domingo, 19 de diciembre de 2021

Radiografía de la dimensión espiritual del Rey Balduino de Bélgica: vida, textos, oración...


 

Este texto fue leído en la presentación del libro El Rey Balduino: El legado de su vida (LibrosLibres), que se celebró en el Santuario de Schoenstatt, el pasado 29 de noviembre de 2021.

I. De la traducción a la publicación

 La vida humana está tejida de dolores que a veces se encadenan uno detrás de otro, y de alegrías, con las que sucede lo mismo. Hoy toca hablar más de alegrías, que de penas y dolores todos estamos cargados. A la alegría de la traducción del libro hace unos meses se añade hoy la alegría de esta presentación. Se me pidió que lo presentara y lo hago con las únicas cartas credenciales de que soy el traductor.

Traducir este libro ha sido un gran regalo. Supuso mucho gozo interior e incluso en no pocos momentos los ojos se me empañaron de lágrimas.

Los escritos de Balduino que el Cardenal Suenens iba desgranando no eran letra muerta: me estaba hablando una persona viva. Yo conocía al Cardenal Suenens a través de mi tesis doctoral. Tuve que bucear en las decenas de tomos de Actas del Concilio, en latín, en las que él aparecía con frecuencia en su condición de moderador nombrado por san Pablo VI. También apareció antes, en la fase preparatoria del Vaticano II. Además sabía que había sido encargado, también por san Pablo VI y luego por san Juan Pablo II, del «acompañamiento» de la Renovación Carismática Católica.

Suenens había sido vicerrector de la Universidad de Lovaina y luego fue obispo auxiliar de Malinas, luego residencial de Bruselas y posteriormente cardenal. La cercanía al Rey Balduino y su labor de consejero permanente le tuvo muy cerca del Rey toda la vida.

Del Rey Balduino yo sabía poco: el hecho histórico de su abdicación para no firmar la ley del aborto…. Vamos… igual que hoy nuestros gobernantes… que si rezamos ante una clínica abortista nos llevarán a la cárcel…

Había leído hace años una biografía sobre el Rey Balduino escrita por el P. José María Salaverri, marianista, fallecido el año 2018. De aquella biografía casi me acordaba solo de la «rocambolesca» búsqueda (a ojos puramente mundanos) de una novia para el Rey.

Mi padre (que ayer hizo 100 años) y su familia habían vivido en Zurbano y conocían a la futura reina Fabiola. Yo creía haberla reconocido un día pero fue un error mío. Recién ordenado sacerdote, hace ya más de 34 años, celebraba misa una tarde en el convento de las Eucarísticas (en la calle Blanca de Navarra esquina Fortuny) donde tenía yo una tía religiosa. Al ir a dar la comunión, vi de repente que de lejos se acercaba la que yo creía que era la Reina Fabiola. Se acercó con el brazo en cabestrillo. Luego pregunté a la Hermana Sacristana. No, no era la Reina Fabiola, sino su hermana que a mí me pareció idéntica… 

Traduje el libro de un tirón. Otra cosa fueron los anexos: ahí sufrí muchos oleajes y marejadas pero lo asumí con estoicismo, como hijo que soy de familia marina.

Esos anexos (Cartas del Rey a personas de tipo diverso y Testimonios varios de quienes le conocieron y estuvieron cerca de él) eran el complemento perfecto a la edición francesa… Solo esas páginas valen por todo el libro. Son muy de agradecer las personas que han cedido esos escritos que el Rey un día les envió de manera privada.

He animado a que la edición incluyera los originales que dan un sabor exquisito a esas páginas. Los testimonios de personas varias (policías, militares, empleados de hogar, familiares...) delinean un retrato muy hermoso del Rey Balduino. Llegue el mismo agradecimiento a los que, cediendo sus fotografías, han hecho posible el bello y abundante álbum fotográfico interior. El pliego fotográfico enriquece nuestro libro de manera notable. Hay fotografías inéditas.

Nuestro libro había sido traducido por Espasa-Calpe hace muchos años (dic. 1995; may. 1997). La traducción adolecía de errores y fallos y me pidieron que la hiciera de nuevo. Reivindico desde aquí a los genuinos traductores del ámbito religioso / teológico / espiritual. La traducción de estos textos también sirve para transmitir la fe. Por desgracia, las grandes editoriales encargan traducciones de este ámbito a personas que desconocen el lenguaje y las expresiones.

Yo he sufrido leyendo… por ejemplo hace muchos años la vida que George Weigel escribió sobre Juan Pablo II (Testigo de esperanza, publicada por Plaza y Janés), el primer tomo del Jesús de Nazaret del cardenal Ratzinger-Benedicto XVI (La Esfera de los Libros) que hubo que traducir de nuevo… y una vez publicado seguía con graves imprecisiones que en su momento comentamos el Cardenal Rouco —que sabe algo de alemán—, y yo. A otros les hinqué el diente corrigiéndolos antes de que se publicaran… (recuerdo ahora un libro de Ciudadela de Thomas Woods, Como la Iglesia construyó la civilización occidental) Como veis los grandes también fallan….

Tranquilos que no me voy a quedar en lo exterior. No pretendo cargarme el libro, sino ensalzarlo. En la Universidad Gregoriana en Roma —donde yo estudié—, cuando un jesuita quería cargarse un libro de algún autor empezaba diciendo que la portada era bonita, el papel bueno, la encuadernación apropiada... Yo desde lo externo (aunque ya he ido descubriendo el interior) quiero ir a lo interior, a la sustancia. 

La traducción y lectura varias veces del libro me fueron abriendo una comprensión espiritual del Rey Balduino. Fui individuando como varios ríos de agua viva que animaban su vida cristiana y se desbordaban en su personalidad (como rey, como esposo…).

Lo que voy a decir sólo tiene en cuenta, en principio, el texto de nuestro libro. No es que yo presente aquí un trabajo de sesuda investigación. Quiero decir que me gustaría con el tiempo y con más materiales a disposición confirmar y profundizar este esquema.

En algún momento de la traducción he expresado que si los belgas no quieren abrir el proceso de beatificación del Rey Balduino lo podríamos hacer aquí en España: al haber muerto en Motril no habría ningún problema canónico…. Ojalá este libro despierte el atractivo del personaje en esta línea.

II. Radiografía espiritual del Rey Balduino

El Rey Balduino fue un gran hombre, un hombre para su presente y para la historia, «un hombre para la eternidad». Tenía un gran sentido del deber, una personalidad extraordinaria, tranquilo, sereno, firme, respetuoso, intuitivo, con gran sentido de la escucha, tímido, reservado. Los africanos del Congo le llamaban «Bwana Kitoko», es decir, «el señor encantador». Habrá quienes estudien su personalidad. ¡Adelante!

Yo quiero presentar su personalidad transfigurada por la acción de la gracia divina.

Pablo Ginés escribía el 15 de noviembre en Religión en Libertad con buen titular periodístico: «Balduino: ¿una historia de amor romántico o un libro de espiritualidad? Las dos cosas a la vez».

Sin querer corregirle, creo que el libro no es una biografía, según entendemos habitualmente este género literario, sino la historia de un hombre animado en todo por el amor de Dios (animado, claro está, no en el sentido de divertido, sino en el sentido de movido desde el alma, ánima). En todo, es decir, matrimonio, responsabilidades sociales, ocio y descanso.

Y todo ello con una fuerte unidad, sin dobleces en la existencia, sin esquizofrenias: la vida espiritual por un lado y el resto por otro. (No en vano el alma unifica y vivifica al cuerpo). Balduino, como hombre espiritual, vivió su existencia toda plasmada por el Espíritu Santo.

De hecho, con mirada retrospectiva de agradecimiento y amor a Dios escribe:

Hace cuarenta y tres años te pedí, Señor, que me enviaras una santa para que me guiara en mi vida espi­ritual y me formara.

Doce años más tarde, Grace [Verónica O'Brien] entraba en mi vida, toda vestida de verde. En ese momento me recordas­te la oración que te dirigí a los dieciocho años.

Gracias, Señor, por el inmenso amor que me tienes. Gracias, Señor, por haberla podido reconocer como tu ángel para mí. Gracias por el bien que me has hecho a través de ella. Gracias por el ejemplo que sigue dándo­nos con su comportamiento a través del dolor físico, moral y las dificultades de la edad.

Me has mimado mucho, Señor, con tu Amor inagotable, invulnerable, incansable.

Mi Madre, mi confianza (p. 25).

He cifrado en cinco esos vectores espirituales que convergen en su vivencia espiritual de la fe:

1) Amado por Dios: cercanía de un Dios Padre y vivencia filial de esa relación

2) Camino de confianza y abandono (Caussade)

3) Eucaristía diaria/adoración/oración

4) La dimensión mariana en la vida del Rey Balduino (Lourdes; Verónica O'Brian: san Luis María Grignion de Montfort).

5) Un corazón universal: amor a los hombres imagen y semejanza de Dios (a su esposa, niños, discapacitados, necesitados, de otras religiones

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A estos cinco aspectos haré anteceder, a modo de pórtico, la dimensión del sufrimiento que, según mi parecer, fue el terreno sobre el que actuó fecundamente la gracia divina.

1. El sufrimiento: un terreno para la acción divina

Antes de abrirme paso en lo que podríamos llamar manantiales de su vida espiritual creo que hay un terreno previo en el cual Dios hizo su obra con el Rey Balduino. Me refiero al sufrimiento.

La vida del Rey estuvo atravesada por múltiples sufri­mientos. Le marcaron desde sus años más jóvenes. El Cardenal Suenes recuerda algunos particularmente dolorosos (p. 76) que trataré de completar:

—A los cuatro años su madre le anuncia que su abuelito Alberto, al que tanto quería, había muerto (17-II-1934). Gran aficionado al alpinismo, se había despeñado escalando una pared rocosa en Marches-les-Dames.

Con cinco años muere su madre, la reina Astrid, en un accidente de carretera en Küssnacht, Suiza (29-VIII-1935). Fue en un paseo que los padres de Balduino realizaron en coche antes de finalizar las vacaciones. En una curva el coche derrapó y se fue hacia el lago de los Cuatro Cantones. La reina Astrid se golpeó con un árbol y murió al instante.

—El largo exilio en un país enemigo durante la II Guerra Mundial (10-V-1936). Tras el bombardeo de Bruselas por los alemanes, Balduino y sus hermanos se dirigen a Francia con su abuela Elisabeth. Allí recorrieron un éxodo por todo el país: Avesnes, Bayeux, Poitiers, Limoges, Montal. Sufre la hostilidad de los franceses contra los refugiados belgas pues el primer ministro francés había insultado al rey Leopoldo en un discurso transmitido por radio. Pasan a España desde Biarritz y se quedan en San Sebastián, primero en casa del pintor Zuloaga, y luego en el Hotel María Cristina. Dicen que allí cerca veranea una niña, una tal Fabiola de Mora y Aragón…. Pero no llegaron a conocerse entonces….

Su padre prisionero de los alemanes: Balduino calla, piensa, madura. Volvió a Laecken el 4 de agosto de 1940.

—El 7-XI-1941 los belgas reciben una bomba: el rey Leopoldo se había casado con Mary Lilian Baels. La reina Astrid era un mito todavía y el pueblo belga no esperaba ni asimiló aquel enlace.

—El 7 de junio de 1944, Leopoldo III, por orden de Himmler, es deportado. Leopoldo se resiste patrióticamente. Luxemburgo, Tréveris, Coblenza, Erfurt, Weimar, Hirstein vigilados por las SS

—Exilio en Suiza, Pregny (1-X-1945)

»Cuando todavía era adolescente, descubrí que Dios, en la persona de Jesús, nos amaba y me amaba con un amor loco, inimaginable, pero muy concreto. Que Él había padecido el martirio más atroz para salvarnos, para salvarme, para salvarnos a cada uno de nosotros personalmente de la influencia del mal y hacernos participar —si queremos— en su vida divina. Que si lo aceptábamos, su Padre sería nuestro Padre, mi Padre. Que María, su Madre, sería también mi Madre y nuestra Madre. A partir de ese día mi vida cambió (Carta de 1984: p. 53)

—La abdicación de su querido padre en 1951, acusado por comunistas y socialistas de complicidades con los nazis. Esto dolió a Balduino en el alma. Él había ha visto a su padre sufrir y ayudar a la resistencia. ¡Cuánta injusticia, con lo que Balduino admiraba y quería a su padre!

—El peso de las responsabilidades sobre sus hombros: baste pensar el peso de responsabilidad de su conciencia ante la firma de la ley del aborto en su país. El sufrimiento mártir de hacer primar la «obediencia a Dios antes que a los hombres» (Hc 5,29).

—La preocupación diaria por las tensiones internas del país.

—El deseo incumplido de tener descendencia: la reina Fabiola tuvo varios abortos

Balduino no es un masoquista, en relación con la cruz, ni un supermán. Confiesa su imperfección al respecto y su necesidad de mayor conformación a ella:

»Tengo que hacer todavía muchos progresos cuando en­cuentro una pequeña cruz. Cada vez me coge desprevenido y no la reconozco, no la acojo, no la abrazo como si el mis­mo Jesús viniera a mi encuentro. ¡Cuánto me gustaría recibirle con alegría y ternura! ¡Y no dejarme afectar cuando me resiento de algún malestar! No cabe duda de que aún estoy muy lejos del «abandono en la Divina Providencia». Pero creo que mi Padre quiere regalármelo, de lo contrario no me favorecería con peque­ñas enfermedades que los mejores médicos no entienden. Otro ámbito donde tengo que aprender todo es a no molestarme cuando no me agradecen algo. En todo esto me da usted un ejemplo admirable desde que la conoce­mos.  In Ea. (p. 77).           

Su salud no fue motivo menor de sufrimiento. Pero él asume la debilidad y se abandona a su Dios. A partir de 1965 fueron in crescendo: la espalda, válvula mitral de corazón, la operación de cáncer de próstata

» Mis dolores de espalda, etc.,... son evidentemente pre­ocupaciones, pero cada vez pierdo la ocasión de aban­donarme en Ti... ¡Después de todo, Tú eres el Rey! Jesús, perdóname por haberme comportado como un niño muy maleducado (p. 80).

 «El sufrimiento de Cristo en su agonía —escribía el Cardenal Suenes—, le ayudó a recorrer diariamente su propio camino de sufrimiento» (p. 65)

» Cuando todo va bien y leo la historia de los santos, me siento atraído por su generosidad y su alegría de sufrir por Ti y contigo. Pero en cuanto se presenta la más pequeña cruz, primero no la reconozco y luego me quejo porque me hace daño. Después de tantos años de gracias y ejemplos maravillosos a mi alrededor, me encuentro en los primeros balbuceos (p. 79). 

Balduino y Fabiola en 1963

2. Manantiales de agua viva cristiana

El libro del Cardenal Suenes menciona tres libros importantes de la historia de la espiritualidad cristiana que están a la base de la forja del Rey Balduino.

Una, del jesuita Jean-Pierre Caussade, El abandono en la divina Providencia (p. 22) y dos pequeños libritos de san Luis Mª Grignon de Monfort (El tratado de la verdadera devoción y El secreto de María) (p. 23). Recordemos que el lema de pontificado de san Juan Pablo II (Totus tuus) fue sacado precisamente de este último librito.

Además, en el libro de Suenens, se hace referencia a la familiaridad y conocimiento que el Rey tenía de las obras de santa Teresa de Jesús: de ahí su amor a España.

3. Amado por Dios

He citado antes su oración-confesión a Dios:  «Me has mimado mucho, Señor, con tu Amor inagotable, invulnerable, incansable» (p.25).

En sus cartas y escritos repite, como leit-motiv, que se sabe amado por Dios. Esto desde muy joven. La experiencia de ese amor le lleva a vivir una relación con Dios, no en modo abstracto, deísta, sino con el rostro de Padre. La otra cara de la moneda es que se sabe hijo y vive esa cercanía e intimidad con toda naturalidad. A un agnóstico le confía:

»Mi camino había sido otro: nada filosófico en absoluto. Un encuentro sin intervención de nadie; una certeza de que Jesús me amaba, que vivía en mí como en los demás. Todo cambió a partir de ese día. Esta presencia nunca me ha abandonado desde que tenía dieciocho años (p. 54).

Por saberse amado puede apoyarse en ese Amor:

»Pero mis debilidades ya no me desalientan, sino que, por el contrario, son una razón para apoyarme enteramente en su Amor todopoderoso y en la fuerza de mi Padre, que es también tu Padre (p. 53).

La entrada de Fabiola en su existencia fue motivo ulterior para reconocer y agradecer ese amor de Dios sobre él:

»Casi todos los días, desde entonces, veo en mi vida signos palpables del Amor de Dios. Fabiola ha sido y sigue siendo uno de los más destacados. Algunas raras veces me he preguntado si todo esto no era demasiado bello para ser verdad, y si no sería fruto de mi imagina­ción, como un cuento de hadas que nada tuviera que ver con la dura realidad (pp. 53-54).

Boda de Balduino y Fabiola

Lo curioso es que esta vivencia del amor de Dios por parte de Balduino tiene su paralelo, analogía o eco, con lo que también vive Fabiola. Desde toda la eternidad Alguien pensó en que se encontrarían:

- ¿Cómo es que ha conseguido esquivar el matrimonio hasta ahora? [le pregunta Veronique O'Brien, la buscadora de novia para Balduino, a Fabiola)

Respuesta: «Ya ve, "I have never fallen in love up to now"[4]. He dejado mi vida en manos de Dios, a Él me he abandonado. Qui­zás Él me tenga algo preparado”» (p. 35).

Pensaba con alegría en la persona que estaba jun­to a mí —habla Balduino en Lourdes junto a Fabiola—, y en el Amor con el que el Señor la envolvía (p. 66)

»Gracias, Padre, por haberme permitido vivir con Fabio­la este gran momento de mi vida, Gracias por haberme hecho sentir que orar es estar en Ti, y hacer mías tus in­tenciones y poner las mías en tus manos. No conseguía decir ni pensar en otra cosa más que en tu nombre, Jesús (p. 67)

» Sí, Padre, haz que sea sencillo, que me introduzca en Ti sin buscar nada más que estar ahí, perdido, fundido ante Ti, Creador y Padre mío. Que sea hoy para Fabiola y para todos aquellos con quienes me encuentre, un re­flejo de tu amor, de tu ternura (p. 88).

» Gracias, Padre, por poder llamarte así, por haberme dejado recibir tu herencia y poder participar de la natu­raleza divina. Espíritu Santo, te ruego que me permitas comprender este don como Tú quieres que lo comprenda.  Quisiera con toda mi alma ser una alegría para Él haciéndome realmente un niño pequeño, sin ninguna pretensión, pero cuyo instinto le hace comprender que no puede vivir sin su Madre y su Padre (p. 88)

 Su condición de hijo de tan buen Padre la vive de modo habitual:

 »Hoy hace exactamente seis meses que fui operado. Gracias, Señor, porque me guías paso a paso... Creo que crece progresivamente en mí la conciencia de mi relación de hijo respecto a nuestro Padre del cielo. A menudo re­pito: “Tú eres mi Padre y yo soy tu hijo”. Entonces me doy cuenta de que en esta afirmación hay un inmenso mis­terio que mi Padre quiere revelarme. Pero para ello com­prendo que mi vida debe cambiar (pp. 88-89).

» Señor, estoy agotado, no consigo descansar durante la noche y durante el día no vivo suficientemente abandona­do en Ti; de ahí tanto tipo de tensiones y perturbaciones. Señor, enséñame a vivir con sabiduría, sin apartar la vista de Ti. Enséñame a adorar al Padre en tu adora­ción. Enséñame a descansar en el seno de mi Madre y mi Reina y a permanecer en él en el silencio interior y en el abandono radical…. Señor, enséñame a descubrir el sentido de ser «hijo de Dios», heredero de todos tus bienes. Enséñame a ver a todos mis hermanos como hijos tuyos (pp. 86-87).

Y pocas fechas antes de morir, como en un suspiro, dice: "Padre, haz que, contemplando las estrellas, llegue a ser más creyente y más humilde" (p. 93).

4. Camino de abandono y confianza

No pretendo resumir el librito El abandono en la divina Providencia. Solo voy a hilvanar palabras del mismo que evocan un contenido y que fueron  atmósfera espiritual del Rey durante su vida: es Dios quien actúa, abandono, providencia, paz, desasimiento, fidelidad a la gracias, abnegación, confianza, llamados a la santidad, voluntad de Dios, pequeñez, guiarse por la fe, Dios habla en el presente, fecundidad de la acción divina, encontrar a Dios en todas las cosas.

Casi en el comienzo del tratadito leemos:

«Quiera Dios que los reyes y sus ministros, los príncipes de la Iglesia y del mundo, sacerdotes, soldados, ciudadanos, todos, en una palabra, se convenzan de la facilidad con que pueden llegar a una santidad eminente. Para conseguirla sólo es necesario cumplir fielmente con los sencillos deberes del cristianismo y del propio estado, abrazar con paciencia las cruces que éstos traen consigo, someterse a los designios de la Providencia, cumpliendo incesantemente todo cuanto el presente nos ofrezca para hacer o padecer».

El abandono en la divina Providencia es una pequeña joya de la espiritualidad cristiana. El Rey leyó este tratadito muchas veces en su vida, lo asimiló y lo hizo propio. Su autor: Jean-Pierre Caussade, jesuita. Fue el Cardenal Suenens, tras uno de sus primeros encuentros con el Rey paseando por los jardines del Palacio Laecken, quien le dijo:

«Este es el librito... y todos mis mejores deseos para el viaje. Espero que De Caussade tendrá su mensaje para vos y que os ayude a comulgar con Dios bajo todas las «especies», incluidas las más desconcertantes» (p. 22).

El camino inicial del Rey en busca de una esposa suponía esa confianza y ese abandono cierto en el amor divino y en la ternura providente de la Virgen María. Fue como el itinerario que se describe en el Libro de Tobías. En estos comienzos ese texto bíblico le sirvió al Rey como pauta.  Él mismo cita el título de este tratadito en los apuntes espirituales de su diario:

«Tengo que hacer todavía muchos progresos cuando en­cuentro una pequeña cruz. Cada vez me coge desprevenido y no la reconozco, no la acojo, no la abrazo como si el mis­mo Jesús viniera a mi encuentro. ¡Cuánto me gustaría recibirLe con alegría y ternura! ¡Y no dejarme afectar cuando me resiento de algún malestar! No cabe duda de que aún estoy muy lejos del «abandono en la Divina Providencia». Pero creo que mi Padre quiere regalármelo, de lo contrario no me favorecería con peque­ñas enfermedades que los mejores médicos no entienden» (p. 77).

«Comprendí que el Amor viene del Señor y que es maravilloso dejarse conducir por Él» (p. 71), escribe tras la visita de Sandro Pertini, Presidente de Italia.

Al concluir estos dos primeros manantiales de la vida espiritual del Rey, tengo el convencimiento, que no puedo probar por falta de fuentes, de que la filiación divina y abandono vivido por el Rey Balduino tiene mucho que ver con la espiritualidad de santa Teresita del Niño Jesús.

Pablo Cervera, al micrófono, expone la espiritualidad del Rey Balduino, acompañado del P. Silva, sobrino carnal de la Reina Fabiola

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5. La Eucaristía «momento fuerte de la jor­nada»

«Quien quiera venir conmigo ha de trabajar conmigo para que siguiéndome en la pena, tenga conmigo parte en la gloria» (palabras del Rey Eterno al ejercitante en los Ejercicios de san Ignacio de Loyola). La vida cristiana es seguimiento e imitación de Cristo en cruz y en resurrección. Seguir en la pena para alcanzar la gloria no es posible sin la Eucaristía: ¡Sine Dominico non possumus!, proclamaron unos cristianos de Túnez el 12 de febrero de 304 cuando fueron sorprendidos celebrando la Eucaristía en contra de los edictos de Diocleciano. ¡Sin el domingo no podemos vivir! Eso les llevó al martirio. Igual que hoy…

El Rey Balduino y la Reina Fabiola lo entendieron muy bien. No lo escondieron pero lo vivieron sin alharacas. Todos sabían que su jornada empezaba en la capilla, al pie del sagrario. La jornada en Palacio siempre empezaba con la oración y la Eucaristía y se cerraba con el rosario, rezado por los dos juntos o con otros familiares. Entre estos dos momentos discurría la jornada, los asuntos de estado, las audiencias, las visitas…. que el Rey contempla y aborda a la luz de la fe.

Alguna vez el Rey tuvo ocasión de explicárselo a algún mandatario extranjero, en este caso fue al primer ministro húngaro [el dictador comunista Janos Kádar, que llamó a un sacerdote antes de morir, 4 meses antes de caer el Muro de Berlín, nota de ReL] 

«Nosotros somos cristianos —le dije—, y sentimos la necesidad de ir todos los días a Misa. Y precisamente hoy en la Iglesia católica se celebra la fiesta de santa Isabel de Hungría. Hemos comprendido que no era una pura coincidencia que yo le recibiera este mismo día. Hemos orado por usted y por su país».

A la celebración eucarística sucede, en ocasiones, la prolongación orante de la Eucaristía: la adoración

Me he despertado muy temprano sin poder dormir­me otra vez, así que he venido a descansar aquí, ante el Santísimo expuesto.

«Estoy en casa de mi Padre, en los brazos de mi Ma­dre». Señor, gracias por poder estar muy cerca de Ti, por dejarme consumir por tu amor infinito.

Aun cuando no siento nada, sé que este amor me transforma, me purifica, me hace más sabio, más pa­ciente, más compasivo, más capaz de amar (pp. 87-88). 

6. La dimensión mariana en la vida del Rey Balduino

A la entraña del discípulo de Cristo corresponde acoger a la Madre, la Virgen María. «Y desde aquella hora, el discípulo la acogió» (Jn 19,27). No en su casa, como dicen algunas traducciones. Eso parecería dar pie a la interpretación de la escena como si lo que le preocupara a Jesús fuera que su madre tuviera un techo, que no se quedara sola. No. «La acogió como algo propio» (ta idia) y la introdujo en el horizonte de sus intereses, de sus amores. Por eso, «no se puede ser cristiano sin ser mariano». Esto no es un verso bonito, es una realidad que han proclamado los Papas.

Ahora bien, ni siquiera los santos han vivido de igual manera la dimensión mariana de su existencia. En san Ignacio de Loyola —a quien tanto quiero—, la Virgen María aparece y le acompañará prácticamente durante toda la peregrinación de su vida. Toda su Autobiografía está jalonada de presencias y matices diversos. Siendo Ignacio un autor mariano, no lo es al modo de san Alfonso María de Ligorio, por ejemplo, o san Luis María Grignion de Montfort o san Maximiliano Mª Kolbe, santos marianos por excelencia, en cuyos escritos se desborda la presencia de María.

En el Rey Balduino la presencia de la Virgen tiene mucho que ver con Veronique O'Brien. Aquella mujer irlandesa fue consejera y guía espiritual del Rey desde muy pronto. Precisamente el Cardenal Suenens dedica su segundo volumen de memorias (Les imprévus de Dieu a la vida de esa mujer, hoy en proceso de beatificación. Ella, de la Legión de María, introdujo al Rey en la lectura de las dos grandes obras marianas de san Luis Mª Grignon de Monfort. Su espiritualidad mariana bebió en El tratado del Verdadera Devoción y en El Secreto de María.

»Estoy segura —le escribe Veronique al Rey— de que cuando hayáis meditado y ora­do esas páginas santas (se refiere a san Grignon), elegiréis a María como Reina vuestra y la aceptaréis como vuestra Madre, aún más que en el pasado. Después de ello, dejaos guiar e inspi­rar por su tierno amor que envuelve todos los detalles de la vida.

»María está mucho más interesada por vuestro futuro que lo que vos mismo podéis estarlo. Ella asume todo el control de los pasos que os llevarán al encuentro de la mujer con la que amaréis y serviréis mejor al Señor.

»Es posible que Ella desee mostraros todo esto más claramente en el clima de oración de un retiro. Quién sabe, quizás sea para haceros esta sugerencia para lo que Ella me ha enviado hasta vos. Pues, sin duda, es Ella quien ha querido y programado este encuentro. Ella es quien os ha concedido la gracia de recibirme y acoger­me con tanta amabilidad y humildad. Y a mí Ella me ha dado la gracia de hablaros con tanto valor y audacia (p. 25).

 El cardenal Suenens recoge una simpática anécdota mariana de la reina Fabiola:

 «I knew our Blessed Lady was a Queen and a Mother, and all sort of other things, but I never knew that she was a Matchmaker!» Yo sabía que nuestra Señora era Reina y Madre y tenía todo otro tipo de atribu­tos, pero yo no sabía que también era celestina [así he traducido yo aunque también podría decirse «organizadora de matrimonios», como he visto en alguna publicación] (p. 44).

La relación del Rey Balduino con la Virgen es íntima, tierna, infantil pero no infantiloide. En realidad, ella está siempre presente. Termina sus escritos mentándola (In Ea), la llama Mamá (¿hay intimidad humana más tierna?).

 Dulce Madre mía, me gusta llamarte Mamá porque lo eres y porque no tengo otra. ¡Aliméntame, fórmame, edú­came, enséñame todo! Te lo suplico y te lo agradezco» (p. 88).

Los encuentros iniciales con Fabiola en Lourdes son profundamente marianos:

Los dos contábamos con la ayuda de Nuestra Señora de Lourdes para que, antes del final de la estancia, fijada para el día 10, pudiéramos decirnos un sí el uno al otro (p. 40).

Estaba cada vez más convencido de que Ávila (es como convinieron en llamar a Fabiola) había sido elegida, desde siempre, por la Santísima Virgen para ser mi mujer, y por ello le estaba sumamente agrade­cido a Ella, y a su querido instrumento, Verónica (p. 40).

 Madre mía, mi tierna Madre, perdóname por no te­ner un lenguaje viril: necesito tu calor, tu protección y tu apoyo. Me siento muy débil ante la vida de todos los días. Ven en mi ayuda, tómame en tus brazos materna­les. Hazme vivir «in Ea», «en ti, María» (p. 82)

La Virgen es acicate y estímulo para vivir en gracia, recurriendo a ella en las dificultades y en las cruces:

Enséñame, Mamá, a aceptar y a amar mi debilidad, a asu­mirme totalmente. María, Madre mía, ya sabes que, a pesar de mis buenos deseos, no soy capaz de vivir conscientemen­te en ti. Te ruego me concedas esta gracia, que es la clave de todo. Líbrame del pecado y de ser obstrucción a la gracia (p. 83)

Mi dulce Reina, te suplico que me enseñes a llevar la cruz que recibo del amor del Padre» (p. 83).

El amor a María y el amor a Fabiola se entrelazan en muchos de sus escritos.

En vistas a declararse a Fabiola anota el Rey:

»Pido a Nuestra Señora que me deje sentir cuándo debo declararme, pues estoy decidido a no precipitar el momento, para disfrutar de unas horas más de gran intimidad »(p. 40).

»La amo cada vez más. Lo que más me gusta de ella es su humildad, su con­fianza en la Santísima Virgen y su transparencia. Gracias por habérmela puesto en el camino. Sé que para mí será siempre un gran estímulo para amar a Dios cada día más (p. 41).

 El «Sí» de Fabiola viene de la mano de la Virgen:

»Era demasiado bonito; tenía ganas de llorar de alegría y gratitud a nuestra Mamá del cielo, que había hecho un nuevo milagro, y a Ávila, que se había dejado guiar dócil­mente por la mano de Nuestra Señora de Lourdes. Eran, me parece, las dos de la tarde.

San Juan evangelista enmarcó horariamente en su evangelio la hora de su primer encuentro con Jesucristo: «Era la hora décima». Aquí el Rey, no olvida la hora del sí de Fabiola: eran las dos de la tarde.

María, enséñame qué tengo que hacer para que no falte una ocasión en que te ame, para negarme a mí mis­mo por ti, para vivir intensamente el momento presente, como si fuera el último de mi vida, para amar infinita­mente mejor a mi querida Fabiola. Sí, Madre mía, ensé­ñame a amarla con ternura, delicadeza, atención, respe­to, teniendo confianza en ella... (p. 47).

Los textos de amor delicado, de agradecimiento por el don inmerecido, de sorpresa constante por la finura humana y espiritual de Fabiola se hacen presentes en múltiples textos a lo largo de su vida:

 

«¿Por qué, Señor, has removido cielo y tierra para darme esta perla preciosa que es mi Fabiola?».

«Tiene una manera de estar con todas las personas que es ideal, tan atenta, tan disponible, que entiendo que se la adore. Gracias, Señor» (p. 46).

«Colma a Fabiola de tu santidad. Que viva de tu gozo y de tu paz. Enséñame a amarla con tu ternura.

Haz que tenga de sí misma una imagen más positiva. Haz que se sepa amada por Ti con un amor de predilección. Gracias por haberme dado este tesoro. Aumenta en mí hacia ella el Amor que viene de Ti» (p. 47).

«Fabiola es adorable conmigo y me mima enorme­mente. Está llena de felicidad. Gracias, Dios mío» (p. 47)

«Gracias por el amor de Fabiola, maravillosamente fuerte y tierno a la vez. Ayúdame a estar alegre con Tu alegría y a amar con Tu amor» (p. 47)

«Enséñame también a amar a Fabiola alentándola y aceptando su ritmo, que no es el mío, su manera de pensar y de organizarse que le son propias. Enséñame también a respetar su personalidad con todas sus dife­rencias y sus contradicciones. Jesús, gracias por haber­me dado este maravilloso tesoro» (p. 48). 

7. Un corazón universal: amor a los hombre, imagen y semejanza de Dios (su esposa, niños, discapacitados, necesitados, de otras religiones…)

El de Balduino fue un corazón grande y universal, católico. Dentro de sus fronteras tuvo que luchar por la unidad de los suyos para que los separatismos no rompieran su patria.

Sus favoritos (como los de Fabiola) siempre fueron los marginados, los sufrientes, los más necesitados. Una larga lista se podría escribir como confirmación de esto: visita del barrio de Marolles, catástrofe aérea de 1953, visita a los afectados por las frecuentes inundaciones que tienen lugar en Bélgica [aquella señora anciana no tenía «siquiera abrigo para protegerse del frío, he tenido la alegría de darle el mío. Gracias, Señor y Dios mío, por haber podido date mi abrigo para cubrirte y calentarte. ¡Qué alegría me has dado! (p. 70)].

Le he contado todos mis problemas —dijo una mujer en una casa de acogida de transeúntes—. Me ha escuchado como si yo fuera la única persona en el mundo (p. 73).

El año pasado el Rey vino a vernos a cinco chicas.—relata una prostituta de un barrio de Amberes—. El Rey me cogió el brazo y me escuchó. Sólo él nos escuchaba… Nos defendió, Era un verdadero Rey. Ahora lloramos otra vez: hemos perdido a nuestro amigo (p. 107).

«Soy rey para amar a mi país, para orar por mi país, para sufrir por mi país», le confesó un día a un amigo. No aceptó regalo personal por sus XXV años de reinado y en cambio erigió una Fundación para las necesidades de los belgas: pobres, ancianos, marginados, inmigrantes, deficientes. Hoy la «Fundación Rey Balduino» es una de las más importantes de Europa.

Los niños ocuparon un lugar especial en el corazón de Balduino y Fabiola. Sin esconder el dolor por no haber tenido descendencia, un día confesó a un grupo de 750 niños invitados a Laeken: 

«Nos hemos preguntado por el sentido de este su­frimiento: poco a poco hemos ido comprendiendo que nuestro corazón era más libre para amar a todos los ni­ños, absolutamente a todos».

Su visión de deberse a todos implicó, también el ámbito de la Iglesia católica, no identificarse con ninguna asociación o movimiento. Esto no quita que tuviera simpatías y contactos por ejemplo, con las Hermanas de Belén, los Focolares de Chiara Lubich, la Renovación Carismática… Incluso no asistió a la Misa que el Cardenal Suenes celebro para peregrinos de la Renovación Carismática en el Vaticano, en el Año Santo de 1975, para no ser identificado con un «movimiento».

Hay algo de lo que no cabe duda: buscó la santidad

»Tengo cincuenta y siete años y cuánto tiempo desperdiciado por mi culpa. Te ruego Trinidad Santísima, que me hagas santo según tu voluntad (1987).

»Te ruego, Señor que me hagas santo, y un santo desea parecerse a ti en la Pasión. Después de vivir tantos años contigo tengo la impresión de que no he aprendido nada (1898).

»Jesús, los santos saben sufrir con alegría: yo te ofrezco mi incapacidad y mi nada (1898).

»Haz que se realice tu sueño de santidad en Fabiola y en mí (1992).

Querría terminar mi intervención rezando una oración compuesta por el Cardenal L.J. Suenens y que recitaban el Rey Balduino y la Reina Fabiola todos los días con el rezo del rosario FIAT

Espíritu Santo,
Ayúdanos a revivir en unión con María,
los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de Jesús. Amén.

 Concédenos que
- animados por la fe de nuestro bautismo,
- alimentados por la Eucaristía,
- y renovados por la gracia de Pentecostés,

Vivamos
-en palabras y en actos
-siempre y en todo lugar,
-como fieles testigos de Cristo y del amor de su Divino Corazón. Amén.


Presentación del libro con la ponencia del P. Pablo Cervera y los recuerdos del sacerdote  Javier Silva, sobrino carnal de la reina Fabiola (resumen aquí)

Pablo Cervera Barranco, ReL

Vea también     El Secreto admirable del Santísimo Rosario - San L. M. Grignon de Montfort

























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