Gracias a James Naismith muchos jóvenes conocieron a Cristo a través del baloncesto
Frente a un grupo de chicos jóvenes e inquietos en el centro de formación de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) de Springfield, Massachusetts, el profesor de educación física James Naismith tuvo que tirar de ingenio para distraer a los muchachos, atrapados sin poder hacer deporte en el centro a causa de la nieve. Y este fue el germen de un nuevo y popular deporte que todos conocemos bien.
Con el ánimo añadido del director del centro, Naismith fue probando sus ideas durante un par de semanas, pero nada funcionaba. Luego, el 21 de diciembre de 1891, Naismith por fin dio en el clavo.
“Había que hacer algo. Y un día tuve una idea”, explicaba Naismith en una radio de Nueva York:
“Llamé a los muchachos al gimnasio, los dividí en dos equipos de nueve y les di una vieja pelota de fútbol. Les mostré dos cestos de melocotones que había clavado en sendos extremos del gimnasio. Y les dije que la idea era encestar la bola dentro del cesto de melocotones del otro equipo”.
El juego se llamaba “Basket Ball”, balón-cesto, y a los chicos les encantó.
No paraban de pedir a Naismith que les dejara jugar más. Pero al no haber ninguna norma escrita, las trifulcas no tardaron en surgir en la cancha.
Entonces Naismith concibió las 13 reglas originales para el juego del balón-cesto y escribió un artículo que fue distribuido por todas las YMCA del país.
El juego se extendió como la pólvora. Y así, en 1898, Naismith fue contratado como el primer entrenador de baloncesto masculino en la Universidad de Kansas.
Un juego de culto
Desde entonces, el juego del baloncesto ha pasado a ser un elemento esencial de la cultura estadounidense. Y cada año incrementaba su popularidad, en especial a nivel universitario.
En 2015 el campeonato de la División I de Baloncesto Masculino, conocido como “March Madness”, de la asociación deportiva universitaria NCAA, reunió a 80,7 millones de personas de todo el mundo que vieron el torneo por Internet.
Lo interesante es que Naismith, que creó el juego para entretener a sus inquietos muchachos durante los fríos meses de invierno, también inventó el baloncesto “para ganar hombres para el Maestro a través de la gimnasia”.
Así mantenía su misión general en la vida, una misión que desarrolló mientras estudiaba un máster en la Universidad Teológica Presbiteriana de Montreal.
Naismith estaba convencido de que “podía ejemplificar la vida cristiana a través del deporte mejor que en el púlpito”.
Y trató de “desarrollar la plenitud de la persona: mente, cuerpo y espíritu” en el gimnasio.
Como resultado, alentó a los jugadores de baloncesto a alcanzar unos altos niveles de calidad y deseaba que fueran virtuosos.
El director de Naismith, Luther Gulick, explicaba los valores cristianos en torno al baloncesto en un artículo de 1897, donde escribió:
“El juego debe mantenerse limpio. Es completamente indignante para una institución en representación de la labor cristiana en la comunidad que se toleren no ya un mero trato poco caballeresco de los invitados, sino golpes y cualquier actitud que viole los principios elementales de la moralidad (…). Se prescindirá durante el resto del año de cualquier jugador que no juegue limpio”.
Fe y deporte
Michael Zogry, profesor asociado del Departamento de Estudios Religiosos en la Universidad de Kansas, explicó en profundidad la perspectiva de Naismith en relación al deporte y la fe, en una entrevista el año pasado.
“Su enfoque era el de poner el cristianismo delante de las personas y tratar de influir en ellas a través del desarrollo de un carácter positivo, pero se reservaba sus sermones formales para cuando era un ministro invitado en iglesias de la zona”.
El baloncesto para Naismith era más que un simple juego, era una herramienta evangelizadora.
De hecho, en este tiempo las YMCA integraron el juego en sus viajes de misiones. Y está documentado que muchos jóvenes llegaron a Cristo a través de estos misioneros y del juego del baloncesto.
De esta forma llegó el baloncesto a China (a través de misioneros de las asociaciones YMCA), y desde entonces se ha convertido en uno de los deportes más populares del país.
En definitiva, Naismith creía firmemente en la conexión entre el deporte y la fe; en sus propias palabras:
“Cada vez que presencio un partido en una liga de la iglesia, siento que mi visión, de casi medio siglo atrás, de un tiempo en el que el pueblo cristiano reconocía el auténtico valor del deporte, se ha hecho realidad”.
Philip Kosloski, Aleteia -
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