¿Eres de las que llegas agotada a la hora del cuento? Este consejo puede ayudarte tanto como a mí
Estamos en un momento en que la pandemia nos ha obligado a muchos a cambiar y a actualizarnos a todos los niveles. Y no hablo solo de las apps y tecnología. Estamos más que nunca en constante cambio: toques de queda, clases online, teletrabajo, pérdidas de trabajo, confinamientos, aislamientos voluntarios, y un largo etcétera.
Hasta ha cambiado el uniforme o ropa con la que los niños van al colegio. Ahora, además de mandilones para que no se manchen, en sus perchas y mochilas incluimos mascarillas, gel hidroalcohólico y chalecos y mantas para que no pasen frío en una aulas con las ventanas abiertas para que evitar que el virus entre en ellas.
Cambiar a mejor
Toca adaptarse a las circunstancias. Incluso podemos aprovecharnos de ellas. Porque podemos sacarle partido a esta larga temporada de pandemia.
En muchos casos, esta actualización implica recolocar muebles para generar una agradable zona de “coworking” en la sala de estar; ajustar horarios para aprovechar mejor nuestro tiempo libro antes de que «suene la sirena» del toque de queda…
Un cambio agradable
En mi casa, uno de estos cambios ha sentado muy bien.
Siguiendo la recomendación de Inma Borrás, editora de “Papel de Plata”, trasladé estratégicamente la hora del cuento de la noche al rato de la merienda. Y es que me pasaba exactamente lo mismo que con el examen de conciencia: al llegar la noche, ya no tenía fuerzas. Lidiar estas batallas me resultaba una misión imposible.
Así, era habitual que se quedaran estas dos tareas sin hacer, un día y otro también. Así que, al ver cómo coincidían mi dirección espiritual y mi querida editora en que cambiara la hora, decidí que era el momento de actualizar el horario familiar. Pensé que tal vez sería la solución a mis batallas perdidas. Por eso no dudé en llevar este consejo a la práctica.
La hora del cuento
Modifiqué los tiempos y, ahora la merienda incluye cuentacuentos.
A lo mejor, esta es una solución aplicable a muchos hogares porque la pandemia también ha suspendido muchas actividades extraescolares, nos permite tener un ritmo inusualmente lento por las tardes. Por eso, las meriendas se pueden alargar un poco y aprovechar el momento para disfrutar con la lectura de una bonita historia con sosiego y energía.
Sí, sé que perdemos la bucólica imagen del niño calentito en la cama, con luz indirecta, escuchando una historia que lo desliza suavemente desde la realidad hasta el mundo de los sueños. Pero todos pasamos por algún momento de la vida en que se cumple el viejo dicho de “lo óptimo es enemigo de lo bueno”, y, para muchos padres o madres, ese momento ha llegado con la pandemia.
Si, como a mí, la batería te empieza a fallar a partir de las nueve de la noche, no renuncies a los beneficios del cuento y del examen de conciencia. Cámbialos de hora, y sigue disfrutando de todo lo que te aportan.
Beneficios de leer a los niños por la tarde
- Los niños disfrutarán más del momento, por lo que tenemos más probabilidades de que sean “futuros lectores”.
- Podrán asociar la lectura a algo divertido que hacen con mamá o con papá, como una actividad lúdica en la que se paran para disfrutar del tiempo juntos a plena luz del día.
- Además, se darán cuenta de que, en las lecturas, podrán ver reflejados sus temores e inquietudes, pero también encontrarán soluciones. En casa estamos leyendo “El tesoro de los valores”, de Brian Conway. Es el cuento favorito de mis doce, en el que pueden verse reflejados en un zorrillo que llega al abrumador patio del colegio sin amigos, o en Gatita, que pierde, por culpa de su desorden, las zapatillas de ballet que le prestó Conejita.
- Los niños descubrirán que los libros son las vitaminas que harán crecer su imaginación y, con ella, su creatividad.
- Y por supuesto, crecerá un recuerdo imborrable al que podrán volver, de vez en cuando, desde las lejanas tierras de la madurez.
Y, en cuanto el examen de conciencia, ¡qué te puedo decir!. Es la mejor linterna para iluminar las imperfecciones del camino, incluso esos puntos escondidos que son más difíciles de apreciar y que nos pueden ir desviando poco a poco de nuestro destino. No esperes a que se haga de noche para encenderla. Actualicemos también el alma.
Mar Dorrio, Aleteia
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