lunes, 20 de diciembre de 2021

En el Tepeyac hubo un gran encuentro entre dos amores

OUR LADY OF GUADALUPE



Intentando explicar lo que es el fenómeno guadalupano   

El sacerdote Prisciliano Hernández Chávez, de la Congregación de Operarios del Reino de Cristo, una Congregación fundada en México por el padre Enrique Amézcua, ha dedicado su vida entera al estudio, amoroso, detallado, de la Virgen de Guadalupe. Además, ha aprendido náhuatl para entender el significado profundo de la sagrada imagen en clave indígena.

Entre sus obras se encuentra un texto llamado a formar a generaciones de estudiantes y aficionados al “acontecimiento guadalupano”: Hacia un manual de temas guadalupanos(Querétaro, 2016) en el que, entre otros temas, recoge un trabajo suyo sobre el lenguaje inculturado en la imagen de Guadalupe.

–¿Qué le dice al mundo de hoy el diálogo entre María de Guadalupe y Huan Diego?

Conocer, asimilar y recrear en el propio interior los diálogos entre la Santísima Virgen de Guadalupe y San Juan Diego, posee un atractivo propio de quienes viven un encuentro extraordinario de Madre e hijo, un encanto sublime; encuentro de dos amores permanentes, que orienta a la experiencia de un diálogo intra divino con el Dios Amor.

Las palabras, confidencias de la Virgen Santísima de Guadalupe con San Juan Diego y las respuestas de éste, revelan tal profundidad de lo afectuoso y tierno, inseparablemente unido al respeto y a lo reverencial, propio del alma náhuatl. Palabras y confidencias tan cercanas a la sinfonía del amor, de las flores y de los cantos, del lenguaje más bello y verdadero, en las que intervienen las montañas y el quiebre del agua, el colorido del arcoíris y las nubes de algodón divino; los nopales, mezquites y hierbecillas relumbran como el jade –la piedra de vida– y las espinas brillaban como el oro. Ambiente teofánico de Mariofanía Teofánica.

¿De dónde viene San Juan Diego? ¿Cómo lo nombra la Virgen?

«De arriba del cerrillo, le decían: “Juanito, Juan Dieguito”, “Juanitzin, Juan Diegotzin”. Es el nombre cristiano de San Juan Diego. Por otros autores conocemos su nombre indígena y que era descendiente de Nezahualcóyotl a través de Nezahualpilli y de Papatzin. Por ahí se llega a la certeza de que era de sangre real, príncipe texcocano, por la Conquista, venido a menos, como otros nobles indígenas.

Según Fernando de Alva Ixtlixóchitl, cita Juan Cuauchtolitatzin, que Carlos de Sigüenza y Góngora lo cambió por Cuauhtlatoatzin; todo esto a raíz del estudio de la descendencia de dos nietas de Juan Diego, monjas cacicas –hijas de nobles– del Convento de Corpus Christi de la Ciudad de México, llevado a cabo por peritos como Joel Romero Salinas y los estudios de Horacio Sentíes Ramírez.

*–¿En el *Nican Mopohua* se puede estudiar y apreciar la cortesía, los protocolos propiamente de los nobles, que utiliza San Juan Diego en su encuentro con la Santísima Virgen María de Guadalupe?*

Podemos recalcar esas terminaciones que constituyen el fondo de una gran antropología propia de esta mentalidad náhuatl, que en cierta manera pervive en nuestros diminutivos. Las terminaciones «tzin» o
«tzintli» implicaría tres connotaciones: de respeto, de ternura y vulnerabilidad: diríamos «venerable Juan Diego, digno de todo respeto»; «Juanito, hijito de mi corazón», «ternura y pobre Juan Diego», su condición de fragilidad.

De aquí también la expresión «tenacazita», «mirar por la oreja», que señala ese gran respeto y ternura que se debe tener con las personas a las cuales no se les puede ver de frente; de aquí que tanto el rostro de la imagen de la Virgen de Guadalupe y del personaje que está a sus pies, miran de lado, de tres cuartos.

–También de parte de la Virgen hay un perfecto conocimiento de con quién está dialogando: no solo con un hombre de estas tierras, sino con todo un nuevo mundo que está surgiendo en ese momento…

En la presentación de la Santísima Virgen a San Juan Diego: “Yo soy la perfectamente siempre Virgen Santa María”, “In nicenquiza cemicac Sancta María”, utiliza un perfecto “tecpillatolli” (el náhuatl noble); sin embargo, utiliza también palabras latinas y españolas para evitar confusión: Sancta, y María. “Ichpochtli” se traduce por Virgen, mujer entera. Unido a Madre, como nombre propio de María. Es Madre de Dios en tanto Virgen. En ella se ha mostrado “el poder del Altísimo ya que el Espíritu Santo la cubrió con su sombra amorosa y fecunda”, de manera que “Ichponzintli” es la forma reverencial, “perfecta virgen” o “venerable Virgen”.

–Pero también le dan otros nombres a la Virgen, ¿no es así?

En el Nican Mopohua, también se le llama “Mahuizichpotzintli”, es decir, “Virgen digna de honra y veneración”. “Sancta María” no existe en náhuatl. El nombre de la Virgen es María y le añadirá “Guadalupe”, como lo manifiesta al tío-padre de San Juan Diego, Juan Bernardino. Santa María, expresa que ella es Santa por antonomasia. Ella es la sede de la Sabiduría, el trono de Cristo Jesús, Dios bendito.

Así lo escribe Valeriano en el *Nican Mopohua: *“La venerable Madre del muy verdadero Dios-Dios el viviente, causa de toda vida, el Creador de las personas, el Dueño del Junto- Dueño del Derredor, el Dueño del Cielo el Dueño de la Tierra”; “in Innatzin in huyel nelli Teotl-Dios in Ipalnemohuai, in Teyocoyani, in Tloque Nahuaque, in Ilhuchua in Tlaltipaque».

–Ahora pasemos a la idea de Dios que le transmite la Virgen a San Juan Diego..

El “nelli teotl”, es el único, el verdadero Dios, el que tiene “raíz”, el definitivo, es el único: Ometeotl. Ella es su Madre. “Inatzin” su venerable Madre. Se utiliza el término Teotl-Dios, Dios en náhuatl, y se le añade el castellano “Dios”, en yuxtaposición evangelizadora. Se le añade los atributos extraordinarios, propios de la teología náhuatl: “in Ipalnemohuani” (el Viviente por quien se vive, el Dador de la Vida); “in Teyocoyani” (el Creador de las personas); “in Tloque Nahuaque” (el Dueño de la cercanía y de la inmediación; el que está “juntito, cerquitita”, con perdón del castellano cuyos adverbios son invariables, recordando nuestro “ahorita” o “ahoritita”) y además, “el que lo abarca todo”: “In Ilhuicahua, in Tlaltipacque” (el Dueño del Cielo y de la Tierra).

–Por qué le pide la Virgen a Juan Diego que el obispo Zumárraga le haga un templo en el lugar de sus apariciones?

Ella pide un “Templo”, “mi Templo”, “Noteocal, Notecaltzin” (“mi Templecito-mi Casita venerada, respetable, santa”). Es su Casa para reconstrucción y gloria del Pueblo; una Nación de ella. Para en éste asumir las funciones con su Hijo Jesús, de “Huey Tlatoani” (“de quien es el que manda) porque es la “Palabra”, tiene el ministerio de la Palabra, tiene el mando: a través de ella “Lo mostrará”, “Lo ensalzará”, “Lo pondrá de manifiesto” y «Lo dará a todas las personas” (“In oncan nicnextliz, nicpantlazas,nictemacaz”); “in ixquich Notetlazotlaliz” (“en mi Amor-Persona), “Noteicnoittaliz” (“en mi Mirada-Compasiva), “Persona”, “in Notemanahuiiz” (“en mi Auxilio-Persona”), “in Notepalahuilizi” (“en mi Salvación-Persona”)… Su imagen es la síntesis gráfica de estas palabras, imagen palabra, palabra imagen.

–¿Hay alguna relación de “levantar un templo” con la idea de los templos-pirámides de los mexica?

Para la mentalidad “mexica”, levantar un templo es tanto como iniciar una nueva nación; si está en llamas, significa su destrucción. Sin su templo ha sido destruido, ya no existen como nación. El inicio del templo, de la casita, significa el principio de una Alianza, no importa que fuera pobre. Así surgen, como aparece en el Códice Mendocino, una “X” inscrita, el caminar del Sol – Águila de fuego, sin serpiente porque está en el zenit, pues ha triunfado, ha iluminado la Tierra y una choza humilde, principio de su nación.

–¿Cómo podemos ir más allá, digamos en las palabras del texto y en la imagen que dejó estampada en el ayate María de Guadalupe

De los términos usados por san Juan Diego sobresale uno:
“Tocihuapillatocatzin”. El náhuatl es un idioma aglutinante. Para profundizar es necesario descomponer sus palabras con las cuales está compuesta una palabra, así como en el alemán. “Cihuatl” es mujer, “pilli” es hijo o hija. Es Reina Celestial, Niña celestial, Señora del Cielo. Tomaríamos en cuenta el “to”, es posesivo del plural nuestro-nuestra; “Tlatoqui”, es otra forma de “Tlatoani”, el que habla o el que gobierna, el jefe; se le añade el reverencial “zintli”: significa “Nuestra venerable Señora y Reina”, como lo traduce Pedro Alarcón, y el Padre Rojas simplemente “Nuestra Reina”. “Itlazomahuiznantzin”, “Maravilosa Madre”, con el reverencial “tzin”. “Noxocoyoué” (“hija mía la menor, la más pequeña”). También “Nopiltzintzine” (“amada Hijita mía, mi hijita chiquita, mi amada princesita”). “No”, es “mía”, “Ichpotli” significa “virgen” y el reverencial “tzin”. De este modo san Juan Diego considera a la Santísima Virgen, como algo que afectivamente le pertenece: ella le ha robado su corazón.

–¿Y San Juan Diego a la Virgen?

Por su parte la Virgen Santísima lo llamará “Noxocoyouh”, que quiere decir “hijo mío el menor”. “No”, es “mío”; “Xocoyotl”, “fructificación”; tiene la connotación no cronológica respecto de los otros hijos que tienen también su designación; se trata del nombre que se le da al más querido, al más importante, a lo más precioso, en este caso, para la Virgen. Este será el modo con el cual la Santísima Virgen se dirigirá en adelante a San Juan Diego.

Jaime Septién, Aleteia

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