
"No deberíamos delegar en los gigantes tecnológicos las respuestas sobre la fe", advierte.
Matthew Harvey Sanders lleva años dándole vueltas a cómo la Iglesia puede sacar partido a la inteligencia artificial. En 2015 lanzó su propia empresa tecnológica, Longbeard, y ya entrena la primera IA católica. Alfa y Omega cuenta su historia.
Matthew ha colaborado con el Vaticano y universidades pontificias. Asegura que "el mundo está a punto de cambiar como nunca", pero que si la Iglesia hace "ahora" los deberes, "podría dar paso a una edad de oro".
No delegar las respuestas de fe
"Igual que hizo con la imprenta. La IA será la mayor herramienta de evangelización que jamás hayamos tenido. Debemos aprovechar esta oportunidad y usarla de la forma más segura posible; no deberíamos delegar en los gigantes tecnológicos las respuestas sobre la fe", advierte.
Sobre cómo la gente interroga a la IA, el experto señala: "Es más, muchos le piden consejos filosóficos, espirituales y personales, especialmente los jóvenes. Por eso me pregunto si los datos con los que estas empresas entrenan su IA reflejan nuestros valores. Si no estamos seguros, debemos ser muy prudentes. Por eso decidí desarrollar una IA católica".
"Primero desarrollamos el motor de búsqueda Magisterium AI. Luego hicimos Vulgate, que consiente que bibliotecas y editoriales compartan sus fondos. Ahora estamos con Ephrem, el primer modelo de lenguaje católico. Son las redes neuronales que el sistema aprende, como ChatGPT 4.5. Lo hemos entrenado desde cero para que sea acorde con la doctrina católica. Aún no está listo, pero es prometedor".
El empresario analiza el miedo que tienen algunas personas a este tipo de tecnología tan revolucionaria. "Una cantidad saludable de miedo tiene sentido, porque el mundo está a punto de cambiar como nunca. Va a haber enormes desafíos que requerirán una cooperación milagrosa para la transición correcta de la era informática a la era robótica. Pero si el futuro toma el camino correcto, si la Iglesia hace su trabajo, especialmente la evangelización, podría dar paso a una edad de oro, mejor que cualquier otra. Yo sería esperanzador. Pero nuestra esperanza tiene que ser mitigada por el pragmatismo de que tenemos que responder ahora, pues hay mucho trabajo por hacer".
Una oportunidad histórica en la que la evangelización tiene mucho que decir. "La gente va a encontrarse pronto ante un acantilado existencial. No pasará mucho tiempo antes de que se hayan perdido el 89 % de los puestos de trabajo. Con suerte, habrá suficiente valor creado para que todas las personas tengan cubiertas sus necesidades: casa, comida, que los hijos pueden aprender lo que quieran. Habrá, sobre todo, mucho tiempo libre. Entonces se plantearán: '¿Qué hago conmigo? ¿Cuál es el propósito de mi vida?'. Me preocupa que no puedan encontrar buenas respuestas a esas preguntas".
Y es ahí donde entrará la Iglesia. "Se trata de explicar quién soy, cuáles son mis dones y de ponerlos al servicio de los demás, de dar gloria a Dios. Si se ha cumplido bien la misión de evangelización, muchos verán que siempre hay modos de servir. Si no, la gente terminará buscando dopamina, quizá en las apuestas, el juego o la pornografía. A un cierto punto, ni siquiera eso les satisfará. Muchos se perderán si no hacemos bien ahora la evangelización. Será en parte por nuestra culpa. Debemos asumir la responsabilidad colectiva por nuestros hermanos".
Una tarea que empieza por la propia educación. "Estudiar qué es la IA, sus capacidades y límites, qué implicaciones va a tener a corto, medio y largo plazo. Cuanto más preparada esté la gente, más podrán presionar a los Gobiernos para garantizar que la regule de modo correcto y que las empresas garanticen que están conduciéndola hacia los sectores más importantes".
ReL
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