el pasado 21 de octubre en el encuentro anual del Club Valdai.
Fiel a la cita, el presidente ruso Vladimir Putin acudió al 18º encuentro anual del Club Valdai, un think tank que en buena medida ha marcado la línea del gobierno de Moscú desde su fundación en 2004, cuando él ya estaba en el cargo en su primer mandato.
El tema de este año era Conmoción global en el siglo XXI: el individuo, los valores y el Estado, y en su conferencia, recogida por el Kremlin, Putin señaló que "las transformaciones que estamos viendo son de un calibre distinto a los que reiteradamente ocurren en la Historia".
Destacó varias, pero tiene un significado especial el tiempo que dedicó describir algunas que están sucediendo "en Estados Unidos y en Europa Occidental", aun reiterando varias veces que eso no era asunto de Rusia.
El precedente bolchevique
"Contemplamos con asombro el proceso emprendido en los países que eran considerados tradicionalmente como estándares del progreso", señaló: "Algunas personas en Occidente creen que una agresiva eliminación de páginas enteras de su propia historia, que la 'discriminación a la inversa' contra la mayoría en beneficio de una minoría, y que la exigencia de abandonar las ideas tradicionales de madre, padre, familia e incluso género son hitos en el camino a la renovación social". Al contrario, Puti abogó, junto a "la abrumadora mayoría de la sociedad rusa", por confiar "en nuestros valores espirituales, nuestra tradición histórica y la cultura de nuestra nación multiétnica".
Además recordó que nada de esto que sucede en Occidente es nuevo ni original, y Rusia ya lo vivió a partir de la Revolución Bolchevique de 1917, "basándose en los dogmas de Marx y Engels", que asestaron un golpe "a los fundamentos de una sociedad sana" por la destrucción de los "valores antiguos, de la religión y de las relaciones entre personas, llegando incluso al rechazo total de la familia y a alentar la delación de los seres queridos".
Peor que el agit-prop soviético
Putin insistió en esta consideración: "La lucha por la igualdad y contra la discriminación se ha convertido en un dogmatismo agresivo que roza el absurdo, como cuando las obras de los grandes autores del pasado, como Shakespeare, ya no se enseñan en las escuelas y universidades porque se consideran anticuadas sus ideas. Se declara anticuados a los clásicos porque ignoraban la importancia del género o de la raza. En Hollywood se distribuyen manuales sobre cómo contar adecuadamente las historias y cuántos personajes y de qué color y género debe ser una película. ¡Esto es peor que el departamento de agit-prop del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética!".
El presidente ruso se fijó en dos elementos fundamentales de la cultura woke: el racismo identitario y la ideología de género.
"La nueva 'cultura de la cancelación' se ha convertido", explicó, "en una 'discriminación a la inversa', esto es, en un 'racismo a la inversa'. El obsesivo énfasis en la raza está dividiendo a la gente, cuando los luchadores reales por los derechos civiles soñaban precisamente por borrar las diferencias y rechazaban dividir a las personas por el color de su piel".
Ideología de género y crimen contra la humanidad
En cuanto a la ideología de género, Putin describió con precisión lo que está pasando en Occidente: "Quien se atreva a mencionar que los hombres y las mujeres existen realmente, lo cual es un hecho biológico, se arriesga al ostracismo: se dice 'progenitor uno' y 'progenitor dos', 'progenitor gestante' en vez de 'madre' y 'dar leche humana' en vez de 'amamantar' porque podría molestar a las personas inseguras sobre su género. Repito, esto no es nuevo. En los años 20 los llamados Soviets de la Cultura también inventaron una especie de neolengua para cambiar así la conciencia y los valores".
"Por no mencionar", insistió, "cosas auténticamente monstruosas como enseñar a los niños desde la edad más temprana que un chico puede convertirse fácilmente en chica y viceversa... Todo ello, expulsando a los padres del proceso y forzando al menor a tomar decisiones que pueden condicionar toda su vida... ¿Es que un niño a esa edad es capaz de tomar decisiones de esa naturaleza? Si llamamos a las cosas por su nombre, esto roza el crimen contra la humanidad, y se está haciendo en nombre del progreso".
"El coste de los experimentos sociales mal concebidos va más allá de cuanto pueda calcularse", dijo Vladimir Putin para concluir esta parte del discurso: "Esas actuaciones pueden destruir los fundamentos no solo materiales, sino espirituales de la existencia humana, dejando atrás una devastación moral sobre la que, durante mucho tiempo, nada puede construirse para reemplazarlos".
C.L. / ReL
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