
Para los hebreos, el sonido del “Jobel” era un signo de esperanza, de nuevos inicios, de expiación. Era el sonido que reflejaba y recordaba la misericordia de Dios que todo lo perdona, que todo lo renueva… “¡Que hace nuevas todas las cosas!” (Cfr. Apocalipsis 21,5).
Ahora, miles y miles de jóvenes han escuchado este sonido que los llama a caminar hacia la esperanza pero, ¿qué significa esta virtud en un mundo como el que vivimos? Ciertamente, pareciera que se dan pocas ocasiones para la esperanza.
Actualmente hay más de 30 conflictos armados activos en el mundo, incluyendo guerras devastadoras en Ucrania, Gaza, Sudán y más. La violencia, la inseguridad y el desplazamiento afectan a millones de personas en el mundo.
Según datos recientes del Banco Mundial y la ONU, una de cada tres personas en el planeta carece de acceso regular a una alimentación suficiente. Cerca de 114 millones de personas son desplazadas forzosamente.
Aunado a esto, la Iglesia se encuentra frente a una generación moldeada por el hiperconsumo digital, la fragilidad afectiva, el desencanto político, y la búsqueda espiritual fuera de la fe.
La Iglesia mira de frente al desafío
Con total confianza, con firmeza y con determinación, la Iglesia mira de frente a los jóvenes y los convoca a reunirse en torno a su pastor para mirar los retos del mundo de forma directa, pero esperanzadora. Asumiendo que el gran reto hoy no es solo “atraer” a los jóvenes, sino escucharlos, confiar en ellos, y entregarles protagonismo real en su responsabilidad para cambiar estas realidades que les lastiman y opacan su mirada hacia el futuro.
Y los jóvenes católicos han respondido al llamado: se calcula una participación de más de 500 mil jóvenes durante la semana del Jubileo (del 28 de julio al 3 de agosto) y se espera al menos un millón en la Vigilia y Misa con el Papa en Tor Vergata. Un total de 146 países representados, incluyendo países en conflicto: Ucrania, Líbano, Irak, Sudán del Sur, Myanmar y Siria.
Durante esta semana caminarán, escucharán compartirán silencios, catequesis y talleres donde se habla de identidad, vocación, redes sociales, reconciliación, sostenibilidad, oración, liderazgo y misión. Y en cada paso, descubrirán que la Iglesia no es un museo del pasado, sino una tienda de campaña abierta en medio del desierto moderno.
Y ahora… es su turno
Mientras el mundo debate entre el miedo y la fragmentación, cientos de miles de jóvenes de todos los muchos rincones del planeta están a punto de encender una luz que no se apagará con facilidad. Roma se convierte en el cruce de caminos donde la historia, la fe y el futuro se abrazan. No llegan por moda, ni por turismo. Llegan con mochilas llenas de preguntas, heridas, sueños… y una esperanza que desborda las estadísticas.
El Papa León XIV les insiste: “A los jóvenes les digo: ¡No tengan miedo! ¡Acepten la invitación de la Iglesia y de Cristo el Señor!”.
En la vigilia, bajo las estrellas de Tor Vergata, con el Papa en el centro y millones de antorchas encendidas en los corazones, no se celebrará un evento: se dará un signo para el mundo. La juventud, tan criticada y a menudo subestimada, mostrará que aún cree. Aún sueña. Aún responde al llamado.
Hoy la Iglesia los convoca sin excluir, les abraza sin uniformar, les escucha sin juzgar y les espera con emoción, pues son el presente de la Iglesia y el futuro de la humanidad.
Porque si el mundo grita, los jóvenes no huyen: oran.
Si el mundo divide, ellos tienden la mano.
Y si el mundo desespera, ellos encienden la esperanza.
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