su Carta Apostólica Inde a Primis, el Papa Juan XXIII fomentó el culto a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo:
“Porque, si es infinito el valor de la Sangre del Hombre Dios e infinita la caridad que le impulsó a derramarla desde el octavo día de su nacimiento y después con mayor abundancia en la agonía del huerto, en la flagelación y coronación de espinas, en la subida al Calvario y en la Crucifixión y, finalmente, en la extensa herida del costado, como símbolo de esa misma divina Sangre, que fluye por todos los Sacramentos de la Iglesia, es no sólo conveniente sino muy justo que se le tribute homenaje de adoración y de amorosa gratitud por parte de los que han sido regenerados con sus ondas saludables”.
Gaspar del Búfalo fue canonizado por Pío XII en 1954.
Hablando de él a los miembros del Capítulo General de la Congregación el 14 de septiembre de 2001, Juan Pablo II les dijo: "Confiado en que la petición del Papa era una orden de Cristo, vuestro fundador no dudó en obedecer aunque el resultado fue que muchos le acusaron de ser demasiado innovador. Arrojando sus redes en las profundas y peligrosas aguas, hizo una sorprendente pesca."
La oración a la Sangre de Jesús
Esta es la oración a la Sangre de Jesús de San Gaspar del Búfalo:
Oh, preciosa sangre de mi Señor, que yo te ame y te alabe para siempre. ¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga! Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida. Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas, fuente de misericordia, deja que mi lengua, impregnada por tu sangre en la celebración diaria de la misa, te bendiga ahora y siempre. Oh, Señor, ¿quién no te amará? ¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti? Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz, la sangre divina en particular, derramada hasta la última gota, ¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón! Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme, yo daré también mi vida, si será necesario, para poder llegar a la bendita posesión del cielo. Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros, de tu costado abierto, arca de la salvación, horno de la caridad, salió sangre y agua, signo de los sacramentos y de la ternura de tu amor, ¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo, que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre! Amén.
Con el objeto de incrementar este culto y devoción, el Papa Juan XXIII aprobó las letanías de la Preciosa Sangre de Cristo, recomendando que se reciten a toda la Iglesia:
Letanía de la Preciosa Sangre de Cristo
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
A cada invocación, se responde «Sálvanos»
Sangre de Cristo, hijo único del Padre Eterno, sálvanos
Sangre de Cristo, Verbo encarnado,
Sangre de Cristo, Nuevo y Antiguo Testamento,
Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra durante su agonía,
Sangre de Cristo, vertida en la flagelación.
Sangre de Cristo, que emanó de la corona de espinas,
Sangre de Cristo, derramada sobre la Cruz,
Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,
Sangre de Cristo, sin la cual no puede haber remisión,
Sangre de Cristo, alimento eucarístico y purificación de las almas,
Sangre de Cristo, manantial de misericordia,
Sangre de Cristo, victoria sobre los demonios,
Sangre de Cristo, fuerza de los mártires,
Sangre de Cristo, virtud de los confesores,
Sangre de Cristo, fuente de virginidad,
Sangre de Cristo sostén de los que están en peligro.
Sangre de Cristo, alivio de los que sufren,
Sangre de Cristo, consolación en las penas,
Sangre de Cristo, espíritu de los penitentes,
Sangre de Cristo, auxilio de los moribundos,
Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones,
Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna,
Sangre de Cristo que libera a las almas del Purgatorio,
Sangre de Cristo, digna de todo honor y de toda gloria,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
V./ Nos rescataste, Señor, por tu Sangre.
R./ E hiciste nuestro el reino de los cielos.
Oremos: Dios Eterno y Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Indulgencia: Dice el Manual de Indulgencias en el punto 22 que "se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que recite devotamente una de las letanías aprobadas, por ejemplo (…) la de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo".
¡Sangre de Cristo, sálvanos!
La Sangre de Cristo, precio de nuestro rescate, prenda de salvación y de vida eterna, ha de ser objeto de más devotas meditaciones y más frecuentes comuniones sacramentales por parte de los fieles, reflexionando en el valor sobreabundante, infinito, de esta Sangre verdaderamente preciosísima, de la cual una sola gota puede salvar al mundo de todo pecado, como canta la Iglesia en el Adoro te devote.
J.M.C., ReL
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