domingo, 17 de agosto de 2025

Qué papel juegan los sentidos en la fe? Una respuesta en el Nican Mopohua

 

Por su naturaleza y excelencia, la fe no queda sujeta al dominio de los sentidos. Los católicos no creemos porque sentimos, ni dejamos de creer porque perdemos la sensación. Creemos por don de Dios, aceptado de manera libre y voluntaria. Pero tampoco es un acto puramente intelectual, porque este es muy limitado; es decir, finito, y justo por ello no alcanza a razonar la infinitud de Dios. 

Por todo ello, la espiritualidad cristiana muchas veces ha despreciado los sentidos, pues son puerta de la concupiscencia; sin embargo, queda claro que estamos llamados a relacionarnos con Dios con todo nuestro ser. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica acoge ello y afirma:

“Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible.

Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho”

(nn. 2702-2703).

Experiencia sensorial en el acontecimiento guadalupano

El Nican Mopohua es un texto muy rico en esta experiencia sensorial. No obstante su brevedad –consta de solo 218 versículos en la traducción al español del P. Mario Rojas Sánchez– hace constante referencia a la experiencia sensitiva. De manera explícita encontramos referencia al sentido de la vista 32 veces, del olfato (3), del oído (17) y del tacto (6). De la narración de esta experiencia aparecen diferentes emociones: tristeza (4 veces), alegría (3), enojo-disgusto (2), paz-agradable (5), preocupación-tribulación (6), miedo (2) y admiración (13).

Este texto, el Nican Mopohua, es un texto muy rico en sensualidad; entendida esta en su exacto significado: “Perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos” (Real Academia Española).

De la lectura atenta de este texto podemos reconocer la existencia de tres momentos básicos en lo que se refiere a sensaciones y emociones:

1 | La vivencia Guadalupana parte y supone la experiencia de los sentidos.

2 | Esta afectación sensible genera emociones.

3 | Tal experiencia, sensible y emocional, es necesario comunicarla; es decir, testimoniarla.

El testimonio

La autenticidad de la experiencia se verifica en el testimonio. En efecto, el testimonio es connatural y consecuencia de la vivencia. El magisterio de la Iglesia nos instruye al respecto: 

“Todos [...] los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación” (Ad Gentes, 11).

“El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos” (Evangelii nuntiandi, 41).

Existe un pensamiento atribuido a san Francisco de Asís, dirigido a sus hermanos de comunidad, que reza: “Prediquen el Evangelio en todo momento, incluso con palabras si fuera necesario”. Esta máxima privilegia el testimonio sobre la palabra, aunque –obviamente– no suprime a esta última, sino que la deja en su justo lugar: secundaria al testimonio y consecuencia de este.

El Nican Mopohua también es rico en este tema –el testimonio– en el sentido señalado: como fruto de la experiencia sensorial y las emociones de ella derivadas:

33. “Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.”

43. “Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, se postró, luego ya le descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró, lo que vió, lo que oyó.” 

141-142. “Y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y cada cosa que viste y admiraste, para que puedas convencer al gobernante sacerdote, para que luego ponga lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido.”

158. “Inmediatamente fueron a decirle al Gobernante Obispo lo que habían visto…”

163. “Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje”.

203-208. “Le dijo su tío que era cierto, que en aquel preciso momento lo sanó, y la vió exactamente en la misma forma en que se le había aparecido a su sobrino, y le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al Obispo; y que también, cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le descubriera, le platicara lo que había visto y la manera maravillosa en que lo había sanado, y que bien así la llamaría, bien así se nombraría: la perfecta Virgen santa María de Guadalupe, su Amada Imagen”. 

209. “Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo, lo trajeron a hablar con él, a dar testimonio…”

No temas, pues, comprometer tus sentidos en la experiencia guadalupana; antes bien, estos son necesarios para poder completar la experiencia y salir jubiloso a gritar a los cuatro vientos el mensaje, la imagen y el testimonio de amor de santa María de Guadalupe, quién llegó a ti por tus sentidos, transformó tu vida, y te lanzó a la misión de ser su testigo.

Luis Carlos Frías, Aleteia

Vea también     La Espiritualidad al alcance de todos



No hay comentarios:

Publicar un comentario