lunes, 18 de agosto de 2025

Cuando el fuego se apodera del alma: cómo superar el enojo

El fuego del enojo

Hay fuego que no ilumina, sino que consume. Así actúa el enojo, por dentro en el alma. Aprender a controlarlo hará tu vida más libre y feliz. Superando resentimientos

Bata con una chispa provocada como una palabra hiriente, una actitud desdeñosa, una falta de atención o una contradicción familiar que nos toca la herida mal cicatrizada del ego. Provocando que el fuego en nosotros se propague con enojo. 

El enojo es una de las tres emociones básicas que debemos aprender a dominar con nobleza y sabiduría, porque cuando no se maneja, se convierte en un jinete salvaje que arrastra todo a su paso: la paz, la armonía, la lucidez, el cariño. 

El problema no está en enojarse de vez en cuando, sino en justificarse constantemente por estar enojado, como si eso diera permiso para lastimar, agredir o alimentar el resentimiento.

Suelta el enojo

El fuego del enojo

Aquí hay una verdad que libera: nadie tiene el poder de hacernos enojar, si no le entregamos las llaves de nuestro interior. La provocación existe, pero la reacción es una elección. 

El enojo se cuela cuando queremos controlar a los demás, cuando esperamos que los otros sean como deseamos y no como son. Creemos que los demás nos deben respeto, atención, gratitud o comprensión, y cuando no lo hacen, nos sentimos traicionados. 

Pero tal vez la raíz de ese enojo no está en ellos, sino en nuestro apego a una imagen idealizada de cómo deberían ser.

Que no te consuma el enojo

San Francisco de Sales, doctor de la Iglesia y gran maestro del dominio de sí mismo, escribió con dulzura y firmeza:

"Nada gana quien se deja llevar del enojo; siempre se pierde la paz y se ofende a Dios y a los hombres".

En tiempos de tensión, decía, es mejor hablar poco, y esperar a que el corazón se enfríe antes de actuar. Porque el alma serena se ve con más claridad.

Autores como Daniel Goleman han insistido en que la inteligencia emocional no es negar la emoción, sino reconocerla, regularla y canalizarla. El enojo no se reprime, se transforma. Se puede convertir en energía para poner límites, para expresar con firmeza una inconformidad, pero sin violencia ni venganza. 

La clave está en aprender a separar el hecho de la interpretación. Lo que alguien dijo o hizo es una cosa, lo que tú decides sentir y hacer con eso, es otra muy distinta.

Caminos para vencer el enojo

1humildad

Cuando comprendemos que también nosotros hemos fallado, herido, decepcionado, entonces podemos mirar al otro con compasión, no con juicio. 

2humildad

Poner atención a lo que sí funciona, a los pequeños gestos de cariño, a los momentos de calma que aún existen en medio de la tormenta. 

3meditación

paz, oración, violencia

Ese espacio donde dejamos nuestro enojo a una fuerza mayor, que lo disuelve como el sol disuelve la neblina.

Hay un instante sagrado —justo antes de responder con furia— donde aún podemos elegir. Ese instante es el altar de la libertad interior. Allí decidimos si somos reactivos o sabios, si queremos escupir fuego o sembrar paz. 

Y aunque la emoción del enojo sea fuerte, no es invencible. Se puede respirar, se puede orar, se puede caminar, se puede escribir o simplemente callar… y esperar a que pase la tormenta.

La verdadera fortaleza

No está en gritar más fuerte, ni en imponer el punto de vista. Está en mantener la armonía interior cuando todo alrededor invita al caos.

Está en desactivar la bomba antes de que estalle. Está en mirar a los ojos de quien te hirió y decir, sin soberbia: "Esto también pasará, y no dejaré que me robe la paz".

Guillermo Dellamary, Aleteia 

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